— ¿Te recojo después? — Me pregunta cuando abro la puerta para irme.

— No, tranquilo, Leo me acercará.

Asiente serio y antes de cerrar la puerta compruebo que se enfrasca en su cámara una vez más, seguramente para revistar la sesión a la que le acompañe ayer.

Leo ya me espera, pensaba que iríamos caminando, o quizá en bicicleta, lo que no imaginaba es que iba a aparecer con una moto enorme.

— ¡Pero bueno! ¿Y eso? — Exclamo mirándola con detenimiento — ¿Desde cuándo tienes moto?

— En realidad es de mi hermano mayor — Tuerce ligeramente la cabeza, sonriendo. — Se la he cogido prestada.

— Ya, vamos, que se la has robado — Chasqueo la lengua.

— Lo has adivinado — Me ofrece un casco — ¿Nos vamos?

Asiento, cogiéndolo y adaptándolo a mi cabeza. Nunca he subido en una moto y lo hago con desconfianza, y, por supuesto, me agarro a la parte de atrás. No más errores.

Tardamos apenas unos minutos en llegar y el McDonald's está bastante lleno, pero por suerte encontramos una mesa alejada de la barra, de donde se acaba de levantar un grupo de chicos y chicas.

— Voy a pedir, ¿quieres algo en especial?

— No, sorpréndeme — Asiente y sonríe, quitándose algo de pelo castaño que le caía sobre la frente.

Allí sola me doy cuenta de que me apetecería estar con Hugo, apenas me he ido de casa y ya pienso en él, ¿qué me pasa? Quizá solo es que estoy más enamorada de lo que creía.

— ¿En qué piensa esa cabecita? — Leo vuelve a mi lado, dejando una bandeja con dos hamburguesas, patatas y dos Coca Colas. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Ni me he dado cuenta.

— Nada en especial — Muevo la cabeza a ambos lados rápidamente.

Charlamos mientras disfrutamos de la comida, siempre se disfruta de una gran hamburguesa y patatas, claro.

Lo primero que hace Leo es disculparse. Me explica que pensaba que yo estaba receptiva a tener algo con él, y por eso actuó de esa manera, también lo mucho que se arrepiente. Decido creerle, parece arrepentido, aunque también vuelvo a avisarle de lo que pasará si intenta algo más.

El tiempo transcurre rápido, Leo me cuenta sobre su familia; tiene un hermano mayor y otro menor, él es el mediano. Juega al fútbol y al parecer lo hace bastante bien, de hecho, después del verano irá a estudiar con una beca que le ofrece un club importante.
Conociéndolo un poco más, no me parece el típico baboso, quizá esa noche bebió demasiado, algo que no lo disculpa, pero hoy se comporta como un buen amigo y nada más.

A eso de las siete de la tarde, tras comer y dar un par de vueltas por la zona, se ofrece a llevarme a casa.

— ¿Eres una chica atrevida? — Me pregunta de vuelta a la moto — No lo parecía cuando te llevaba en bici.

— No me retes, Leo — Sonrío — Solo me pillaste por sorpresa.

Creo que sé a lo que se refiere. La moto, él y yo... me apetece velocidad, vaya que sí.

— Entonces, ¿subes? — Señala su moto con la barbilla — ¿Estás segura?

Mi respuesta es pegar un salto y estar sobre el asiento de copiloto, invitándolo a subir. Asiente repetidamente, parece que mi idea le gusta.

Espero con el corazón latiéndome aceleradamente mientras cruza el centro de la ciudad, cuando más se aleja menos tráfico hay y cuando salimos hacia una carretera nada transitada, sé que ha llegado el momento.

— ¡Más rápido, Leo! — Exclamo para que me escuche — ¿Esto es todo lo que sabes hacer?

Escucho su risa y ahora sí, me hace caso. Aprieta el puño de acelerar y la moto da una pequeña sacudida antes de aumentar su velocidad, ¡qué sensación!

Cuanto más lejos estamos de la ciudad y más rápido vamos, me siento mucho más libre, como si estuviera escapando de todos los problemas, dejo atrás todo lo que me lleva rondando la cabeza este tiempo atrás. Me encanta y grito sin parar.

Después de unos kilómetros en los que veo árboles y paisajes vacíos pasar de lejos, Leo comienza a bajar la velocidad, hasta detenerse en un andén.

— Esto ha sido increíble. — Me cuesta sacar la voz, me he quedado un poco afónica de tanto grito — Tenemos que repetirlo. — Me quito el casco para retirar algunas lágrimas provocadas por la velocidad.

— Cuando quieras, Mel. — Se quita también su casco y con un movimiento de cabeza se retira el pelo que cubría su frente. — ¿Me llamarás? ¿Está vez lo harás?

— Claro — Digo sinceramente, no esperaba pasármelo así de bien. Desde luego que no.

El viaje de vuelta es mucho más tranquilo, ahora mismo lo agradezco porque es como si todo dentro de mí estuviera acelerado. Siento el corazón palpitar en mis sienes.

Leo me deja en la puerta de casa. Le devuelvo el caso y él se inclina hacia mí, me pongo en tensión, alerta para lanzar mi puño... pero no es necesario, porque solo besa mi mejilla, sonriendo.

— Espero verte pronto, lo he pasado muy bien.

Asiento, coincidiendo con él. Me despido con la mano, viendo cómo vuelve a su moto y arranca, en segundos lo pierdo de vista.

Abro la puerta en silencio, nunca sé lo que me espera al entrar a casa. Pero no hay ninguna sorpresa, encuentro a Hugo justo igual que cuando me fui hace unas cuantas horas. ¿En serio?

— ¿Te has pasado el día ahí sentado mirando la cámara? — Pregunto. Apenas se había percatado de mi llegada.

Me siento en el sofá, a su lado, y caigo en la cuenta de las ganas que tenía de verlo. Observo su perfil hasta que me contesta.

— Obvio que no, Mel. Me he levantado para comer, creo — Bromea, dejando la cámara sobre la mesa y girándose hacia mí. — ¿Cómo ha ido la cita?

— No ha sido ninguna cita. — Arrugo la nariz con desagrado.

— ¿Cómo que no? Has estado con un chico a solas todo el día... llámame raro pero es lo más parecido a una cita que conozco.

— Entonces, eres raro — Contesto poniéndome seria. — No ha sido ninguna cita para mí.

— Para él, si.

— ¿Tú que sabes?

— Mel, te ha dejado justo en la puerta y he visto cómo te miraba — Explica como si fuera obvio — Le gustas.

— ¿Has estado mirando por la ventana cual vecino cotillo? No me lo puedo creer. — Me cruzo de brazos, girándome hacia la televisión y evitando su mirada.

— Vale, sí, lo siento. He oído una moto e imaginaba que eras tú, estaba preocupado — Pasa su mano por mi brazo, lentamente. Ahora baja la voz — Además, he visto algo que me ha gustado.

— ¿El qué? — Vale, llama mi atención, sabe cómo hacerlo.

— No le has besado. — Murmura.

— Si ya me conoces un poco, sabes que no soy así, Hugo. — Me dejo caer en el respaldo del sofá — No sé de qué te sorprendes.

— No, no, pequeña — Se acerca, dándome con el dedo índice en la punta de la nariz y quedándose a una corta distancia de mis labios — No le has besado porque tú quieres besarme a mí.

— ¿Ah, sí? — Alzo las cejas, se me escapa una estúpida sonrisa.

— Sabes perfectamente que sí — Me acaricia la mejilla con lentitud — Tienes tantas ganas de besarme como yo a ti, ¿lo vas a negar?

Trago saliva y cierro los ojos cuando sus labios se acercan a los míos, incluso los roza de lado a lado, pero se queda ahí.

— Dime, ¿lo vas a negar de nuevo? — Pregunta, contra mi boca.

En busca de la felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora