Asiento con lentitud.

Los agarres que mantienen mis brazos sujetos a la cama se liberan poco a poco, y, tal y como dice el médico, respiro con lentitud, sintiendo como el aire que ingresa a mis pulmones quema todo a su paso.

—¿Recuerdas todo lo que ocurrió antes de que perdieras la conciencia? —Pregunta, observándome con atención.

Es cuando la bruma de imágenes invade mi cabeza; Colín sacándome a rastras de la universidad, el arma, los golpes contra mis rostro...

—É-él... la violo —digo, con dificultad—. ¿D-dónde está D-Dash?

—Primero deberán hacerte unas cuantas pruebas, ¿está bien? —asiento, sintiéndome como una niña pequeña. Tenía que hablar con Dash. A pesar de saber que se pondría como toda una bestia, él tenía derecho a saberlo, él tenía que saber sobre Colín.

El médico se marcha minutos después de que mi respiración se ralentiza y las enfermeras no se tardan en cumplir con su trabajo. Dos de las cuatro que habían ingresado momentos antes, se marchan, dejando a las otras dos cumplir con su trabajo.

Ambas se encargan de no moverme tanto y hacer las preguntas que, supongo, deben realizarse. Me hacen preguntas desde mi nombre, hasta la última comida que había ingerido antes de lo ocurrido.

Para cuando terminan, media hora más había transcurrido. Sus palabras de despedidas son suaves, y me hacen saber que estarán de vuelta más tarde.

Agradezco en voz baja, observando como la puerta se cierra detrás de ellas, dejándome completamente sola en la habitación de hospital.

¿Qué diablos había ocurrido luego de que Colín me dejara en aquel lugar? Los recuerdos son casi invisibles, e intentar ir a por ellos en lo más recóndito de mi mente hacía que el dolor aumentara.

No había olvidado las palabras de Colín, tampoco había descartado el hecho de que el chico gentil que se me acercó el primer día que llegué a la universidad era un Miller.

Colín era hijo de Richard.

Después de todo, no estaba tan equivocada referente a Amana. Ella también había sufrido al igual que yo, ella también tenía miedo...

Trago duro.

Ella necesitaba sacar todo lo que estaba guardando, ocultarlo en lo más profundo de su ser solo lograría empeorar su comportamiento, y no solo eso.

No sería capaz de formar una familia en un futuro próximo.

La puerta de la habitación se abre, arrancándome de mis pensamientos y todo parece caer en su lugar cuando la alta e intimidante figura de Dash ingresa en el lugar.

Mi boca se abre, pero él simplemente hace una amarga mueca cuando sus ojos caen sobre mi rostro. Está a punto de decir algo, pero se mantiene en silencio. Es cuando dejo que mis ojos paseen por su rostro, y me encuentro con grandes y notables hematomas en su mejilla y una cortada en su nariz. El mismo lugar donde antes se encontraba el pequeño aro que solía usar.

—Estás hecha un asco —dice, su voz está ronca, y no parece dudar cuando se acerca a mí. Su gran palma toca mi mejilla con cuidado. Me toca como si se tratase de una muñeca de porcelana. Parece temeroso de tocarme; de hacerme daño—. ¿Qué diablos pasó?

—Colín —respondo. Siento pesadas lágrimas formarse en mis ojos, pero lucho contra ellas. No quería llorar, pero tener a Dash frente a mí me hacía sentir vulnerable—. Él...

—Es hijo del malnacido de Richard —dice, su voz suena más dura de lo que su toque es. En realidad, la tensión que parece estar sobre sus hombros no se transmite a mí. Es como si él se encargara de mantener todo lo malo lejos de mí—. Ethan lo investigó.

BAD GUYS I: AGGRESSIVE © |EN EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora