Capítulo 10

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BIANCA

Volví a sonreirle a Ariel cuando vi que Dante me miraba a través del retrovisor. Era el único con el que aún no había mantenido una conversación en todo el trayecto. Pese a que mi madre me había preguntado cientos de veces si estaba segura, y de yo haberlo confirmado, todavía recibía cientos de mensajes suyos además de un correo de confirmación de la universidad de la que recibiría las clases online.

Tenía muchas ganas de llegar, hacía un tiempo que no salía de mi casa y este viaje para mí era necesario. Un cambio no estaba mal de vez en cuando. Dereck hablo conmigo antes de marcharme, se preguntaba el motivo de mi marcha. Siendo sincera ni yo misma estaba segura de lo que estaba haciendo, todo era cuestión de que me apetecía, en parte también por orgullo. No pensaba permitir que un lobo me dijera que hacer y además era muy amiga de Ariel y hacía tiempo que tenía pensado ir a visitarla un tiempo a su casa ¿por qué no prolongar la estancia? Y tendría más cerca a los mellizos, debería pasarme en cuanto me instale. 

Los padres de Ariel y Dante parecían convencidos de que pasaba algo entre nosotros, me imaginaba que sabrían algo, pero cuán equivocados estaban. De momento, lo que más de menos echaría sería la casa de mis padres cazadores. Aquel lugar de refugio, siempre se echaría en falta.  

La mancha de sangre volvía a estar allí, le recorría desde el abdomen hasta la pierna izquierda. Se la veía espesa y muy roja, moría desangrada. Parpadeo varias veces e intento mover sus brazos pero no pudo. Las  manos estaban atadas con una cuerda alrededor de un árbol.

Sintió como esta vez la apuñalaban en el brazo. Una sonrisa siniestra y desdentada le sonreía de forma perversa. La navaja se movía en su interior y notaba como perdía muchas más sangre, esta vez más rápido. Lo último que pudo ver fue a un muchacho en su misma situación, en frente suya, parecía que la llamaba.

  ─ ¡Irina! 

Desperté con un grito. Ya no estaba en el coche, y era de noche. Debí de quedarme dormida en medio del trayecto. Noto unas manos reconfortantes sujetando a las suyas, era Dante. 

  ─  ¿Estás mejor? ─  Asentí sin saber muy bien que responderle, aquello que me pasaba no era normal en absoluto. Temía haber hablado en sueños porque había dejado de compartir todo aquello que me ocurría, no quería que la tachasen por loca.

  ─ ¿Todavía tienes pesadillas?

Susurre un leve si, antes de agachar la cabeza y recogerme el cabello en una coleta alta. El pelo en la nuca me estaba dando demasiado calor.   

 ─ ¿Qué hora es?─  pregunte de manera inocente e intentando cambiar sutilmente de tema. 

─  Son las diez, ¿quieres que te traiga algo?  

─  Que va, gracias. ─  Lleva la misma ropa que en el coche. Mi maleta y mi mochila estaban al lado de un sillón azul, pero también había otra que no era mía. Alrededor de la habitación también había chaquetas tiradas y en la cómoda varias colonias de hombre. 

─ ¿Donde estamos?

─  En mi casa.  

─ ¿En qué parte? Estúpido.  — le insulté. 

─ Este es mi cuarto. 

─  ¿Y por qué estoy aquí? ─  Normalmente me quedaba en el cuarto de invitados o en el de Ariel y dormíamos juntas. 

─ Pues como mis padres se piensan que estamos juntos, te han instalado aquí. ─ Le miré perpleja, esto debía ser una broma. ─ Bueno no es que lo piensen, es que estamos juntos en esto compañera así que buenas noches. — beso mi mejilla — Por cierto, te he puesto ahí pero luego me he dado cuenta de que ese es mi sitio preferido para dormir, así que te tendrás que quedar con el derecho, espero que te parezca bien. 

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Lobo salvajeWhere stories live. Discover now