Capítulo 36.

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Miércoles 27 de julio.

Hugo: Pequeña, ¿acaso esto ha terminado? No quiero, al menos no así. Dame la oportunidad de que hablemos, dime al menos qué te ha hecho tomar la decisión de acabar con lo nuestro, necesito eso igual que te necesito a ti aquí, conmigo. Vuelve y vayámonos donde sea, pero juntos. Sigue en pie mi promesa.

¿Por qué hace como si no hubiera pasado nada? ¿Acaso no sabe que los escuché? Me quema por dentro que ni siquiera sepa lo que me pasa.

Jueves, 28 de julio.

Hugo: No aguanto más tiempo sin ti pequeña, no sé qué ha pasado y eso es lo peor, no sé por qué te has ido y tú no me lo pones nada fácil, ¿cómo vamos a arreglar esto así? Dime qué quieres que haga y lo haré, Mel. Solo dime algo.

¿Qué le diga que quiero que haga? Solo ha hecho una cosa mal, una cosa que ha terminado de destruir algo que era increíble, nuestro, solo nuestro. Solo nosotros podíamos echarlo abajo y lo hemos hecho.

¿Qué hora es? No me he dado cuenta pero se han encendido las farolas de toda la calle, llevo horas aquí sentada sin percatarme de nada a mi alrededor. Es de noche, mi reloj marca ya las once, pero da igual, hace buen tiempo y no tengo ganas de ir todavía a casa de Sara, me atormentará a preguntas de las que no tengo respuesta aún.

Repaso los mensajes de los próximos días, todos dicen lo mismo: que dónde estoy, que le dé algún tipo de explicación, que me echa de menos... en fin. Solo me queda uno, lo ha mandado hoy mismo, hace apenas unas horas.

Martes 2 de agosto.

Está bien Mel, si es lo que quieres, me doy por vencido. No sé nada de ti y conociendo lo cabezona que eres no sé cuándo te vas a dignar a aparecer. Ya no sé qué hacer, estoy completamente perdido. Lo único que tengo claro es que te quiero, te quiero por encima de todo, pequeña. Créeme, por favor. Si he hecho algo mal, te pido mil veces perdón, pero vuelve. Necesito verte aunque ya no haya nada entre nosotros. Levantarme y saber que no estás bajo el mismo techo está matándome.
Aparece de nuevo, Mel. No te molestaré si es lo que deseas, pero al menos déjame volver a ver esos preciosos ojos.
Te quiere siempre, Hugo.

Es el último, guardo el móvil en el bolsillo de mis pantalones de forma mecánica, es imposible que pueda asimilar y analizar todo esto. Me dirijo a casa de Sara totalmente ida, en otro mundo. No parece que todo esto me esté pasando a mí.

Mi amiga estaba esperándome, solo tengo que hacerle una llamada perdida y unos segundos después me abre la puerta de entrada. Subimos a su habitación en silencio, sus padres ya duermen, se me ha hecho más tarde de lo que imaginaba.

— ¿Y bien? — Me pregunta ella impaciente una vez cerrada la puerta.

Como respuesta, le dejo mi móvil. No tengo ganas de darle explicaciones, que sea ella misma quien lo descubra.

— Lee.

Miro al suelo mientras ella en silencio va leyendo todo, absolutamente todo. Tarda al menos diez minutos, hasta que me devuelve el teléfono.

— La ha liado, Mel, y mucho — Parece que se ha quedado tan asombrada como yo. Es una locura, un mensaje cada día — Pero tanto tú como yo sabemos que te quiere, lo demuestran cada una de sus palabras.

— Si me quiere, Sara, ¿por qué me hizo eso? — No comprendo.

— Habla con él, solo así solucionaréis todo. — Se encoge de hombros — Quizá no debéis estar juntos, pero al menos deja que se explique. Mel, estáis sufriendo ambos.

— Lo sé... pero me da rabia. ¡Ni siquiera sabe qué ha hecho! ¿Qué significa eso, que para él era algo normal, que llevaba ese doble juego desde el principio? — Sara tiene que calmarme cuando subo el tono de voz.

En busca de la felicidadWhere stories live. Discover now