Capítulo 4 ...

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POV CHRISTIAN







Otro maldito dia... otro dia más en que no se quién soy. Hace dos años que vivo en la calle esperando recuperar la memoria y al fin saber porqué estoy solo. Pido limosnas para poder comer, solo para eso me alcanza. La gente me mira con lástima, y algunos con desprecio, quizás piensan que no quiero trabajar y hago esto para drogarme. Si supieran que no es así, que lo que más deseo es no volver a pasar hambre ni frío nunca más. Ya no quiero estar solo.
Desde que desperté en ese hospital mis días son un infierno. Recuerdo estar asustado y a una mujer vestida de blanco tratar de tranquilizarme.

-Tranquilo Christian todo estará bien.-

Repetía una y otra vez acariciando mi pelo, pero yo estaba confundido. ¿Cómo llegué ahi?. ¿Y por qué me llamaba Christian?. ¿Quién era ella?.  ¿Quién era yo?. ¿Por qué me acariciaba con tanta dulzura?. ¿Por qué me veía con tanto amor?. Yo no reconocia a nadie y me dolia mucho la cabeza, la mujer se dió cuenta y me dijo que me daría un medicamento para el dolor. Ese día dormi hasta el anochecer, desperté solo y decidí huir. Encontré una muda de ropa, que todavia llevo puesta, un pantalón de jean azul, una remera roja y un suéter negro. Unas converse negras que ya están demasiado rotas, sin medias. En ese momento era verano, o eso había escuchado, pero seguro que no hacia el frío que hace ahora. Despierto todos los días igual , con el mismo vacio en el pecho. Hay días como hoy en los que no tengo fuerzas, me siento aquí en la misma vereda desde hace dos semanas, no se donde estaba antes, pero siempre me muevo de lugar ya que a la gente parece incomodarle mi presencia, y no los culpo... yo muero de hambre y de vergüenza todos los días un poco más. Aquí encontré una señora llamada Gail que me trae de cenar todas las noches, su comida es deliciosa y calentita. Le agradezco a Dios por ella. La gente de aquí no le conmueve mucho ver a alguien en mi estado. Creo que tendré que volver a irme. Aunque extrañaré la comida de esa señora.
Anoche Gail se me acercó con un hombre alto y musculoso, cuando lo vi entré en pánico. Pensé que era un policia que venía a llevarme, ya me ha pasado innumerables veces. Asi que trate de huir, pero al momento en que Gail se dió cuenta de mis intenciones me tranquilizó diciéndome que era su marido. Me quedé en mi sitio y ellos se acercaron, ella me entregó una vianda bien envuelta y al momento de tomarla pude sentir el calorcito que emanaba de ella. Sonreí agradecido, y mi estómago vacío también lo hizo. Luego el hombre quizo darme ropa, pero no podia aceptarla. Ya era mucho lo que hacía esa mujer por mi. En éstos dos años me encontré con muy poca gente como ella. Y cuando lo hago no me gusta abusar.

Ya es de tarde, pero no sé la hora, ni el día. No sé leer, o mejor dicho no lo recuerdo. Estoy sentado en el mismo lugar con la mano extendida hacia la gente que pasa ignorandome y pensando o mejor dicho tratando de recordar algo. Hasta el momento llevo juntado seis dólares, creo que me alcanza para un café, amo el café, siempre que me alcanza me compro uno. Y aveces es lo único que ingiero en todo el día.

De noche duermo en un callejón desolado tapandome con una frazada mal oliente que encontré allí. Algo es algo.
Ya casi está oscureciendo y decido ir por mi café, quizás el despensero se apiade y me de un panecillo también.
Me levanto del frío suelo y me dirijo hacia el bar de la esquina, por lo menos el chico que atiende ya me conoce, y no me echará a patadas como suele pasarme. Ingreso al local y lo diviso a Julian, como me dijo que lo llame un día. El lugar está casi vacío salvo por las mesas del fondo dónde se encuentra una familia al parecer de dinero, ya que están muy bien arreglados, ellos parecen no darse cuenta de nada a su alrededor, ya que discuten acaloradamente y una señora llora abrazada a una joven de pelo corto negro.
Me concentro en Julian y le entrego el dinero que recaude hoy. Él lo toma sin problemas y me sonrie.

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