15: Escape y muerte

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Esa fue la primera vez que Rebecca sintió miedo de Alessandro desde que lo conocía. Nunca lo había visto tan salvaje, tan... vampiro.

Se horrorizó al ver cómo saltaba sobre el viejo, mordiendo su cuello y cayendo al suelo junto con él, sin soltarlo hasta que sació su sed. La muchacha se quedó ahí parada, sin saber qué hacer y sintiendo una pizca de desesperación al darse cuenta de que esa sería su vida a partir de ese momento. Cerró los ojos con fuerza al sentir una vez más una enorme necesidad de llorar, pero sin poder hacerlo: su cuerpo había agotado las lágrimas que tenía disponibles y no volvería a producir más hasta que se hubiera trasformado por completo.

Alex se deshizo del cuerpo arrojándolo al agua, y se quedó a cuatro patas en el suelo. Lucía infinitamente mejor que unos minutos atrás, un poco más fuerte, tal vez, pero aún no era suficiente. Necesitaba descansar. Sus piernas seguían sin funcionar bien, así que ella se acercó para ayudarlo a levantarse, dándose cuenta de que su espalda volvía a estar empapada en sangre. Supuso que, con todas esas heridas, la sangre que acababa de tomar no podía mantenerse dentro de su cuerpo por mucho tiempo.

La nieve bajo sus pies hacía bastante resbaloso el camino y, ahora que estaba empapada de sangre, se volvió todavía más resbalosa. Ya que aún iba descalzas, no pudo evitar resbalar con el charco rojo que se había formado en donde estaban parados. Se sintió ingrávida por un momento, antes de que el peso de Alessandro tirara de ella hacia abajo. Sin embargo, antes de que golpearan el suelo, un par de manos la sujetaron con firmeza, y el peso de Alessandro desapareció también.

Un vampiro había bajado del bote y se había acercado hasta ellos, dejándoles notar su curioso olor como a tierra mojada. Era un vampiro moreno, de cabello oscuro y ojos color miel.

El desconocido había atrapado a cada uno con un solo brazo.

—¿Bartolomé? —preguntó Alex con voz débil.

—Hola, viejo —dijo él, regalándole una sonrisa torcida y ayudándolo a enderezarse, mientras que a Rebecca la dejó en el suelo con cuidado.

La chica se levantó de inmediato, asqueada por toda la sangre que había ahí.

—¿En dónde está Sinuhé? —preguntó Bartolomé.

—Está... está muerto —murmuró Alessandro, sintiendo que algo dentro de él se rompía al confirmar aquello por segunda vez.

El simple hecho de decirlo hacía que la verdad lo golpeara con fuerza; su hermano en verdad se había ido... No habría un reencuentro nunca más.

—Pobre muchacho —dijo, negando con la cabeza—. Él me contactó cuando le contaron la noticia. Vinimos para ayudarte... pero creo que le fallé a él.

Bartolomé los ayudó a subir al bote, cargando con Alex prácticamente sobre su espalda y recostándolo en el suelo de la barca una vez que estuvieron en ella, dejando que el toldo proyectara su sombra y los protegiera del sol incluso cuando se alejaran del muelle.

Rebecca se agachó para quedar fuera de la vista justo a tiempo, pues Derek y otros vampiros llegaron a la Plaza, buscándolos.

Bartolomé siguió dirigiendo el bote para alejarse de ahí lo más posible, hasta que la distancia entre ellos y los Collingwood fuera suficiente para que no los alcanzaran o los vieran. Rebecca hizo ademán de acercársele, pero él negó con la cabeza sin mirarla.

—Ve con Alessandro. Yo me encargo de llevarlos a la orilla.

La muchacha asintió, arrodillándose junto a Alessandro y tomando su mano.

Su compañero.

—¿Cómo estás? —preguntó en un susurro, sabiendo que era una pregunta tonta al tener en cuenta lo que había pasado.

El último Hawthorne: Sol de MediodíaWhere stories live. Discover now