Capítulo 7

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—¿Estás seguro de que no hay problema con tu amiga? —Enarcó una ceja, dubitativa, apartando su atención del celular para mirarme fijamente a los ojos.

—Sí, muy seguro —respondí con total honestidad.

Hizo una rápida anotación con los dedos y me lo devolvió con la pantalla bloqueada. No quise revelar la curiosidad que me calaba por ver lo que había escrito, por lo que metí de nuevo el aparato en mi bolsillo, fingiendo restarle importancia.

—Bueno... —Su actitud se transformó, pasando de ser una chica sobria a una con un mirada juguetona que me analizó detenidamente de pies a cabeza—, entonces esperaré tu mensaje.

No me dio oportunidad para responder, pues de inmediato dio media vuelta para regresar por el mismo camino, ondeando su largo cabello castaño y contoneando su cadera con la suficiente sensualidad mientras subía las escaleras para mantener mis ojos sobre ella hasta que desapareció al dar vuelta en uno de los pasillos.

Por fin estaba completamente convencido de su provocación, pero no haría nada al respecto hasta estar seguro de a qué me enfrentaba. Apenas conocía a la chica, y no quería enredarme en alguna clase de conflicto. Primero debía investigar si no estaba saliendo con alguien.

* * *

Al ser hijo único estaba acostumbrado a la parsimonia y soledad de mi hogar por las tardes después de la escuela. Mi madre llegaba hasta las cuatro, lo que me dejaba casi dos horas para mí solo. Me gustaba usar ese tiempo para recostarme en silencio en mi habitación y descansar, o para ver alguna serie o película. Sin embargo, aquél día llegué a casa en compañía de una chica que no dejaba de reírse de mis bromas a pesar de que argumentara estar furiosa conmigo.

Abrí la puerta principal y dejé que Ana entrara primero. Miró hacia todos lados, incapaz de ocultar su curiosidad. Dejamos las mochilas sobre el banco de la sala y la llevé hacia la cocina. Aún se mostraba malhumorada, pero noté que le costaba trabajo mantener esa faceta, pues su sonrisa era un gesto que la caracterizaba por su permanencia.

Se acomodó en uno de los taburetes de la barra y recargó los codos sobre ella, inclinándose hacia adelante para descansar el mentón en sus manos.

—¿Qué vamos a comer?

Me asomé dentro del refrigerador, el cual estaba casi lleno, había una gran variedad de alimentos, ya que los domingos por la tarde mi madre y yo íbamos al supermercado a surtir la despensa, por lo que teníamos una vasta cantidad de opciones para elegir. La realidad es que había pensado en preparar un platillo complejo, de esos que aparecen en la portada de los libros de cocina, pero quería evitar cualquier error que pudiera fastidiar nuestra tarde juntos, por ello lo consideré de nuevo y opté por no arriesgarme demasiado. Prepararía algo sencillo, pero delicioso.

—Podemos asar pollo, cortar unos vegetales, y preparar pasta con salsa de tomate —comenté, no muy seguro de que fuese a gustarle la idea.

—De acuerdo —dijo con una sonrisa.

Saqué los ingredientes y los coloqué sobre la encimera frente a ella. Ana se levantó de su asiento y ambos nos lavamos las manos. No era muy bueno cocinando, sabía preparar los platillos más simples y algunos que no requerían de complicados procedimientos. Ella, en cambio, parecía desenvolverse con naturalidad, sorprendiéndome con sus dones culinarios y la facilidad con la que manejaba los instrumentos; picó los vegetales con rapidez y puso el pollo sobre la plancha en la estufa, agregando las mismas especias que consideré desde un inicio. Se le daba bien aquella labor, aunque me hizo sentir insuficiente y mezquino, pues se suponía que debía ser yo quien le cocinara a ella y no viceversa, pero no me quejé, al percatarme de que estaba disfrutando de la actividad en mi compañía.

Para la chica que siempre me amóOù les histoires vivent. Découvrez maintenant