—¿Qué?

—El imbécil está hasta el culo de borracho, Holly —Ojos azules caen sobre los míos y noto la duda instalado en ellos—. Puedo ir y...

—Iré yo —Lo corto, ganándome una mirada que no logro entender del todo. Parecía asustado, pero también estaba listo para detenerme—. No necesito la mierda de Dash haciéndome daño, Colín, él no me lastimaría nunca.

—Holly...

—¡Colín! —Alguien grita, captando la atención del rubio. Este no duda en desviarme de su punto de atención y tomo aquel espacio de tiempo para alejarme de él y hacer el camino hacía mi auto.

—¡Holly espera!

Hago caso omiso a la voz del primer amigo que había hecho en la universidad y apresuro mi paso para llegar al auto.

Esa mañana, al despertarme, lo único que había obtenido por parte de Dash era un corto mensaje diciendo buenos días. No me había sentido mal, sin embargo. Esa era la manera en la que él demostraba su cariño.

Pequeñas cosas que para él tenían un significado muy grande.

Subo a mi auto seguida de la mirada de Colín. Él se había ganado parte de la confianza de Dash, pero, aun cuando intentaban tener un lazo por mi causa, notaba la reticencia que ambos se tenían.

Dash no confiaba en que Colín estuviera a mí alrededor y, Colín, no confiaba en que me encontraba segura junto a Dash.

Ambos parecían estar trabajando en contra de sus verdaderas personalidades, lo que me incomodaba un poco. No quería ser la causante de una discusión más grande entre ellos.

Observo al rubio sacar su teléfono con rapidez, ignorando al chico que está a su lado, quien parece estar saliéndose de sus casillas. Sé que no está hablando con Dash, porque, ciertamente, él no le respondería las llamadas.

Tal vez estaba buscando a Elton... o Mathew.

Mi pie se presiona contra el acelerador cuando logro salir del estacionamiento y, sin pensarlo dos veces, tomo el camino que da a casa. Tardaría al menos unos diez minutos y cada uno de ellos contaba si se traba de Dash.

Tener en mente la conversación que había tenido con él durante toda la noche, solo hacía que el malestar en mi pecho se acrecentara. Él no estaba bien. Dash nunca parecía estar bien. Él escondía más de lo que una persona normal podría hacerlo. Guardar emociones nunca resultaba en nada bueno.

Al momento de explotar, no sabría cómo controlarse. Mucho menos una persona como Dash Barton.

Mi teléfono suena, pero lo ignoro por completo, no queriendo distraerme en mi meta de llegar a Irolic.

El recuerdo de la primera vez que vi a Dash invade mi mente. Aquella dura mirada que prometía problemas, aquella expresión enojada que acompaña su rostro y la sonrisa ladeada que podía hacer temblar mis rodillas en menos de un minuto.

Tenía miedo aquella vez, pero, con el tiempo, él había demostrado ser una buena persona. Él se preocupaba por mí, aun cuando solo se comportaba como un neandertal.

Suelto un suspiro.

Quería que él estuviera bien. No quería tener ninguna sorpresa en mi primera visita a aquel bar.

Al menos, diez minutos después, estoy estacionando mi auto frente a la cafetería en la que trabaja James, pero paso por alto aquel detalle cuando distingo la motocicleta roja de Dash.

Trago duro y tomo una lenta respiración cuando opto por dar el primer paso hacía el bar. Para ser medio día, la música estaba más alta de lo normal y el ruido proveniente del interior es tan claro que soy capaz de ver la montaña de testosterona caer sobre mí.

BAD GUYS I: AGGRESSIVE © |EN EDICIÓN|Where stories live. Discover now