Capítulo 4.

8.5K 464 35
                                    

Por la mañana cuando enciendo el móvil tengo varias llamadas perdidas de mi madre, no sé a quién pretende engañar haciendo creer que estaba preocupada, desde luego a mí no.
Cuando me levanto, la madre de Sara me dice que habló con ella para decirle que, una vez más, me quedaría a dormir aquí.

A eso de las once de la mañana vuelvo tranquilamente a casa, estaré sola y eso me hace relajarme. Mamá estará en el trabajo, al menos dejaremos la discusión para la hora de comer o ya para esta noche, tampoco tengo prisa.

Cuando giro la llave y la puerta se abre, creo oír algo en la segunda planta, pero no puede ser, ¿no?
Subo los escalones de dos en dos, encontrándome a Hugo en medio del pasillo solo cubierto por una toalla que rodea su cintura, se acaba de dar una ducha.

— ¡Oh! Sigues aquí... — Lo miro con cara de pocos amigos de arriba a abajo. — ¿Puedes taparte? Te recuerdo que no estás en tu casa.

Sin querer, las palabras de Sara resuenan en mi cabeza. Según ella Hugo está bien y bueno, viéndolo ahora, tiene algo de razón respecto a que no se parece a los otros novios de mamá.

Aún sigo esperando su reacción, hasta ahora se ha quedado ahí plantado con cara de susto.

— No esperaba que llegaras todavía — Habla por fin.

— Es mi casa, puedo llegar a la hora que me dé la gana. — Paso por su lado, ya que es el único camino para llegar a mi habitación. — El único intruso aquí eres tú.

— No creo que debamos discutir nada ahora, justo en la situación que me encuentro. — Nuestra mirada se cruza durante escasos segundos.

— No discutiremos nada ni ahora ni nunca, puedes estar tranquilo. — Su olor a limpio, mezclado con uno de nuestros geles, me llega a pesar de haberlo dejado atrás.

— Melisa, ¿no crees que deberíamos tener una conversación como personas adultas? — Vaya, parece que sigue hablando, agarro el pomo de la puerta con fuerza pero me giro hacia él. — Tan solo necesito techo durante unas semanas, ¿tanta molestia crees que seré?

— Sí. — Bufo, intentando contenerme mientras aprieto la mandíbula — Sí si vives en la misma casa donde vivía mi padre — Gruño, notando que comienzo a enfadarme por mucho que lo reprima — Ahora tápate de una vez y déjame en paz.

Doy un portazo dejándole en el pasillo. Ya no es que no quiera tenerle cerca, ahora voy a tener que verle medio desnudo cada vez que me descuido.

Me tumbo en la cama y pongo en mi ordenador portátil música de fondo, una lista aleatoria que contiene todo tipo de canciones. Me conecto a internet y comienzo a buscar universidades, quiero pensar que me iré de aquí cuanto antes y no perderé ni un segundo.

Dos golpes resuenan en mi puerta, cerrada a cal y canto. Decido no hacer ni caso.

— ¿Melisa? — Hugo asoma su cabeza todavía algo húmeda por la rendija entreabierta — ¿Qué te apetece comer?

— ¿Qué se supone que haces? — Me quito los auriculares, ¿en serio? Sara no me dijo que tuviera que aguantar que invada mi intimidad — Vete de mi habitación, además, no tengo hambre. — Miento, ayer ni comí ni cené, esta mañana he desayunado algo, pero apenas he llenado mi estómago.

— Prepararé algo y te avisaré cuando esté listo, ¿de acuerdo? — Y cierra, ¿está sordo, o loco? ¿Mamá me ha metido una especie de trastornado en casa?

En fin, me da igual. Vuelvo a mi ordenador y a mi música. Eso es.

No sé si pasa algo más de media hora, pero un olor a comida recién hecha recorre todas y cada una de las paredes. Me ruge el estómago y se me hace la boca agua, pero no...

En busca de la felicidadWhere stories live. Discover now