t r e s

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Si había una cosa que no me gustaba de los jueves era que tenía matemáticas a primera hora de la mañana. Yo y las matemáticas nunca nos llevamos bien, y más aún si tenía que aguantar a una profesora con voz chillona hablándonos de álgebra a las ocho de la mañana de un puñetero jueves. Pero aquel día de la semana también tenía su lado bueno. En un primer lugar, que fuera jueves significaba que el fin de semana estaba a la vuelta de la esquina, lo cual quería decir que en escasos días podría disfrutar de algún drama encerrada en mi habitación; y en segundo lugar pero no menos importante, los jueves había oferta de pan de plátano en la cafetería. Y el pan de plátano era lo mejor de dos mundos. El pan de plátano era lo que me alentaba a seguir estudiando matemáticas -bueno, quizá no, pero casi-.

Golpeé sin querer a Yoongi con el codo mientras copiaba como loca los resultados escritos en la pizarra antes de que la zorra de la profesora los borrara. Me resultó extraño que nuestros codos chocaran porque ambos éramos diestros y nunca -al menos en las dos semanas que llevábamos de clase- nos habíamos golpeado al escribir. Me giré hacia él con el ceño ligeramente fruncido y ahogué una risilla al ver cómo estaba desplomado en la mesa, como si no pasara nada, durmiendo como un maldito lirón. Supe que no estaba muerto al ver cómo su espalda subía y bajaba al compás de su respiración tranquila.

Miré hacia la profesora antes de dar un suave toquecito a Yoongi en el brazo.

Susurré: — Oye, tronco, despierta antes de que esta loca pegue un grito y-

— ¡Min! — chilló la profesora. Juré que su chillido me perforó los tímpanos, y puede que hasta el cerebro.

Automáticamente, todo el mundo se giró hacia mi compañero de pupitre. Hice una mueca. Ups, le pillaron...

Yoongi no reaccionó los primeros segundos. A lo mejor no estaba acostumbrado a que le llamaran por su apellido, o a que una loca matemática con el pelo revuelto le gritara para despertarle. La mujer bajó de la tarima de madera que se encontraba al frente de la clase, junto a la pizarra, y caminó a base de zancadas largas hasta la mesa de Yoongi. Me quedé lo más quieta posible, recta y tensa, esperando un nuevo chillido atronador que no me rompiera el cristal de las gafas.

Disimuladamente, pegué otro codazo al chico. Yoongi alzó ligeramente la cabeza, con cara de fastidio, pero al ver a la profesora delante de sus narices, se encogió y reprimió un bostezo. Sus ojos oscuros y pequeños brillaban por culpa del sueño, y su flequillo negro se había quedado completamente despeinado.

— ¿Cree usted que puede dormir en mis clases, Min?

— Mmmh... Sí. — respondió con sequedad mientras se frotaba los ojos.

En mi interior, me di un golpe con la palma de la mano en la frente. ¡Estúpido!  Si me había cerciorado de algo en las clases con aquella infernal profesora, era que estaba completamente prohibido contestarle de esa manera. Había que asentir, aparentar estar avergonzado y arrepentido, agachar la cabeza y, sobretodo, no llevar la contraria a la profesora. Pero Yoongi era nuevo, y al parecer no le enseñaban aquellas cosas en la escuela en la que había estado anteriormente.

— ¿Y también cree que tiene la libertad de contestarme de esa manera?

— ¿Es una pregunta retórica o...? — alzó las cejas, expectante. — Estamos en una democracia, así que soy libre. Tengo libertad y puedo hacer-

Di otro golpe a Yoongi. Aquella vez, por debajo de la mesa, en el muslo. Se llevó las manos a la zona dolorida enseguida, pero no soltó ningún alarido. Me miró, y yo le miré a él como diciendo ''cállate de una vez si no quieres quedarte en la calle, gilipollas''.

— Bien, señorito Min. — la profesora se inclinó hacia delante. — Le pasaré esta actitud chulesca por alto si me hace un trabajito extra. Pásese por la sala de profesores esta tarde, sin falta.

First Love » Suga; BTS✔ ¡Segunda parte ya a la venta!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora