Capítulo 39.

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Cojo mi gigante maleta naranja y empiezo a recoger todo rastro de mí en la habitación, quiero que se quede vacía, completamente vacía y no quede rastro de que he vivido aquí.
Abro el armario, sacando una por una todas mis prendas, hasta que no queda ni una, también despejo la estantería de libros, adornos, regalos, fotos... Miro una de ella con más detenimiento, una que salgo con papá, me tiene en brazos, puede que tuviera cuatro o cinco años. De hecho, solo me queda esa foto suya, mamá no ha sido capaz de darme ninguna más. Conociéndola, seguro que las ha tirado. La guardo con cuidado sobre la ropa, no permitiría que se me rompiera el último recuerdo de mi padre.

Solo me queda mi mesita, donde, por sorpresa, veo el book, el mismo book granate que Hugo me había regalado hace ya unas semanas.
Lo cojo con cuidado, con ambas manos, retengo la respiración sentándome en la cama y abriendo la primera página.
Ahí están las mismas fotos, las de la playa, las recuerdo con una sonrisa. Hugo ha hecho cosas increíbles por mí, ¿cómo he podido ser tan tonta y perderlo?
Sigo pasando páginas, ¡pero si está lleno! ¿Cuándo ha podido hacerme todas estas fotos?

Empiezo a hojear página por página con cada vez una sonrisa más grande en la cara.
Hay fotos mías bailando con mis amigos, en la fiesta de cumpleaños, salgo con la boca abierta y parece que estoy saltando.
La siguiente página es de alguna vez que salí de la ducha, con la toalla rodeando mi pecho, el pelo completamente mojado... ¡dios, si ni siquiera parecía yo! ¿Cómo ha podido Hugo hacer algo tan increíble de mí?
En algunas salgo dormida, abrazada a Humel, el oso de Hugo, me hubiera pegado un tiro si llego a tirarlo, tal y como pensé hacer cuando creí que Hugo me había hecho... eso que ya ni me apetece mencionar.

Las que verdaderamente me hacen reír de felicidad son las últimas, somos Hugo y yo en la cama, en todas salgo dormida y él en una de ellas me besa la frente, en otra es él el que se abraza al peluche, la tercera parece que los dos dormimos, aunque claramente él no lo hacía, ya que estaba echando la foto. Me gusta mucho una en la que me acaricia la mejilla, o la última, en la que me besa los labios.

¡Cómo lo echo de menos y qué tonta he sido! Recuerdo cómo sentía cada uno de sus besos, o su tacto, o su sonrisa, sus ojos mirándome divertidos cuando hacía o decía cualquier barbaridad.
Mi Hugo... no quiero perderte, ¿será demasiado tarde?

Voy a cerrar el book cuando lo que parece una carta cae de su interior. La recojo del suelo y la desdoblo para empezar a leer, es la letra de Hugo.

Para Mel.

Hola pequeña, no sé cuándo leerás esto, ni siquiera sé si lo vas a leer o lo vas a tirar a la basura, o por la ventana, ya sabes... algunas veces es imposible saber lo que piensa esa cabecita tuya.
Espero que te guste el book, está hecho con todo mi cariño, pequeña. En él se proyectan todas y cada una de tus cualidades, de tus personalidades.
¿No crees que es perfecto?
Por ejemplo, las primeras, nuestro viaje a la playa, en ellas aparece una Mel feliz y enamorada.
Las siguientes fotos, en la fiesta, me dicen que hay una Mel alocada y divertida.
Las fotos de la ducha, ¡oh! Amo esas fotos y lo que representan, ¿sabes lo que es? Una Mel difícil de ver, la gran Mel vergonzosa.
Las fotos en las que duermes, aparece una Mel soñadora, tan increíble como siempre has sido, pequeña.
Y bueno... ¿adivinas qué quiere decir que yo salga en alguna de ellas? No es para quitarte protagonismo, eso sería prácticamente imposible. Esas fotos tengo gran interés en que las veas (espero de verdad que lo hagas), porque quieren decir que te quiero, que no eres rara, insoportable, ni malcriada, eres una persona que merece ser querida, cuidada y necesitada, por lo maravillosa que eres.
Y yo lo hago Mel, desde la noche del viernes te echo de menos, y te necesito conmigo, cada día.
Necesito despertarme y saber que estarás ahí, cocinar para que tú lo disfrutes, meterme a la ducha pensando en que puedes acompañarme, y esperar a que duermas para tumbarme a tu lado.
No olvido nada Mel, recuerdo cada segundo contigo, cada sonrisa, suspiro, gesto, burla o gemido que te he provocado, lo llevo grabado a fuego en mi corazón.
Por eso te estaré esperando, me da igual el tiempo que tardes, yo estaré esperando a la gran mujer de la que un día, sin pensarlo, me enamoré perdidamente.
De la mujer que sacó de muy en el fondo su te quiero para mí.
¿No crees que ahora nos toca ser felices juntos, pequeña?
Humel y yo te esperamos.

Siempre tuyo, Hugo.

Vaya... es lo más bonito que he leído nunca, y todas esas palabras van por mí, todas y cada una.
Hugo es el hombre con quien debo estar, sin ninguna duda. Me quiere, y lo hace de verdad, sin condiciones y a pesar de todo.

Pone que me esperará, pero, ¿dónde?
Llamo a su móvil varias veces, me sale apagado y aprieto el teléfono en mi mano con fuerza, rabia e impotencia, así debe haberse sentido él durante dos semanas. No le merezco.
¿Dónde se supone que tengo que ir para encontrarme con él?

No hay ninguna dirección, ni nada que me diga el sitio donde está esperándome. Si es que de verdad sigue ahí, si todavía me espera.
Quizá la carta sea una pista, ¿no? Vuelvo a leerla una y otra vez... ¿en la playa? No, sería demasiado difícil llegar hasta allí.

Vamos, Mel, ¡piensa, piensa! Ya lo has hecho esperar demasiado, es la hora de ir y reencontrarte con él. De volver a sentir todo eso que tanto echo de menos. A él, a Hugo.

Pero, ¿cómo demonios voy a hacerlo? No sé ni por dónde empezar. 

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