Stiles daba vueltas nervioso por el salón, con el teléfono en el auricular, escuchando el insufrible sonido de llamada hasta que por fin descolgaron.

-¡Scott! -gritó al teléfono.

-¿Stiles? ¿Qué pasa?

-¿Está Derek contigo?

-Sí, sí... estamos todos en el bosque.

-¿Está contigo?

-Ya te he dicho que sí.

-¿Y por qué demonios no coge el móvil?

-Soy su alfa, no su niñera. -terminó contestando Scott algo molesto.

-Ya me disculparé con tu parte alfa más tarde... ¡ahora pásamelo!

Escuchó un bufido molesto de su amigo que seguramente tuviera los ojos rojos del enojo pero aun así hizo lo que Stiles le había dicho. A los pocos segundos escuchó la voz jadeante de Derek.

-¿Stiles? ¿Qué pasa?

-¿Qué haces?

-Entrenar... ¿como todos? ¿Te pasa algo?

-No, no... todo está bien... ¡No! ¡Y una mierda está bien! ¡Tu puto tío es un estorbo, no deja de tocarme las pelotas y se las va a acabar tragando!

-¿Mi tío se va a tragar tus pelotas? -preguntó entre confundido y divertido el lobo. Stiles pudo escuchar la extrañeza en forma de susurros de los demás miembros de la manada.

-¡No! No se va a tragar mis pelotas. ¡¡Se va a tragar sus propias pelotas después de que yo se las arranque de un zarpazo!!

Stiles escuchó una risita aguda (seguramente de Lydia), el bufido de Derek y alguna que otra risotada de otro lobo. Stiles temblaba de ira, cosa que los demás no sabían porque se lo estaban tomando todo a broma. Temblaba de ira, de impotencia, de rabia... temblaba aún cuando gruñó al teléfono justo antes de dar un puñetazo a la estantería del salón, haciendo que algunos adornos se cayeran al suelo y, debido al ruido, Nana corriera debajo del sofá a esconderse.

Pero al menos, el rugido y el golpe habían hecho callar a todos los que estaban escuchando al otro lado de la línea. Y cuando la voz de Derek sonó a través del auricular, lo hizo tan súbitamente seria y serena que el pulso del propio Stiles se tranquilizó.

-¿Dónde estás?

-En mi casa.

-Voy para allá. *click*

En cuanto se cortó la llamada, Stiles miró al suelo y se dio cuenta de todo el estropicio que había ocasionado de un sólo puñetazo. Sus ojos se abrieron de golpe al ver uno de los trozos de cerámica y cristal que había en el suelo. Se arrodilló y lo cogió con manos temblorosas, su visión se empezó a hacer borrosa por las lágrimas que se acumulaban en sus ojos... Uno de los objetos de decoración que se habían roto debido al golpe era uno de los floreros de su madre. No era uno cualquiera, era uno que ella misma había hecho poco antes de enfermar.

De la nada, sintió una cola peludita acariciarle el brazo. Nana parecía estar consolándolo con su mirada, sus lametones y sus caricias con su cola. Aún con lágrimas brotando de sus ojos y con algún que otro hipido, residuo de los sollozos anteriores, se quedó arrodillado frente a los fragmentos del jarrón de Claudia, acariciando a Nana.

Supo que Derek se acercaba ya a la casa por el sonido de su corazón, entró por la ventana abierta de su cuarto y en cuestión de segundos, entraba en el salón. Se quedó de piedra al encontrarse esa escena. Miró a la gata y a Stiles, de Stiles a los fragmentos, de los fragmentos, de nuevo a Stiles. Nana miró a Derek con ojos afilados llenos de odio, bufó y huyó corriendo, seguida por los ojos de Stiles, que acabaron clavándose en los verdes de Derek.

Yaguareté·Abà IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora