38. ...caminábamos en círculos.

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Estaba enojada con el señor Lankaster y el joven Perkins, quizá si me hubiesen acompañado no estaría caminando en medio de una selva llena de mosquitos, animales salvajes y un calor insoportable. Moría de hambre y de sed, me senté en una roca para estabilizarme, quizá así podía ganar algo de tiempo también.

-¿Qué pasa? -Preguntó Barbossa.
-Es muy descortés de su parte hacer caminar a una señorita como yo en mis condiciones.
-¿Qué condiciones, señorita?
-Estoy hambrienta y tengo sed. Además el calor me está matando. No olvide que antes de ser una capitana soy una señorita.

Barbossa rodó los ojos y luego le hizo una seña a uno de los piratas. Caminamos hacia un río, lo sabía por el sonido y la humedad de la tierra. Un pirata me soltó las manos y pude sobar mis muñecas lastimadas.

-No trate de escapar, señorita o se arrepentirá. -Me dijo Barbossa.

Lo miré presumida y caminé a una roca, todos observaban con atención mis movimientos. Había pensado en saltar al agua y nadar a la otra orilla para escapar pero el río no era profundo. Bebí suficiente agua y miré el paisaje.

-¿Jack? -susurré.
-¿Dijo algo? -Preguntó el capitán.
-¿Qué? No. -El monito estaba en una rama de un árbol, eso quería decir que Lankaster, Perkins o Jacobs podrían estar cerca.

***

-Madre, yo quiero ir a buscar a Juls. -Era James.
-No, te que darás cuidando los barcos. -Respondió ella.
-Pero madre... ¿Por qué tu si vas?
-Quiero ayudar a Jack, se lo debo. Quédate con tu padre.

James resopló enfadado. Jack, Gibbs y Elizabeth fueron hasta el Venganza. El capitán Teague por su parte fue con algunos hombres de su tripulación hasta la isla.

Isaac estaba aún esposado en el mástil, el sol lo estaba matando. Jack subió al barco embrujado y golpeó a un par de hombres, Gibbs corrió a soltar a su hijo.

-¿Isaac? ¿Hijo?
-Padre.
-Gracias al cielo, estás vivo.
-Juls, Barbossa se la llevó a la isla. Debemos ir por ella. -Dijo el chico muy preocupado.
-Sí, vamos. No hay tiempo que perder.
-Mi precioso Perla. -Jack veía su barco con nostalgia.
-Jack, vamos. -Exigió Elizabeth.

Jack seguía admirando su barco, había esperado mucho tiempo por volverlo a ver así. Era hermoso.

El camino empinado de la isla era cada vez más difícil, aún me sentía débil, de igual manera seguí a mi ritmo. Un par de horas más tarde me dí cuenta de que ya habíamos pasado por ese lugar.

No era posible, caminábamos en círculos y ninguno lo había notado. Caminé hasta un tronco y me senté.

-Esperen. ¿A caso no se dan cuenta que estamos caminando en círculos? -Les dije.
-Eso no es cierto. -Exclamó el capitán.
-Mire, ese árbol. -Señalé al frente. -No van a haber cuatro árboles con la misma rama torcida.
-Todos los árboles tienen ramas torcidas, señorita.
-Capitán Barbossa ¿y que hay de las huellas?
-Muchos piratas vienen a menudo. Sigan caminando. -Dijo ignorando lo que yo decía.
-Si no me cree, vea usted mismo el panal a su izquierda y recuérdelo en una media hora.

Barbossa hizo caso omiso y siguió, luego vinieron los hongos de colores llamativos y las flores olorosas era la tercera o cuarta vez que las olía, su aroma me causaba náuseas al tener el estómago vacío.

-Y bien, ahí lo tiene. -Exclamé nuevamente.

Los piratas se miraron entre ellos y empezaron a discutir al ver el panal. Barbossa los calló de inmediato.

-Estás mintiendo, sólo lo haces para ganar tiempo. -Dijo él.
-¿Para qué? Estoy exhausta y sus hombres también. Además, muero de hambre. Admítalo capitán, está perdido.

Se escucharon unas ramas quebrarse y Barbossa caminó hacia mí e hizo señas a sus hombres para que fueran a ver. Luego sacó su arma y me apuntó.
Escuchamos más ramas romperse y me tensé al creer que eran mis amigos marineros. Pensé que al igual que Jack, Barbossa no tendría compasión y los mataría.

En un momento de silencio, sólo el sonido de la selva se hizo presente. Aves, grillos y algunos monos se escuchaban de fondo.

Sonreí al ver a Jack, se balanceaba en las ramas, entonces lo llamé.

-¡Jack! -Barbossa y yo nos miramos, habíamos llamado al pequeño animalito al mismo tiempo.
-Es mi mono. -Dijo él.
-No, yo lo liberé de la botella. -Le exclamé enojada. -Es mío ahora.

El monito saltó al hombro de Barbossa.

-Traidor. -Le dije pequeño mono.

Barbossa soltó una carcajada en señal de triunfo. Lo miré muy decepcionada aunque todo cambió al ver el mono robar mi rubí. Jack saltó y huyó con el collar.

Empecé a reir al ver el rostro de confusión de Barbossa.

-Jack, ven acá mono ladrón. -Dijo el pirata.
-Déjelo, quizá lo muerda y lo deje caer en cualquier parte de la selva. -Dejé de reír al escuchar el arma cargarse cerca de mi rostro.
-Has que el mono vuelva.

Para mi suerte escuché la voz ronca de un hombre a nuestras espaldas.

-Baja el arma Héctor. -Barbossa y yo nos volteamos, él no dejó de apuntarme en ningún momento.
-Edward Teague. -Exclamó Barbossa.

El hombre que había hablado era un señor horrible, apuntaba con su pistola a Barbossa, Jack, Elizabeth, Gibbs y otros hombres, apuntaban a los piratas de Barbossa con sus espadas y pistolas. Isaac no estaba con ellos. Me preocupé mucho, esperé que estuviera con vida, aún.

-¿Dónde está Jack? -Pregunté.
-Aquí. -El pirata contestó muy animado con su sonrisa repugnante.
-No, la mocosa habla del mono.
-¿El mono? -Dijo Jack frunciendo el ceño.
-Aquí. -Dijo el señor Jacobs apuntando el arma a Barbossa.

El mono estaba en su hombro con el rubí.

-Señor Jacobs. -Dije muy feliz de verlo.
-El mapa y la chica si no quiere un agujero en el cráneo.

Mi sonrisa se apagó al escucharlo, una vez más me había traicionado. Me sentí usada, llevé mis ojos al suelo y escuché a Jack hablar.

-Deja a la chica, Barbossa, no queremos el tesoro.
-Ah ¿por qué tanto interés en la chiquilla que te robó el Perla? -Barbossa exclamó curioso.
-Fue un préstamo. Ella lo tomó prestado. -Jack me sonrió y yo fingí la sonrisa mía al ver a Barbossa.
-La chica se queda conmigo. -dijo el capitán del Venganza.

Escuchamos un tiro que nos asustó. Jack tiró el arma de Barbossa, todos los piratas empezaron a luchar entre ellos, yo escapé no teniendo en cuenta que los marineros Lankaster y Perkins me iban a interceptar.

-No me digan que ustedes también.
-Lo siento capitana Roxton, negocios son negocios. -Era el señor Lankaster.
-Joven Perkins. -Exclamé casi suplicando.
-Yo no...

Hubo otro disparo, ellos miraron asustados hacia los lados, yo aproveché su distracción y pisé al joven Perkins, le quité la espada con algo de dificultad al tener las manos atadas pero lo había logrado. Corrí con la espada y ellos siguieron detrás mío.

Choqué con Isaac. Caímos al suelo, era la tercera vez que sucedía, al menos no había herido a Isaac con la espada.

-Juls. -Dijo él feliz.
-¡Corre! -Le grité mientras nos levantamos luego comencé a correr y él me siguió con la espada en la mano.

Nos escondimos detrás de unas enormes hojas de unas plantas silvestres. Isaac cortó el amarre de mis muñecas que por cierto ardían mucho.

-Me alegra que estés bien. -Susurró.
-Sí, a mi también. -Le sonreí.
-No sé cómo usar esto, ya se disparó dos veces y no tengo más balas.

Miré el arma en las manos de Isaac.

-¿Fuiste tú? Ven aquí. -Lo tomé del rostro y lo besé rápidamente. -Eres un torpe, te adoro.
-Y yo. -Era Lankaster, nos había encontrado.

Mientras Barbossa y su tripulación peleaba con Jack y sus amigos piratas, el señor Jacobs había escapado con el rubí, Elizabeth había ido tras él.

-¡Esperen! -Barbossa gritó y todos se detuvieron para ponerle atención. -Peleamos por la chica.
-Eh... así es. -Respondió Jack.
-¿Donde está ella? -agregó el capitán Teague.

La hija de Jack SparrowWhere stories live. Discover now