VIII

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—¡No quiero! Yo quedo con tú.

—Pero tu abuela Andy te extraña mucho, a demás vas a conocer a tu abuelo... El papi de papá Remus ¿no lo quieres conocer?

—No, yo quiero aquí.

Teddy llevaba 15 minutos negándose a regresar a casa de Andromeda. Poco faltaba para que la negación se convierta en berrinche, pero es un bebé terco. Muy tierno, pero necio.

Hermione no quería que Teddy se fuera, eran unos días muy felices para ella ya que al fin había podido dejar la cama y podía pasar tiempo en el jardín, observando al pequeño jugar en la nieve con Viktor mientras ella les pasaba las ramas y piedras para adornar al muñeco de nieve que pacientemente habían logrado armar.

De sólo imaginar a sus hijos corriendo por el jardín tal y como lo hacía Teddy, hacía que su corazón se acelerara de la ilusión.

—¿Qué dices si te llevo a casa de Andy y me quedo un rato contigo? Después puedes venir a dormir unos días con nosotros. ¿Te parece bien?

—No, yo quedo aquí — dijo soltando un puchero de lo más tierno que había visto en toda mi vida.

Después de un par de días Teddy cambió de opinión al ver a Andromeda salir de la chimenea. Literalmente se aferró a su pierna en un abrazo y no la soltó hasta que se fueron a su hogar.

Navidad y Año Nuevo pasaron rápidamente. Sentía que iba a reventar en cualquier momento, la cadera dolía horrores, era prácticamente imposible dormir por que no había otra forma más que dormir sentada, pero aún así sonreía de alegría cada vez que sus bebés se movían.

Todos los días transcurrían igual desde la partida de Teddy; Viktor salía desde las 5:30 de la mañana para ir a entrenar al equipo inglés de Quidditch, su padre iba desde las 9 al consultorio, su madre partía al consultorio a las 2:00 de la tarde ya que Viktor regresaba de los entrenamientos, así Hermione no se quedaba sola en casa.

Después toda la tarde consistía en Viktor acompañándola a comer mientras veían una película en la sala, platicar de lo que hicieron en el día y escuchar las divertidas anécdotas de Viktor como entrenador.

A veces Viktor contaba uno que otro chisme del equipo de Quidditch que a Hermione mantenía entretenida, esperando cada día la actualización de la situación en la que se encontraban los jugadores mientras que Viktor le daba un relajante masaje en sus hinchados pies y a su vez ella comía helado de chocolate con menta.

Después de una pequeña siesta juntos, llegaban Patrick y Jean para después contar lo que hicieron en su día de trabajo, cenaban todos juntos y el día se volvía a repetir.

Realmente Hermione no tenía tiempo libre como para pensar en cosas tristes y poco a poco el dolor salía de su mente y su corazón. Obviamente no sería eliminado por completo el sentimiento de traición y abandono, pero cada vez bajaba más la intensidad de su incómodo malestar.

(...)

Un jueves de la segunda semana de Enero, Hermione sentía que algo iba a pasar, se sentía en el gélido aire que se colaba por debajo de su ventana. Y por la fuerte actividad de los bebés. Cada cierto tiempo pateaban con intensidad, haciendo que constantemente acaricie su barriga en busca de apaciguar el dolor.

Su madre estaba preocupada por la tormenta de nieve que había caído en la noche, haciendo que en el exterior la nieve creciera casi 3 pies de alto. Tendría que ser muy precavida al conducir al trabajo, ya que cerrar el consultorio no era una opción.

Haciendo cálculos de tiempo y tráfico, Jean tuvo que salir una hora antes de lo normal y justo en esa hora, mucho antes de que Viktor llegara del entrenamiento, mientras vaceaba las palomitas en el tazón para poder ver la película de La Bella y la Bestia, una lechuza entró a su sala dejando un sobre amarillo con un listón rojo en la mesita de centro y el ave salió volando sin siquiera tomar un descanso

Justo a medio camino de la sala de estar, la carta se elevó abriéndose formando una mueca de desagrado y la voz que tanto llegó a amar alguna vez retumbó por toda la casa haciendo que su corazón latiera con desesperación:

¡TE LO DIJE UNA VEZ Y TE LO VOY A REPETIR! ¡NO QUIERO SABER NADA DE ESOS ENGENDROS! No TORTURES AÚN MÁS MI EXPERIENCIA Y OLVÍDATE DE QUE ALGUNA VEZ HUBO ALGO ENTRE NOSOTROS.

¡NO VUELVAS A CONTACTARME Y MUCHO MENOS TE ATREVAS A ENVIAR COSAS RELACIONADAS CON TUS VÁSTAGOS O DE VERDAD ME VAS A CONOCER!

Hermione estaba en shock mientras veía el vociferador romperse en pedazos. Lo que la hizo salir de su estupor fué un amplio y persistente dolor en el vientre que le hizo soltar un audible jadeo lleno de pánico al ver sus pantalones de pijama completamente mojados y un charco formarse en sus pies.

Y su varita estaba en el segundo piso.

Mayor Que YoWhere stories live. Discover now