Capítulo 10.

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No entiendo el motivo pero desde hace días me está gustado la forma en la que me trata y, de hecho, temo acostumbrarme a algo que no durará, como mucho se alargará este verano o me volveré loca antes, que es más probable.

No consigo coger el sueño, y eso que me encontraba cansada. Ahora, con el estómago lleno pero mil cosas en la cabeza, estoy totalmente despejada. Pongo algo de música en el móvil, lo primero que encuentro, y dejo el teléfono a mi lado, en la cama, pero apenas pasan unos segundos cuando suena el corto sonido de WhatsApp.

Duerme ya, es tarde. — Es Hugo. Me desconcierta que haga algo así, apenas está a unas puertas de distancia y me escribe por el móvil.

Eres un poco vago, ¿no? — Contesto, siendo consciente de que sigo un juego que me puede acabar quemando — Dormiré cuando tenga sueño, pero gracias por preocuparte... una vez más.

— Buenas noches, pequeña.

— Buenas noches, Hugo.

Pequeña, nunca me habían llamado de esa manera y siempre he sentido cierto rechazo a ciertas muestras de cariño, de hecho, las pocas veces que las he recibido me las he tomado de mala manera, pero no ahora.

¿Quién me ha visto y quién me ve? Hugo ha conseguido que cambie tantas cosas en apenas dos semanas... que creo que está mejorándome como persona.

•••

En serio, odio la tecnología, odio los teléfonos móviles y a quien los inventó.
Anoche casi consigo quedarme dormida por el mismo motivo que ahora me despierta. La maldita melodía predeterminada del WhatsApp, esta vez es Sara.

Perdona por no decirte nada anoche, llegué tarde — Leo con un ojo abierto y el otro todavía cerrado — ¿Hay alguna novedad del culebrón del momento?

— Madrugar te está volviendo loca, ¿de qué hablas?

— Oh, claro, que no te lo he comentado, lo he llamado: Humel — ¿Qué dice esta ahora? Creo que mientras dormía me he perdido algo.

¿Humel?

— Hugo y Mel, que cortita eres a veces, hay que explicártelo todo. — Tengo que aguantar una sonrisa al leer semejante estupidez, ¿cuándo y cómo se le ocurren estas cosas? — En vez de estar preguntándote a diario por él, hablaremos en clave, te guste o no están pasando cosas misteriosas en esa casa y necesito saberlas.

Como quiera usted, psicóloga de las narices. Me voy a desayunar, luego hablamos.

— Te odio. — Se despide a su forma.

Yo más — Concreto yo y de hecho, recuerdo que esta es una más de esas famosas claves que usa.

Sabe de sobra cuánto me cuesta mostrar cada cosa que siento, así que cada vez que deseaba decirme que me quería, lo hacía de esa forma para que yo pudiera responderle igual, y desde entonces así ha sido.

Por gran parte de la casa suena una canción que no reconozco en el momento, aunque sí me gusta bastante. Procede del comedor y cuando llegó hasta ahí me encuentro a Hugo haciendo limpieza. Coge el cepillo de barrer y hace como si fuera un micrófono. Me quedo tal y como estoy observándolo, es una faceta suya que no conocía.

— Oye, Elvis Presley, las fans están en la puerta esperando que les firmes sus partes más íntimas. — Interrumpo, alzando la voz para pillarlo infraganti.

— ¿Cuánto tiempo llevas ahí? — Le interrumpo y se detiene, aunque nada avergonzado, me mira

— Lo suficiente — Le sonrío — Pero tranquilo, guardaré tu secreto — Continúo guiñándole el ojo ante su atenta mirada — Puedes seguir, eh. Desayuno con espectáculo, todo en uno.

En busca de la felicidadWhere stories live. Discover now