D i e z

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Hermione:

En verdad me tiene impresionado tu carta anterior. ¿Severus ha caído en tus redes de mujer? De seguro se sintió en el cielo cuando estuvo entre tus piernas. Y en cuanto a tu petición del final de la carta...

No se me hace justo. Sabes que te amo y que daría mi vida por ti. Pero no seré yo el que te limite a hacer lo que deseas. Si crees que eres feliz con Snape, adelante, no te voy a detener.

Pero si hay algún problema con él, no dudes en buscarme. Te cantare hasta que te que es dormida, como siempre.

Krum.

++++++++++

Dejé la carta en mi mesita de noche con un largo suspiro. Me siento realmente mal por Viktor. No es bueno que uno de tus mejores amigos esté enamorado de ti...

Menos cuando ese amigo es tan tierno y comprensivo como Viktor.

Pero cuando llevas poco más de un mes de relación con el hombre que amas, en realidad no importa nadie más que él. No se si a todas es pase esto. Pero sé que cualquiera se preocuparía más por su relación que por una amistad.

- Hernione, recuerda que en veinte minutos tienes que estar en la oficina de McGonagall-. Me observó por unos segundos para después agregar- ¿Sólo llevarás eso? Pensé que te pondrías un vestido sexy, no unos jeans y un suéter. Eso es lo más mata pasiones que he visto en mi vida. Se supone que saldrás con mi padrino, no a una aventura con tus amigos comadreja y cara rajada.

-No les digas así, supongo que después de todo siguen siendo mis amigos. A demás, Severus dice que soy hermosa hasta con el uniforme del colegio.

-Pero te pondrás algo sexy, ¿no?

-Pareces una chica chismosa, rubia y hueca.

-Me estas perdiendo, bruja.

-La mejor de mi generación. Aunque te pese. Nos vemos el lunes en la mañana. Deseame suerte este fin de semana.

Salí rápidamente de mi habitación y de la Torre de premios anuales con mi bolso en dirección a la oficina de McGonagall para poder viajar por polvos flu al Caldero Chorreante. Después de saludar a Tom, salí al mundo muggle para después tomar el  Autobús Noctámbulo para que me llevara a la Hilandera. Usé la copia de las llaves que me dio Severus para entrar a la oscura casa.

Todo estaba lleno de polvo, polillas y un ligero olor a humedad. Así que con un movimiento de varita encendí las luces y con otro par de movimientos de varita todo estaba arreglado y en orden.

Severus no llegó sino hasta diez minutos después por corregir los últimos ensayos de "los estúpidos críos que no saben hacer otra cosa más que joderle la existencia".

Severus y yo dispusimos a hacer lo que más nos gusta; sentarnos en la sala con la chimenea encendida para leer un buen libro.

Saqué de mi bolso el poemario que mi madre me regaló ésta Navidad empezando a leer a Federico García Lorca y tratando de imaginar cómo llevaré a mi hombre oscuro a segunda base.

Y que yo me la llevé al río 
creyendo que era mozuela, 
pero tenía marido. 

Fue la noche de Santiago 
y casi por compromiso. 
Se apagaron los faroles 
y se encendieron los grillos. 
En las últimas esquinas 
toqué sus pechos dormidos, 
y se me abrieron de pronto 
como ramos de jacintos. 
El almidón de su enagua 
me sonaba en el oído, 
como una pieza de seda 
rasgada por diez cuchillos. 
Sin luz de plata en sus copas 
los árboles han crecido, 
y un horizonte de perros 
ladra muy lejos del río. 

Mayor Que YoWhere stories live. Discover now