—De acuerdo.

—Resulta incluso gracioso verlo hoy en día. Me dejé caer simplemente, ¿sabes? Perdí el apetito, a veces quería dormir todo el día y a veces tenía noches enteras de insomnio. Mis notas bajaron y empecé a sentir pánico de ir a estudiar porque sentía que todos hablaban de mí como si yo fuera un objeto sordo. Claro que admito que a veces mi propia percepción me hacía exagerar; es decir, pensándolo ahora, no creo que yo fuera taaaan importante como para ser centro de chismes, pero así me lo parecía y ver de lejos la diversión de algunas personas al verme así, me hacía sentir peor. Mis padres se preocuparon e incluso quisieron cambiarme de colegio cuando el año acabara... y entonces conocí a una pelirroja que me escuchó y me dijo que Luka no lo valía.

Compartimos una sonrisa de un segundo y ella finalmente da con la caja que busca, sacándola del fondo con algo de dificultad.

—A veces lo único que necesitas en la vida es a una pelirroja.

—Puedo dar fe de ello. Así pues, hablar contigo me ayudó bastante, pero lo que realmente me abrió los ojos fue ver a Luka con otra chica y luego con otra y luego con otra. Me di cuenta de que yo fui eso: "solo otra", y que, si a él no le importé en absoluto, era muy injusto que yo me rompiera de esa manera por él.

Estas son las palabras que han hecho que la ame, no sus debilidades sino esta fortaleza.

—Quisiera haber estado allí para ti —admito—. No debiste hacerlo sola y te admiro por haber salido adelante.

—Sí estuviste, Lucy —responde—. Cada vez que charlaba contigo por Skype me liberaba un poco de ese dolor... Y ahora estás aquí, planeando como follártelo y luego mandarlo al carajo.

Reímos al tiempo. Ella abre finalmente la caja que ha sacado, la arrastra hasta el centro para que yo pueda mirar adentro y luego saca una enorme camiseta color azul noche; en esa camiseta cabemos las dos y mi madre sin problemas. Miro la caja y veo que en el fondo quedan otras similares en tonos oscuros.

—¿En serio usabas eso?

Levanto una ceja y con mis dedos pulgar e índice elevo el trapo tapa-autos que osa llamarse ropa de humano. Totó sonríe, realmente le hace gracia pensarlo.

—Ni yo lo puedo creer.

—Me viene de maravilla —afirmo—. Esto tapará mis ajustados pantalones y el look será perfecto. —Se hace una pausa corta y agrego algo que venía pensando hace rato—. Oye, ¿alguien más te dice Totó?

—No... Nadie lo sabe más que tú y mis padres, ¿por qué?

—Necesitamos apodos por si es necesario comunicarnos en medio del plan, en la preparatoria o algo.

—Bien, agente cero-cero-zorra —bromea.

—¡Hey! —regaño y luego sonrío—. De hecho, me gusta, pero debe ser algo más corto, ¿qué tal Pinky? Mike me dice así. Aunque ya no tengo mi pelo rosa.

—De acuerdo, seremos Totó y Pinky contra el Halcón.

Hace un puño y lo acerca, lo choco y abrimos las manos en una explosión.

—Debemos buscar algo más femenino para eso —sentencio.

Rebuscar en cajas acumuladas por casi un año nos deja una estornudadera crónica por la exposición al polvo, pero logramos reunir, de entre tanta cosa, una caja mediana llena de camisetas que debería usar solo de pijama y no en público. El tiempo con Totó siempre es ameno porque nunca falta tema de conversación, somos dos polos de distintas cargas, pero no podría encajar mejor con alguien en la vida que con ella como mi amiga. 

Dulce venganza  •TERMINADA•Where stories live. Discover now