Capítulo 3

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Dejó escapar el más profundo de los suspiros mientras cerraba la puerta tras de sí. Toda la noche había estado intentando algo que aún no había conseguido, su fin. Minutos antes se había metido en el baño, había cogido a una de sus amigas, la más peligrosa, y se puso delante del espejo. Cerró los ojos y levantó la mano. Suspiró un par de veces antes de depositar la cuchilla en su muñeca y cuando al fin consiguió apretar y las pequeñas gotas de sangre bajaban por su brazo, hubo algo que la incitó a parar, algo que le dio esperanza.

Cuando mi novio me dejó, yo dejé de comer. Mis problemas aumentaron, ya no eran solo familiares. No tenía amigos, no tenía unos padres de verdad, no tenía novio, no recibía amor por ninguna parte. Los cortes empezaron después. Estuve dos semanas sin comer y perdí 5 kilos. Después seguí hasta llegar a las 5 semanas sin comer y empecé a quedarme aún más delgada. Mis padrastros me llevaron al médico y me diagnosticaron anorexia, aunque yo no les hice mucho caso. Intentaron hablar conmigo y hasta comían a mi lado, siempre estaba supervisada. Cuando terminaba de comer iba al baño y vomitaba, los muy inútiles no se daban cuenta.
Los cortes llegaron, llegaron cuando mi padrastro me pego una paliza, una paliza que no me merecía. Me tiró al suelo y se subió encima. Me agarró de los pelos y tiró hasta casi arrancármelos. Mi madrastra se quedó mirando sin ayudar, apoyada en la puerta del salón. Desde ese momento perdí el poco cariño que les tenía.
Las peleas fueron continuas, día sí, día no y yo no aguantaba más. Me encerraba en el baño durante horas y me arrancaba la piel de la forma más común. Cuando la sangre corría me sentía mejor, me liberaba y me desahogaba.

Y es que, se volvió tan fría que hasta ella misma tiritaba.

La puerta estaba encajada y el psicólogo Fernando acababa de entrar, no me había dado cuenta.

-Buenos días Lynn, ¿que tal?- pregunta mientras saca todos los papeles.

-La misma mierda de siempre, y tú, ¿cómo estas?

-Pues la misma mierda de siempre.

-No me vas a parecer más guay aunque utilices mis palabras si es lo que pretendes.

-No pretendo ser guay, es que soy guay- dice poniendo morritos y se ríe, aunque yo no lo hago.

-Bueno.. ¿que vamos a hacer hoy?- digo para cambiar de tema.

-Háblame de ti- dice tranquilo con las manos entrelazadas.

-¿De mi? ¿Qué quieres saber?

-Dime que te gusta y que no, como te ves, que opinas sobre ti..

-Me gusta la oscuridad, estar a solas, leer un libro o mirar las estrellas. No me gusta la gente en general, ni la comida, ni los hospitales. Me veo patética y desgraciada aquí encerrada cuando debería estar estudiando.

-Mmm está bien, sabes que podrías estar estudiando si pusieras de tu parte para dejar esto.

-Sí, lo sé.

-¿Entonces?- pregunta y me empiezo a cabrear.

-¿Entonces qué? ¿Crees que esto es fácil? ¿Crees que no quiero irme de esta puta mierda? Llevo años haciendo lo mismo, llevo años sufriendo y desahogándome de esta manera que es la que sé. No puedes pretender llegar aquí y en 5 minutos resolver mi vida, eres psicólogo no mago- digo mientras Fernando me observa con los ojos abiertos aunque no parece sorprendido.

-¿Sabes qué?

-¿Qué?- digo cruzándome de brazos.

-Empieza por hacer lo más difícil, perdonarte a ti misma- dice y se va dejándome sola en la habitación con un enorme vacío.

Después de una larga siesta cojo mi diario y recuerdo el día en el que me largué de casa.
Todo pasó el año pasado cuando mi "padre" me dio la peor paliza de mi vida. Recuerdo que cuando lo vi eran las 10 de la noche y cuando volví a abrir los ojos eran las 1 de la madrugada, seguramente me quedaría inconsciente.
Todo fue porque llegué a casa 15 minutos más tarde, venía de estar con "mis amigos" y él estaba borracho.

-¿De dónde vienes?- preguntó echándome el aliento a alcohol en la cara.

-Ya te lo he dicho, de dar una vuelta con mis amigos- conteste y me dirigí a mi habitación.

-¿A donde te crees que vas?

-A ponerme el pijama y a dormir.. Mañana os ayudo a lo que queráis- dije y seguí hacía delante.

-¿Quién te has creído para darme la espalda? ¡Te estoy hablando!

-¡Pero si ya hemos terminado de hablar!

-Habremos terminado cuando yo lo diga. ¿Has bebido?

-No papá, pero tú si, por eso es mejor que descanses y mañana ya hablamos.

-¡Que no me mandes!- dijo y tiró la botella de cristal al suelo que se partió en pedazos. Asustada di dos pasos hacía atrás, ya sabía lo que venía.

-¡Eres una imbécil, no sirves para nada! Aquí estamos tu madre y yo siempre haciéndolo todo y tú con tus amigos, ¿te parece bien?- dijo y no esperó-. A mi tampoco, así que o cambias o te enteras.

-No eres nadie para mandarme, ¿me oyes? ¡Y no digas que lo hacéis todo porque sois unos falsos, me tenéis de criada y de perro y no aguanto más!- dije y corrí escaleras arriba pero no fui lo suficiente rápida, me cogió de los pelos y me tiró hacía atrás haciendo que me clavara todos los escalones. Luego me pisó y me dio patadas por todo el cuerpo. Cuando vio que ya casi ni respiraba fue entonces cuando paró.
Cuando me levanté salí de casa corriendo, no cogí ni ropa ni dinero ni comida, solo pensaba en salir de allí porque aveces uno no sabe a dónde va pero sí a dónde no quiere volver y yo eso lo tenía claro.
Corrí por las calles y me acordé de Anne, una mujer mayor a la que le encantaba de pequeña, siempre me sacaba al parque a jugar y me contaba cuentos. Pegué en su puerta varias veces hasta que me abrió. Llorando me tiré a sus brazos que sin ninguna pega abrió para mí y me dio un techo en el que dormir sin tener que darle explicaciones. A la mañana siguiente, después de descansar le conté lo que ocurrió anteriormente y accedió a dejarme vivir allí antes de prometerle tener la casa limpia y no darle problemas. Todo fue bien hasta este año cuando la policía me encontró. Les expliqué lo sucedido y aunque a Anne no la culparon y la dejaron en paz a mí me metieron en esta mierda llamada psiquiátrico.

Mi nombre es LynnWhere stories live. Discover now