Me tiende la piedrita con una de las caras a la vista y veo una pequeña inscripción negra:

«Always with you»

Mi sonrisa se amplía y miro a Mike, sus ojos azules están brillantes y su boca tuerce una mueca entre felicidad y tristeza. Ha sido sumamente indiferente desde que le dije que me mudaría, pero sé que ha sido para evitar momentos de emociones incómodas. A él le entristece tanto como a mí el separarnos luego de años de vernos y hablar a diario.

—Es para que sepas que siempre estaré contigo —añade y me abraza. Me saca casi una cabeza de altura y lo rodeo con mis brazos—. Eres mi hermana, Lucy, y te extrañaré mucho.

Odio cuando mis emociones me ganan y salen a la luz. El hecho de que mis ojos se cristalicen ante sus palabras me hace sentir débil y me limito a asentir, pues de decir algo, sé que me quebraré. Al igual que muchas veces, Mike lee mis pensamientos.

—Está bien llorar de vez en cuando.

Me separo un poco de él, al apreciar sus ojos una lágrima osa salir desencadenando así una cascada de agua salada. Me río y limpio con fuerza mi mejilla.

—¡Maldición, Mike! —exclamo—. Me hiciste llorar. —Su expresión denota ternura y yo bajo la voz un poco—. Te extrañaré demasiado, Cerebro.

—Lo sé, Pinky. —Infla el pecho como una paloma—. Yo soy único y no hallarás a alguien como yo.

Río y poso mi mano en su mejilla.

—Te quiero mucho, Mike —musito.

—Yo a ti, Lucy.

—Y si le dices a alguien que me viste llorando, te cortaré los huevos personalmente —amenazo. Él rueda los ojos.

—Siempre dañando los momentos bonitos. —Resopla—. En fin, debo irme.

Me lanzo a él y le doy el último abrazo, consciente de que no sé hasta cuando lo vuelva a ver. Él se sorprende al principio de que no lo suelte de inmediato, pero me responde con la misma fuerza, entierra su cabeza en mi cabello a la vez que pongo mi mentón en su hombro poniéndome un poco en puntas. Chicos como él no se consiguen nunca y es lo único que realmente voy a extrañar de esta ciudad.
Me separo y él da media vuelta.

—Adiós, Lucy.

—Hasta pronto, Mike —susurro con una sonrisa y él se aleja trotando de nuevo.

Me quedo mirándolo hasta que se pierde en la lejanía, me coloco la cadena y guardo la caja en el bolsillo; tomo el dije en la mano y lo aprieto con nostalgia.

Entro de nuevo a la casa y veo con sorpresa que son casi las seis y media, mamá ya está bañada y arreglada, papá está en la ducha y mi hermano sigue roncando. Nunca sabré como hacen las mamás para ser casi omnipresentes; siempre están listas, aunque trasnochen. A las seis en punto ya tienen el tinto en la cafetera.

—Hola, ma —saludo—. ¿Te levantaste hace mucho?

—Como veinte minutos. —Me analiza con la mirada y sonríe con pesadumbre—. ¿Estás bien? Ya sabes, con Mike.

—Sí, vino a despedirse.

—Sé que lo extrañarás. —Las mamás siempre saben qué decir—. Es normal, Lucy. Pero debes saber que el cariño no cambiará con la distancia, él te quiere demasiado, más que tu hermano creo yo. —Río—. La vida da muchas vueltas y cuando menos lo esperes, te encontrarás de nuevo con él.

—Lo sé.

Una hora de trajines después, acabamos de subir al auto las maletas que nos acompañarán y faltando diez minutos para las ocho, nos ponemos en marcha; volteo a mirar la casa, que tiene el gran letrero de «Se vende» en el jardín y lo veo hacerse más pequeño a medida que nos alejamos hasta que se pierde totalmente.

Dulce venganza  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora