Peter, el guardaespaldas de Adele, condujo hasta el aeropuerto. Adele se tuvo que quedar en la camioneta para evitar algún incidente con paparazzis o algún rumor. Esas cosas eran las causantes de nuestras peleas. Las limitaciones por los paparazzis. Una de ellas fue cuando nos mudamos porque los paparazzis descubrieron donde vivíamos; Adele ya no podía ni salir a sacar la basura sin ser atacada por cámaras y flashes.

Bajé acompañado de los dos niños y buscamos por todos lados.
—Papá quiero uno quiero uno—dijo Melody viendo unos pequeños peluches en una tienda.
—Emmm vamos a verlos—dije tomándolos de las manos. Melody y Angelo estaban viendo los juguetes mientras yo veía al rededor buscando a Sam. Lo vi batallando con su maleta a unos cuantos pasos de la salida.
—Miren. Ahí está el tío Sam.
—¡Tío!—gritó Melody y se lanzó a correr junto con Angelo.
Sam los vio y sonrío ampliamente. Se puso de cuclillas y los abrazó a ambos.
Traía puestos sus lentes de sol y una gorra, también por el mismo tema de los paparazzis.
—Ten—Melody le dio la carta.
—Gracias pequeña hermosa.
—Hermanito—dije acercándome a ellos.
—¡Hermano!—me dio un gran abrazo—. Oye pero como han crecido estas criaturas extrañas—dijo revolviendo el cabello de Angelo. Eso lo hizo reír.
—Has estado lejos mucho tiempo jaja.
—Parece que fue ayer cuando esta pequeñita se chupaba el dedo mientras me decía adiós este mismo aeropuerto.
—Jajajaja ya no tío Sam—dijo Melody sonrojada.
—Ven hermano vamos a llevarte a tu casa.
—Gracias hermano. ¿Listo para tu cumpleaños campeón?
—¡Si! Será estupendo—dijo Angelo emocionado ayudando a Sam con su maleta—. Papá y yo nos vestiremos de piratas y vamos a hacer que la casa del árbol sea un barco pirata.
—Wow ya quiero ver eso—dijo Sam riéndose.
—A peanut le gustan demasiado los piratas.
—Y mi mamá compró un videojuego de piratas. Es fabuloso. Mis amigos mueren por jugarlo.
—Oye yo también quiero jugarlo—dijo Sam
—No vencerás a mi papá. Su récord es invencible.
—¿Ah sí? Ya veremos—dijo Sam viéndome.
—Jajaja ya veremos. Oye, ¿llamaste a Gabriela?—le dije.
—Si, dijo que saliendo del trabajo me verá en casa.
—Excelente.
—Papi—dijo Meldoy tomando mi camisa.
—¿Si?—dije viéndola.
—¿Puedo tener uno? Ese rosa de ahí—era un pequeño oso blanco con un tutú rosa.
—Preguntemos cuánto cuesta—dije siguiendo a mis hijos adentro de la tienda. Sam entró con nosotros.
—El pequeño osito cuesta diez libras—dijo el chico que atendía la tienda.
—Wow... Esta bastante... Caro.
—¿Qué te preocupa a ti hijo? Con una esposa cantante—me congelé al escuchar esa voz. Melody y Angelo voltearon al mismo tiempo que yo. Mi decrépito padre estaba ahí parado. Viéndome con una sonrisa.
—¿Qué... Haces...?—dije intentando no perder la compostura.
Sam volteó a vernos y se congeló. Vi como apretaba los puños.
—Buscando empleo... La tienda de la gasolinera cerró y pues... Vine a probar suerte. Pero ¿tú preocupándote por unas insignificantes libras? ¿Qué no tu esposa es famosa?
Volteé a ver a Sam. Él me vio y comprendió.
—Vámonos niños—dijo tomando a mis hijos de la mano.
—Pero... El osito—dijo Melody.
—Ahorita compramos uno en otra tienda—dijo Sam.
—Oye ese es Sam—dijo mi padre siguiendo mi mirada. Sam ya estaba afuera de la tienda—. Que cambiado, aún recuerdo cuando estaba en pañales.
—Lo recuerdas porque fue el único momento de su vida en el que lo viste—dije enfadado.
—Bueno tienes razón. Pasaron muchas cosas. Pero míralo ahora, millonario, y no me da nada de dinero.
—¿Qué? ¿Estás hablando en serio? ¿Cómo por qué mierda te va a dar dinero? Si tú nunca nos diste ni un mísero centavo, eras un bueno para nada... Eres un bueno para nada. Mi madre conseguía todo el poco dinero que te gastabas en tus estupideces. Te tengo lástima porque sigues siendo el mismo fracasado.
—Que curioso. Eres idéntico a mi.
—Ni lo quiera Dios—dije repugnado.
—Tu también dependes de tu esposa. ¿Qué cosas tiene la vida verdad? No me vengas a gritar que soy un bueno para nada porque me estás gritando tu propia verdad.
Me quedé callado intentando calmarme.
—Sabes que tengo razón Simon. Podrás tener una esposa millonaria pero tú sigues siendo el mismo joven tonto y pobre que eras antes. Piénsalo. Tu esposa gana millones y tú, apenas el salario mínimo.
—Cierra la boca, eso no...
—Siempre has intentado salir de pobre y no puedes Simon. Yo por lo menos ya me resigné a esta vida pero tú no. Y que tu hermano menor triunfe y tú no. No me tengas lástima, mejor preocúpate por ti.
—No sabes nada de mi ni de mi vida así que cierra el hocico de una jodida vez.
—Eres igual de patético que tú madre.
—No hables así de ella desgraciado infeliz. ¿Sabes qué debería de hacer en este momento? Matarte. Para que pagarás por lo que hiciste. Nos arruinaste la vida. Pero no soy igual que tú, no lo soy.
Estaba por irme para no armar una escena más grande. Gracias a dios que la tienda estaba sola y el joven se había ido detrás del mostrador con sus audífonos.
—Me encanta como te aterra aceptar tu realidad. Pero lamento decírtelo hijo. Eres igual que yo.
Salí hecho una furia de la tienda. Subí a la camioneta aún con la respiración entrecortada.
—Papi ¿y mi oso?—dijo Melody en cuanto cerré la puerta. Volteé y al ver su carita estuve a punto de derrumbarme.
—Lo siento. Vendremos por el otro día—dije respirando con dificultad.
Levanté la vista y vi a Adele viéndome preocupada.
—¿Estas bien?
—Si... Todo bien.

Then and now... And always Where stories live. Discover now