10: Mortimer

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Alessandro podía sentir aún una terrible presión en el pecho, incluso al darse cuenta de que Mortimer había tratado de salvar a Rebecca.

Ese hombre lo había ayudado en más ocasiones de las que podía recordar, y ahora lo hacía una vez más. Tal vez sólo por ahorrarle un sufrimiento más antes de que su vida se terminara.

Su compañera.

Ese dolor indescriptible, esa sensación de pérdida incluso antes de que sucediera...

Mortimer había tratado de salvar a su compañera.

¿Cómo era posible? ¿En verdad una humana, una niña humana, podría ser su compañera?

Se dijo que no importaba. Ya nada importaba. Sólo que Rebecca saliera con vida de ahí.

Si ella lograba sobrevivir a eso, como humana que era, la palabra compañero no sería de tanta importancia para ella. Tal vez sentiría la pérdida por un tiempo, pero podría seguir adelante y continuar con su vida...

Si es que lo lograba.

Moriría en cualquier momento y, si eso sucedía, sería sólo por su culpa. Él la había arrastrado a ese mundo. Había sido él quien le dijo que estaría a salvo, incluso cuando ni siquiera estaba seguro.

Quería permanecer junto a ella, protegerla con su propio cuerpo, pero Sebastián le retorció los brazos hacia atrás una vez más, obligándolo a alejarse.

El sonido de madera contra roca llenó el salón, y sólo hasta que vio a Sergio arrastrando un ataúd, comprendió lo que estaba a punto de suceder.

Derek sonrió de forma siniestra, dejando la garra una vez más en el fuego, y luego caminó hasta donde Rebecca seguía tendida, tomándola en brazos y alzándola en el aire con facilidad.

Supo, sin lugar a dudas, que iban a dejarla en el ataúd, ocultando luego su cuerpo en las catacumbas de esa casa. Una forma más de torturarlo: dejándole saber que la persona a la que tanto quería, terminaría por morir y permanecer en ese lugar por toda la eternidad.

Pero ella aún no estaba muerta.

No podía dejar que muriera así.

—¡Déjala!

Se retorció con fuerza entre los brazos de Sebastián y, justo en el momento en que Derek soltaba a Rebecca dentro del ataúd, Alessandro logró soltarse.

Se abalanzó sobre Derek, lanzándose hacia adelante. Arqueó sus dedos casi como si fuesen garras, enseñándole los colmillos en un gesto casi animal. Se estrelló contra él con un fuerte impacto que los hizo caer al suelo, rodando por el suelo.

Sabía que iban a matarlo tarde o temprano. Sabía que no saldría vivo en esa ocasión, así que no podría empeorar la situación: si iba a morir, planeaba llevarse a Derek también.

El mínimo descuido podría ser fatal, así que Alessandro intentaba mantenerse atento a todo. Incluso notó cómo muchos de los ahí reunidos miraban a su líder, como pidiendo permiso para intervenir, pero el viejo vampiro les impidió moverse apenas con un gesto de la mano.

Todos se apartaron, pegándose a las paredes y dejándolos sólo a ellos dos en el centro, moviéndose alrededor del ataúd. Alex no estaba del todo seguro, pero juraría que podía escuchar el corazón de Rebecca, latiendo desesperado.

Estaba viva. Estaba viva y había despertado...

...y se había dado cuenta de dónde estaba.

Y si llegaba a gritar...

Su desesperación aumentó. Tenía que sacarla de ahí.

Sin embargo, eso sólo consiguió distraerlo. Derek se movió demasiado rápido y lo golpeo con fuerza, sin que él pudiera evitarlo, para luego lanzarlo casi hasta el otro lado del salón. Alessandro se impactó con la pared con tanta fuerza que varios ladrillos se desprendieron y cayeron sobre él junto con una cascada de polvo.

El último Hawthorne: Sol de MediodíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora