Capítulo 4

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Michael

Estuve callado en todo el viaje camino a Nueva York. Quería irme, desaparecer. No recuerdo la última vez que me sentía tan mal, a menos que cuente aquella vez que me quemé el cabello en pleno concierto.

A todos los pasajero del vuelo, por favor abrochar sus cinturones, estamos por descender.

Me quité los audífonos y apagué el celular no sin antes enviarle un mensaje a mi mamá diciéndole que estoy bien.

Es algo duro, dar por terminado algo que te causó tanta alegría, tantas aventuras, tantos recuerdos. Sacudí mis pensamiento antes de que me ponga a llorar como cuando me dijeron que esto tenía que acabar. Miré la hora que marcaba mi reloj de muñeca; las 4:43 de la mañana. Solté un bostezo y me levanté de mi asiento en primera clase. Saqué una de mis maletas del compartimento y bajé del avión. Por suerte a estas horas no había mucha gente en los aeropuertos, lo que implica que no tendré que pasar por la necesidad de contestar preguntas respecto nuestra ruptura.

—Bienvenido a Nueva York—me sonrió una empleada. Le devolví a sonrisa y ella me entregó un panfleto con un papel adentro—mi turno termina a las 2—me guiñó el ojo y se fue.

Bueno, ya se me estaba haciendo raro que todavía nadie me haya dado su número de teléfono.

Busqué mi otro equipaje por el cual tuve que esperar como 15 minutos y salí del aeropuerto.

La verdad, este viaje fue sin planificar, yo solo quería irme de Australia y olvidar todo lo sucedido. Si fuera por mí, me encerraría en mi casa y nunca saldría, pero sé que eso es patético.

Calum tampoco la está pasando muy bien que digamos, es el más afectado después de mi. En todo el viaje de vuelta a Australia no pegó ni un ojo, lo sé porque yo tampoco, y cuando lo dejamos en su casa, solo tomó su equipaje y se fue sin decir ni una sola palabra o sin despedirse.

Pateé una piedra que había en el camino. Esto es absurdo. Odio tener que ser el tipo de persona que corre para escapar de sus problemas en vez de aceptarlos, pero lo menos que quiero hacer es llorar por cosas que no pueden cambiar, por más que quieras hacer un cambio.

Saqué mi celular y comencé a leer los tweets que las fans me enviaban. Algunas preguntaban que había pasado, otras amenazaban con quitarse la vida si no volvíamos y hasta algunas me insultaban. Bloqueé el aparato y lo volví a guardar en el bolsillo. Ese es otro problema, no soporto la idea de que las fans se comporten así, se supone que seamos una familia, se supone que debamos estar unidos, pero lo único que parecemos son enemigos de por vida, unos completos extraños.

Observé la cuidad la cual estaba algo desierta. Adoro Nueva York, aunque no se compara en nada a Japón, amo a ese país y su cultura. Los autos pasaban de lado en lado sin cuidado, las personas comenzaron a aparecer y muy pronto comenzarían las persecuciones y las preguntas. Seguí caminando cuando a la lejanía divisé a una pequeña figura como la de una niña, aunque la verdad es difícil de saber ya que la nieve te nubla un poco la vista. Estaba atando su zapato sin percatarse que al otro extremo de la calle venía a toda velocidad un auto el cual no tenía ni la más mínima expresión de detenerse.

Tenía que actuar rápido. Solté todo lo que tenía en manos; mi equipaje, mi abrigo, mi guitarra y todo lo que pueda estorbar mi carrera hacia la niña. Comencé a correr lo más rápido que pude y cuando el auto estuvo a centímetros logré empujarla fuera del camino. Me miró con furia antes de soltar un grito.

—¿Michael Clifford?

Recuperando a 5SOSWhere stories live. Discover now