—Es fácil pedir que te perdonen, pero jamás has hecho algo para merecer mi perdón —manifestó.

—Es cierto, tienes razón. Pero creo que suficiente castigo tuve con haberme condenado a esta familia. —Era cierto, pero se lo dije en voz alta para poder subir un poco más su ego insaciable, y no lo menciono de manera negativa.

—Por lo menos ahora unas de mis maldiciones se cumplieron, ahora, si me disculpas, tengo que ir a hacer unas cosas. —Carcajeó, triunfal.

—¿A pie? —Enarqué una ceja, mordiéndome la lengua. Agustín se encogió de hombros. Lo había descubierto. Política uno de Agustín Hernández: nunca ir a pie a ningún sitio, le quita lo Aegyo a sus entradas invictas.

—Hay momentos que prefiero no ser visto. —Se colocó la capucha ya que muchas personas lo observan con detenimiento, ya que su fama ahora no era un juego.

—¿Pasó algo?

—No te importa, de todos modos, dile a tu "chica" que te cuente. —Carcajeó y caminé rápidamente a él, sujetándole el brazo.

—¿De qué hablas?

—¡Te dije que se lo preguntes a ella! ¡No a mí!

—¡¿De quién carajos hablas?!

—¡De la rubia mala sangre por la que dejaste a nuestra familia! ¡Aunque ya no sea rubia! —Ya había llamado mucha la atención, nos estaban grabando múltiples personas, y el rostro lo centellaba los flashes de las cámaras; quitándole el eclipse de la luna.

—Agustín... Quiero que te calmes y me digas por favor, de qué hablas.

Él gruñó y siguió su camino, pero seguía repitiendo su nombre, sin importarme la gente que nos seguía y de la malas opiniones que iban a permanecer de nosotros por la gente ajenas a nosotros.

—¡Hablo de la chica que iba a mi disquera! ¡La que cargaba un libro de la biografía de su odiosa familia! ¡Con la que estás amarrado ahora! —me gritó. Los murmullos de la gente no me dejaban pensar con claridad. Me ajusté la corbata, y de reojo encontré a Kester, que se veía cabizbajo, pero a pesar de esto, él se me acercó y me tomó del brazo, susurrando en mi oído:

—El libro del que está hablando, si no me equivoco, es de Mistie, la chica que venía al café para verte.

Lo observé a los ojos, negando con la cabeza. Él me hizo un ademán bajando la cabeza, en signo de disculpa.

—No sé cuántas veces tengo que decirlo. —Agustín estaba tratando de rehuir con la mirada a algunos camarógrafos y periodistas tratando de sacar información de lo que estaba sucediendo—: Poppy está muerta, la chica de qué hablas, no es ella, te lo aseguro. Por cosa de suerte ella me conoce. —Sus ojos denotaron arrepentimiento y parecía que quería caer en mis brazos a llorar en cualquier momento.

—Esa chica es la rubia de antes, no trates de engañarme.

—Hombre, de verdad no es ella —aseguró Kester.

—No, no puedo creerte, ¡eres un mentiroso!

—¡Supéralo de una vez! ¡Eso fue hace casi siete años! —exclamé. Por lo que desorbitó los ojos, dedicándome una mirada de cólera.

Junniper  [Completado] [Editando]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz