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Me paré en seco y miré cómo Aerin había esparcido su arsenal de bolígrafos de colores y sus cuadernos por su pupitre -y el mío-. Estaba tan concentrada mirarse al espejo cuadrado que tenía en la mano que ni siquiera reparó en mí. Carraspeé para llamar su atención. Ella me miró de soslayo, pero no se movió. Sólo quería que se apartara del medio y me dejara sentarme en mi puñetero sitio. 

— ¿Cuáles son las palabras mágicas? — canturreó.

— Muévete de una vez.

Rodó los ojos. — Las palabras mágicas son ''Aerin, por favor, ¿te importaría dejarme pasar?''

— Muévete de una vez. Por favor. — añadí.

Bufó, echando su melena castaña hacia atrás con una mano y guardando un par de mechones tras su oreja. Me dejó paso. Arrastré la silla de mi pupitre para sentarme mientras me quitaba la mochila bajo la atenta mirada de Soyoung. Sabía que me estaba viendo desde la otra esquina, a pesar de que fingía estar escuchando a su amiga de gafas, la tal Haneul. Crucé una mirada rápida con la primera y me incliné hacia Aerin, que parecía no prestar atención.

— ¿Es normal que me mire tanto?

— Sí. — respondió con frialdad. — También cree que tiene una oportunidad con cualqui... ¿Estás sonriendo a Zorra Dos? — gritó en un susurro. Entornó los ojos, mirándome con algo de rabia, y después hizo una mueca de disgusto.

— ¿Eh? No...

— Qué pillín. — dijo, divertida. Acabó riéndose en bajo. — Ten cuidado. Es como una boa constrictor. Te coge por el cuello y no te suelta hasta que te ahoga... ¿O te va ese rollo?

— La cantidad de gilipolleces que puedes llegar a decir en cinco minutos me deja atónito. — solté. Moví sus bolígrafos y hojas hacia su mesa, saqué mis libros y me fijé en el lóbulo de su oreja. Estaba algo enrojecido y llevaba un pequeño pendiente de más. Enarqué las cejas. — ¿Qué es eso? ¿Un bicho?

Fingí ignorancia, y antes de que Aerin se girara hacia mí, me atreví a apretar el lóbulo de su oreja. Ella empezó a quejarse y a soltar alaridos de niña pequeña. — ¡Ay, ay, me duele!

— ¿Desinfectaste el alfiler?

— Pues claro, idiota. No quiero quedarme a lo Van Gogh.

No había visto a Aerin capaz de coger un alfiler y taladrarse la oreja. En el fondo, muy en el fondo, demasiado en el fondo, me sentí realizado. Un poco realizado y contento. Pero sólo un poco.

— Está demasiado inflamado. Tendrán que amputártela igual. ¿Han visto tus padres tu acto de rebeldía?

Ella hizo un puchero, inflando las mejillas. — Sí. Bueno, no, sólo vieron la sangre que se quedó en la almohada. Parecía la Matanza de Texas  versión reducida. — jugueteó un poco con el pendiente hasta que ella misma se hizo daño. — Pensé que no iba a dolerme tanto.

El suelo retumbó cuando Haneul se acercó corriendo a Aerin. Y no, no exageraba. La primera se apoyó en el pupitre de Aerin haciendo que esta resoplara. No entendía por qué se odiaban tanto. Vale, yo también odiaba a algunas personas sin mucho motivo, pero siempre tenía que conocerlas antes de empezar a odiarlas. Aerin, sin embargo, se regía por la regla del odio aleatorio. No me parecía demasiado correcto que una persona odiara a otra sin apenas saber cómo era.

— Im, Im. — llamó la bajita de gafas a mi compañera — ¿Podrías dejarme los deberes de biología, por favor?

Me sorprendió que Aerin sacara de su carpeta un par de hojas escritas a mano. Se las tendió a Haneul sin rechistar. Ella se las llevó a su pupitre y se puso a copiar los ejercicios como una posesa, ignorando a su compañera de pupitre o al resto de personas que estaban a su alrededor.

First Love » Suga; BTS✔ ¡Segunda parte ya a la venta!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora