Capítulo 2

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16 de Febrero de 2007

La pubertad nunca fue buena para ningún niño y yo no iba a ser la excepción. No me salieron granos pero si crecí y me crecieron las tetas antes que a ninguna, supongo que por eso estarían celosas pero es algo que nunca podré olvidar.
Salí de clase directa al cuarto de baño porque pensé que me había bajado la regla. Entre y cerré la puerta con pestillo. Cuando estaba sentaba oí unas voces, eran ellas, mis compañeras las envidiosas.

-Lynn, ¿estás aquí?- dijo la rubia que era la que más asco me daba.

-No mereces que todos se fijen en tí- prosiguió la morena y ambas empezaron a reír.

No volví a escuchar sus voces, solo un toqueteo en la puerta y risas flojas que se iban disipando.
Cuando me levanté y tiré de la cisterna no podía abrir la puerta, estaba encerrada. Me eché hacia atrás e hice lo que hacen en las películas, pegar una patada pero no funcionó. Un olor a quemado me entraba por la nariz y el humo se extendía por el baño. Cada vez empezaba a toser más y el aire se contaminaba volviéndose grisáceo.

-¡Socorro! ¡Socorro! ¡Ayuda, el baño se quema!- grite con todas mis fuerzas. Pegue golpes en la puerta hasta hacerme daño en los nudillos pero no servía de nada y no entendía por qué nadie se daba cuenta.
Oí unos pasos y sentí alivio, venían a salvarme. Con dificultad alguien abrió la puerta y en ese momento le desee lo mejor que pudiera recibir.
Cuando la puerta se abrió no me dio tiempo a reaccionar muy bien y caí al suelo.
Cuando abrí los ojos me encontraba en el hospital. Allí estaba el chico que me salvó, a mi lado agarrándome de la mano. Era la única persona que estaba allí conmigo ya que ni mis padres se dignaron a venir.
Lo primero que hice fue sonreírle mientras me fijaba en su rostro, moreno, delgado, ojos marrones y una sonrisa preciosa, de veras.

-¿Estás bien?- me preguntó inmediatamente.

-Sí, muchas gracias- le dije y cerré los ojos. Su cara me sonaba demasiado e intente recordar pero de nada sirvió.

-¿Tus padres van... Van a venir?- dijo mirando los sillones vacíos esperando mi respuesta. Negué con la cabeza y se acerco hasta mi frente para darme un beso.

Ese chico sin querer me dio uno de los mejores momentos de mi vida y eso él no lo sabía.

Cierro mi diario y dejo el papel sobre la mesa. La puerta se abre y viene de nuevo Alice la pesada, como yo la llamo para ver como estoy.

-Hoy tengo noticias nuevas- dice dando una palmada-. Viene el psicólogo.

-Anda que bien- digo sarcásticamente.

-Lynn aprovecha la oportunidad, habla con él y cuéntale como te sientes.

-Eso es fácil.. Como una mierda- digo y le sonrio.

-Vale pero intenta ser más amable con él ya que conmigo es imposible- me quedo callada y se marcha.

A los cinco minutos la puerta se vuelve a abrir y tengo ganas de estamparle algo en la cabeza al que sea. Lo sé, tengo que controlarme.

-¡Hola! Soy Fernando, tu psicólogo, vamos a vernos 2 veces a la semana o incluso 3 depende de como tú quieras.

-Por mi como si es la última vez que nos vemos- digo y me siento en la cama.

-Esta actitud no me ofende, no eres la primera persona que me habla así- dice y saca una libreta. Yo abro los ojos como platos y me cruzo de brazos.

-No voy a hablar, que lo sepas- digo y él me mira fijamente.

-Está bien.. Entonces me voy y tú te quedarás aquí unos tres o cuatro meses más.. Y eso con suerte- dice levantándose de la silla.

-¡Vale! Responderé a tus preguntas pero no hagas muchas.

Mi nombre es LynnWhere stories live. Discover now