Capítulo 21.

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El Martes, tras mucho pensar y debatir conmigo misma, decido llamar a Leo tal y como habíamos quedado. No me hace demasiado gracia pero Sara me ha repetido muchas veces que hay que dar segundas oportunidades si te gusta recibirlas.

— Hola Mel, me alegro que me llames. — Contesta al primer tono.

— Te dije que lo haría — Contesto, pareciendo amable.

— Ya bueno, pensé que después de todo no querrías saber nada de mí — No sé si está arrepentido, pero al menos eso creo.

— He estado liada, Leo — Suspiro — Pero dime, ¿qué tienes pensado para hoy?

— ¿Comemos en el McDonald's? Así podemos hablar.

— Bien, ¿nos vemos a la una y media?

— Allí estaré.

Son casi las doce, ¡si que he dormido! Y la verdad es que me ha sentado realmente bien, me encuentro totalmente descansada. No sé porqué quiero ver a Leo de repente, supongo que por convencerme a mí misma de que quiero estar lejos de...

— ¡Oh, venga ya, Hugo! ¿Qué haces? — Nada más abrir la puerta lo encuentro en mitad del pasillo, con la parte de arriba descubierta y una toalla rodeando su cintura y cubriendo la parte de abajo. — ¿Dónde ibas? — Pregunto desconfiada.

— Eh... pues a darme una ducha, Mel — Se señala, claro. El problema es que no quiero fijarme demasiado pero... está bien, desde luego que lo está, aunque sacudo la cabeza enseguida para disipar malos pensamientos.

— ¿Sabes que existe un cuarto de baño dónde la gente puede desnudarse? — Pregunto, medio en broma — No me digas que tienes una faceta exhibicionista.

— Vaya, bella durmiente, me encanta que te levantes de buen humor. — Asiente, cogiéndose con ambas manos el nudo de la toalla.

Los ojos me van ahí, pero la cabeza fría se cruza en ellos y me hace seguir caminando, dejándolo atrás.

— Ya, ya... — Digo, a punto de bajar las escaleras — Y oye, gracias por la imagen, una lo agradece de buena mañana — Le guiño un ojo, antes de desaparecer.

Escucho cómo se ríe antes de cerrar la puerta del baño.
¿Me acabo de levantar y ya estamos así? Menos mal que hoy pasaré parte del día fuera de casa.

Mamá, por supuesto, ya se ha ido. Supongo que vendrá a comer, pero no vamos a coincidir y casi lo prefiero.

Me bebo un rápido vaso de zumo antes de empezar a vestirme, una vez preparada y a punto de salir, Hugo viene al salón, todavía con el pelo húmedo pero ya completamente vestido.

— Luego dicen de nosotras, has tardado más en ducharte que yo en prepararme — Me burlo.

— Tú siempre eres la excepción, pequeña — Contesta guiñándome el ojo, después e fija en mí de arriba a abajo — ¿Es que te vas?

— Salgo a comer fuera, así... bueno, no pasaré demasiado tiempo con mamá — Ni contigo, me ahorro decir.

— No es tan malo coincidir con tu madre, ¿no crees? — Pregunta, creo que pillando mi doble juego.

— Ya, Hugo, con una madre normal, no. Con la mía está claro que sí. — Me doy prisa, es la hora y no quiero que Leo llame a la puerta y se encuentre con Hugo.

— ¿Vas con Sara? — Genial... el interrogatorio.

— Sabes perfectamente con quién voy, Hugo — Le corto — Leo es un amigo que quiere disculparse, nada más.

— Sí, claro... — Dice frunciendo ligeramente el ceño.

Pongo los ojos en blanco, si de verdad supiera que salgo de casa para no pasarme el día con él... No, sin duda la excusa de mi madre es mucho mejor.

En busca de la felicidadWhere stories live. Discover now