7: Lo que sucedió con Sinuhé

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 —¿Sinuhé?

Antes de que Alessandro lograra recuperarse de la sorpresa, el puño del otro vampiro se estrelló contra su cara, haciéndolo caer al piso, junto a él.

—¿Alex? —preguntó entonces el otro, justo después de golpearlo, al tiempo que se levantaba hasta quedar sentado.

No tuvo tiempo de reaccionar antes de que Alessandro lo golpeara también, ambos poniéndose de pie con velocidad.

—¡¿Qué te pasa?! ¡¿Por qué me golpeaste?! —reclamó Sinuhé—. ¡Ya sabías que era yo!

—¡¿Y acaso crees que no me dolió?!

Ambos se miraron. Los dos estaban tapándose el ojo derecho.

Estallaron en carcajadas al verse en esa ridícula posición, antes de darse un apretado abrazo que hubiera dejado sofocado a cualquier humano.

—¿Estás loco? —preguntó Sinuhé sonriendo con ganas mientras le daba unas palmadas en la espalda—. ¿Qué haces aquí?

—Huyendo de América.

—¡Ja! ¿Huyendo? ¿Tú? No te creo...

Justo en ese momento, Alessandro escuchó que algo se movía a sus espaldas. Al darse la vuelta, descubrió que Rebecca luchaba por levantarse y se sujetaba la nariz.

Cayó en la cuenta de que se había olvidado de ella por completo, así que, sintiendo una leve chispa de culpa, corrió a su lado y en un instante estuvo arrodillado junto a ella.

—¿Estás bien? —preguntó, obteniendo un gemido y una negación de la cabeza como respuesta—. Déjame verte —pidió.

Le tomó las manos para apartárselas de la cara y, al principio, ella hizo fuerza, rehusándose; cada vez que intentaba separarle las manos del rostro, las apretaba más. Intentó aplicar fuerza, sólo la suficiente como para no romperle algún dedo, pero al final desistió. Le puso mala cara y se le quedó viendo fijamente.

—¿No confías en mí? —reprochó.

Cuando escuchó eso, una extraña expresión cruzó sus ojos azul de mediodía antes de permitir que Alessandro le tomara las manos una vez más y las separara de su rostro con facilidad, casi con ternura.

Estaba sangrando por la nariz. Llegó hasta su nariz el olor a vainilla. Conteniendo un fuerte impulso que parecía crecer en su interior, le tocó la nariz y parte de los pómulos, intentando descubrir si los huesos estaban en su lugar o si no estaban rotos. Decidió que no, y que probablemente sólo estaba un tanto aturdida por el golpe.

—Ya no estás sangrando. Ten —le ofreció un pañuelo que llevaba en el bolsillo, aún conteniéndose—, límpiate. Estás bien, fue sólo el golpe —aseguró, ayudándola a levantarse ante la atenta mirada de Sinuhé, que los observaba desde lejos con curiosidad.

Alessandro le rodeó los hombros con un brazo y luego se acercó hasta el vampiro que había llamado hermano durante casi toda su vida.

—¿Tú estás bien? —preguntó ella para su sorpresa, en un susurro muy por lo bajo.

—Sí —aseguró de inmediato, aunque luego dudó— ¿Lo dices por la pelea? ¿O por la sangre?

Rebecca dudó también, palideciendo, pero respondiendo luego con voz firme:

—Por... las dos cosas.

—No te preocupes —descartó—. La pelea no fue nada. Y, por la sangre... No te preocupes.

—¿En serio? ¿Ya cazaste? —replicó, escéptica.

«Me descubrió —se sorprendió, divertido—. La muy pilla me descubrió. »

El último Hawthorne: Sol de MediodíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora