Capítulo 38.

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Después de comer y tras trece días fuera, vuelvo a casa.
No quiero ir, no quiero llegar... por eso creo que camino realmente despacio.
Tengo que enfrentarme al hombre del que sigo enamorada, del que no me he olvidado aunque lo he intentado con todas mis fuerzas.
¿Qué le digo a Hugo cuando nos veamos cara a cara? Nada, ya vendrá él. Le diré que se acabó por lo que hizo, y ya está.
No es tan difícil, ¿verdad?
Oh... claro que lo es. Vaya tela, lo más complicado a lo que me he podido enfrentar en mi vida.

Son las cuatro de la tarde, deben estar los dos en casa. Al menos eso creo.
Meto la llave en la cerradura y entro en completo silencio, no hay nadie en todo el piso de abajo. Simplemente eso, silencio.
Subo, recordando la última vez que lo hice, la vez que mi corazón volvió a quedar destrozado.
No estoy preparada y no me da buena espina que ninguno de los dos esté abajo, ¿y si en este tiempo han decidido estar juntos? ¿Y si le he dado pie a decidirse por ella y dejarme a mí atrás? ¿Es eso lo que quería?

Bien, respiro hondo según avanzo. Llego a las escaleras y agarro a la barandilla con fuerza para que me ayude a subir.
Estoy en el pasillo, unos cuantos pasos más y he llegado... tan solo estoy a unos metros de la habitación de mi madre.

— Hoy estás realmente guapa... — ¡No, no, no, por favor! Esto no es real, no puede serlo por mi propio estado. Me cuesta respirar y me quedo donde estoy, apoyada en la pared.

¿Qué hago? No huiré, no de nuevo.
No desapareceré esta vez. Tengo que enfrentarme a esto para poder seguir avanzando.

Con decisión decido acercarme a la habitación, donde escucho todo con mucha más claridad. Es repugnante.
Cuando estoy frente a la puerta, aprieto los puños y la mandíbula, la rabia crece por todo mi cuerpo y ya no soy capaz de frenarla, demasiado tarde.

— ¡Estáis locos, sois asquerosos! — Grito, desgarrándome la garganta de la fuerza con la que lo hago — ¡Sois dos sinvergüenzas, caraduras! — Entro en cólera y doy puñetazos y patadas sin descanso, quiero tirar la puerta abajo.

Todo el ruido cesa en el interior.

— ¡Vamos, salid aquí a dar la cara! — Sigo gritando.

La puerta se abre y ante mí aparece mamá, con un fino camisón cubriéndole el cuerpo, la miro con todo el asco que llevo acumulando durante años.

— ¡Dile que salga! Que tenga lo que tiene que tener y me mire a los ojos — Rujo, no puedo controlar mis actos.

Mamá me mira con cara de sorpresa, pero ya me da igual, todo me da igual, solo quiero que salga Hugo y llamarle de todo, tengo que hacerlo antes de irme.

— ¿Qué pasa, Pilar? — Se oye la voz apagada desde dentro.

Un momento, esa no es su voz. Mis ojos se abren por sorpresa y todo mi cuerpo se calma en segundos, siento paz, absoluta calma.

— ¿Con quién estás? — Le escupo a mi madre en voz baja.

— No te importa, Mel. Hago con mi vida lo que me da la gana. — Se dispone a cerrar la puerta de nuevo pero pongo una mano en la madera para impedírselo.

— Dile que salga — Murmuro.

— No, vete — Se acerca furiosa — Métete a tu habitación o vuelve a desaparecer.

No, ni hablar, quiero ver con mis propios ojos que no es él. Necesito saber que estaba equivocada y he vuelto a ser una estúpida.

— ¡Tú, seas quien seas, sal de una vez! — Exclamo alzando la voz. Nadie sale de la oscura habitación. — ¿Acaso quieres que sea yo quien entre?

Mamá me pone las manos en los hombros, empujándome.

— No vuelvas a ponerme las manos encima, ¡nunca! — Vuelvo a mirar hacia dentro, una gran sombra aparece. Un tipo gordo está ante mis ojos, con la camisa desabrochada que muestra una mata de pelo en el pecho.

— Hola, debes ser...Mel. Tu madre me ha hablado de tu carácter, pero veo que se ha quedado corta...— Sonríe y todo, el payaso.

— ¡Cállate! — Lo señalo sin ni siquiera mirarlo. — Y tú... — No he quitado la vista de mi madre en ningún momento — ¿Desde cuándo estás con él?

— Pero, ¿quién te crees que eres para despreciar a todo el mundo y preguntar algo así, niñata? — Me espeta con una mueca de desagrado. — ¿Querías saber si era Hugo, como aquella noche?

— ¡Contéstame!

— Lárgate. — Me espeta, ya ni me mira — Hace años que no eres bienvenida en esta casa.

— No te preocupes, me iré. No quiero pasar ni un minuto más bajo tu mismo techo, eres la peor persona del mundo. — Le digo, sintiendo cada palabra que pronuncio.

— Hazlo, Melisa. — Dice con la sonrisa más malvada que he visto en mi vida. — Y no vuelvas cuando nadie te quiera, porque eso pasará, te quedarás sola.

— ¡Déjame! No vuelvas a hablarme, ni a tocarme, ni siquiera me mires. No me verás más la cara en tu vida. Eres tú quien se va a quedar sola, porque eres mala, lo único que hay en tu interior es maldad y odio, este pobre hombre... — Señalo al nuevo ligue de mi madre —...es lo único que tienes ahora y pronto se dará cuenta de que se ha equivocado estando contigo. Eres despreciable.

Se queda callada, y yo giro sobre mis talones, pego un par de gritos en medio del pasillo para tranquilizarme y terminar de sacarlo todo. Me encierro en mi habitación dispuesta a hacer las maletas mientras pienso en todo lo que acaba de pasar.

Mi madre me acaba de echar de casa, ¿y dónde voy? ¿Y Hugo, dónde está? No había ni rastro de él, ¿es que se ha largado?
Han pasado casi dos semanas, las cosas han cambiado y yo había sido tonta al pensar que todo seguiría igual.
He desaparecido y él se ha cansado de esperar, no le culpo por ello.
¿Me había equivocado? ¿Era él el que estaba con mamá? ¿O era ese asqueroso hombre el que estaba ahora con ella?

Él no sabía nada, ahora lo tengo claro. Hice lo que Sara me ha dicho mil veces que evitara hacer; actuar antes de hablar.
Tenía que haberle dado la oportunidad de explicarse, de decirme que no era él el que estaba esa noche con mamá, no era su voz. Nunca me haría algo así, ¿cómo no me he podido dar cuenta?

He echado de mi vida a la única persona que se ha preocupado por mí, que me ha mirado con amor, como nadie había hecho.
A la única persona que ha logrado aguantarme y a pesar de todo lo que conlleva conocerme, quererme igualmente.

Mamá tenía razón, me iba a quedar sola, era demasiado tarde para recuperar a Hugo, no sabía cómo hacerlo. No me cogería el teléfono después de ignorarlo durante tantos días...

¿Qué hago ahora con mi vida?

En busca de la felicidadWhere stories live. Discover now