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El sonido del televisor encendido era lo único que se escuchaba en la casa. Min Ho se encontraba sentado en el sillón al tiempo que Se Hun estaba recostado con su cabeza apoyada en las piernas del mayor. Se suponía que veían la película que el pelirrosa había escogido un par de horas atrás, después de que cerraran el restaurante en la tienda de renta de videos. La película era del tipo que a él le encantaba: comedia-romántica. Pero Min Ho estaba seguro de que éste no le seguía la trama. Si en ese mismo momento le preguntaba algo sobre ella, seguramente no sabría que responderle. Se Hun estaba tan quieto y atento, que no se atrevía a moverse y mucho menos a decir cualquier palabra.
El celular del menor comenzó a vibrar sobre la mesita que estaba frente a ellos, haciéndolo pegar un brinquito. Se enderezó quedando sentado al lado del pelinegro, tomó el móvil y contestó luego de ver quien lo llamaba en la pantalla.
- Hola hyung.- saludó.
Min Ho agarró el control remoto del televisor y bajó todo el volumen para que el pelirrosa escuchara mejor. Lo miró con atención girándose hacia él. Adoraba aquel par de ojos claros, el brillo que éstos despedían cuando lo miraban a él; Cómo se dilataban aquellas pupilas cuando lo tocaba, acariciaba o besaba, y era él quien lo provocaba. A pesar de que las últimas semanas Se Hun había perdido peso, su rostro aún era hermoso y sus pómulos más prominentes resaltaban aún más sus suaves y rosadas mejillas. Y su boca.. ¡Por Dios!, esa pequeña, rojiza, carnosa y dulce boca lo volvía loco. El sólo verla un poco más de lo que debía, ésta le provocaba, lo invitaba a quererla besar, a quererla morder.
- ¿Min Ho?.- movió el menor la mano derecha frente a su rostro. -¿Estás bien?
- ¿Ah? Claro que sí, pequeño. - dijo removiéndose un poco en su lugar. ¿Quién era?
- Lay huung. Preguntó si podía venir a la casa, viene con Sam y los niños. Quiere que conozcamos a su familia.- explicaba el pelirrosa con una sonrisa nerviosa en su rostro.
- Perfecto. Entonces démonos prisa para preparar la cena.- se levantó, pidió la mano al menor y luego se dirigieron a la cocina. - Podrías preparar ese espagueti que te queda delicioso para los niños.
- ¿Tú qué prepararás?
- Puedo hacer un guiso con la carne de cerdo que hay. Preparar una ensalada o un bol con fruta variada.- decía al tiempo que observaba el interior del refrigerador y veía lo que había dentro. - ¿Qué te parece?
- Me agrada todo. Pero.. los niños.. yo..
- Ey.. Tranquilo.- suspiró. - Estarás bien, no te preocupes. Ellos te adorarán.
- ¿Lo prometes?
- Lo prometo. Eres demasiado fácil de querer, eres encantador. Sólo sonríeles y los tendrás comiendo de tus manos.
