Capítulo 9.

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Nunca pensé que diría algo así, pero me ha salvado la campana, más bien el timbre.
Sara está en la puerta y no tengo que seguir con esa conversación incómoda. ¿Conocerme más? ¿De qué va esto?

Hugo se aleja de mí con una sonrisa, sin dejar de mirarme. Yo suelto todo el aire que había acumulado sin querer y me dispongo a abrir la puerta.

— ¡Hola, mi querida amiga loca! — Exclama Sara, entrando como una locomotora. Me mira sonriendo y después observa a Hugo de arriba a abajo, él está de espaldas, ha vuelto a los fuegos de la cocina.

— ¡Oye, disimula un poco! — Me burlo de ella al ver que no le quita los ojos de encima.

— ¿Y me lo dices tú? — Contesta poniendo los ojos en blanco — Venga ya, si necesitas que lo deje todo y acuda corriendo para no estar a solas con él.

— No era por eso — Gruño — No inventes historias.

— Ya, claro... crees que me engañas.

Voy a seguir contestándole cuando Hugo entra en acción, al parecer ha terminado porque los fuegos están apagados.

— Hola, ¿eres Sara, verdad? — Extiende una mano y ella la estrecha con fuerza y demasiado énfasis.

— S... si — No puedo evitar sonreír, Sara está completamente colorada, ¿qué le pasa? — Hola Hugo, ¿te ayudamos a poner la mesa?

Ella es así y cambia de compostura en dos segundos.

— Claro, gracias. — Dice él, aunque yo solo le dedico a mi amiga una mirada de reproche cuando lo sigue y me observa con suficiencia.

Le pego un par de codazos en cuando le doy alcance, ella me empuja y yo me defiendo estirándole suavemente del pelo, Hugo se percata y mira por encima del hombro, creo ver que sonríe.

Servimos los platos y nos sentamos a comer en silencio. Resulta que Hugo tenía razón cuando ha dicho que me gustaría la cena; ha hecho tortilla de patatas, mi comida favorita.

— ¿Está buena? — Nos pregunta. Empiezo a creer que le encanta eso de que la gente lo adule.

— Si, Hugo. Eres un cocinero excelente — Le contesta la pelota de mi amiga con los dos pulgares hacia arriba y la boca llena.

— ¿Tú qué dices, Mel? — Los dos esperan ahora mi respuesta, lo que me faltaba, no tenía suficiente con uno, pero yo misma me he metido en ese lío.

Fulmino a mi amiga con la mirada antes de responder.

— Está buena — Asiento.

— Hay que ver, Mel, que seca eres — Ahora hace como si yo no estuviera y se dirige a Hugo — ¿No te ha dicho que es su comida favorita?

Él abre mucho los ojos, sorprendido.

— ¿En serio?

Resoplo con desgana, ¿por qué tengo que ser yo siempre el principal tema de conversación?

— ¿No tenéis nada que hacer ninguno de los dos que no sea mirarme? — Suelto, mosqueada — Vais a hacer que me siente mal o que me acabe atragantando con la tortilla por culpa de vuestras tonterías.

Ambos cruzan la mirada durante varios segundos y estallan en una sonora carcajada. No quiero reírme también y darles esa satisfacción y aguanto todo lo posible por no hacerlo.

— Resulta que ahora soy la payasa del circo, ¿no?

Eso solo hace que su risa aumente. Pongo los ojos en blanco, cojo mi plato y me siento en el sofá.
Ellos siguen a lo suyo, ¿cuánto va a durar esto?
Miro como Sara se retuerce en su silla, hasta que en un movimiento brusco, su cuerpo pierde el contacto con ella, y cae al suelo, rodando por él.

En busca de la felicidadWhere stories live. Discover now