—¿Qué te pasó? —suspiró Alessandro sintiendo una infinita tristeza, pero sabiendo la respuesta.

Ahora Rebecca estaba condenada al mismo tipo de vida que él.

«Una vida manchada de sangre.»

Rebecca lo miró con ojos irritados, enrojecidos por la intensa luz y que le daban el aspecto de estar a punto de llorar. Sus labios temblaron como si quisiera hablar, pero no lo hizo.

—Después hablamos —interrumpió Alex con calma, pasándole un brazo por la cintura para mantenerla cerca de él y poder cubrirla también con la capa.

No habían caminado mucho cuando escucharon que, detrás de ellos, la representación terminaba con un aplauso. Rebecca volteó hacia atrás.

—Corre —murmuró.

Alex también lanzó una mirada hacia allá, y descubrió que Derek los seguía con una mirada llena de odio, avanzando despacio hacia ellos, apartando a la gente que se acercaba a los supuestos actores, justo cuando ellos dos consiguieron llegar a la protección de las sombras.

Entonces, todo pasó muy rápido. Demasiado rápido.

Alessandro la empujó y Rebecca pudo sentir las manos de Sinuhé atrapándola antes de caer al piso. Logró ver que Alex se daba media vuelta y se enfrentaba a Derek, los dos atacándose como animales salvajes y, aunque las máscaras les cubrían el rostro, estaba segura de que se enseñaban los colmillos.

Ambos movían demasiado rápido, tanto que ningún humano que pasaba por ahí se daba cuenta de lo que estaba pasando mientras los dos vampiros se enfrentaban.

Derek logró quitarle a Alex la capa de Rebecca y la máscara de Sinuhé, que salió volando lejos de ellos.

Alessandro gimió cuando el sol lo tocó de nuevo, pero, aunque sus piernas flaquearon un momento, se mantuvo en pie. Lanzó su cuerpo hacia adelante y él también logró quitarle la máscara a Derek, quien dejó salir un grito ahogado cuando el sol lo rozó y se tapó la cara con un brazo. A ciegas, golpeó a Alex en la cabeza y tanto Rebecca como Sinuhé pudieron escuchar cómo sus huesos aún débiles por la fractura de antes, volvían a romperse.

Alex volvió a caer al piso, una vez más por completo inmóvil.

—Le lastimó el cuello de nuevo. Sus huesos no estaban bien fijos y han vuelto a romperse —dijo Sinuhé, tan horrorizado como Rebecca—. Quédate aquí —ordenó mientras soltándola y entrando también en la pelea.

Sin embargo, ella no pensaba quedarse ahí sin hacer nada. Corrió tan rápido como pudo y recogió la capa del piso, cubriéndose con ella y volviendo hasta donde los dos vampiros peleaban, buscando acercarse a Alessandro para volver a cubrirlo con la capa. Intentó no moverlo, pero él abrió los ojos de repente.

—¿Estás bien?

—¿En dónde está Sinuhé? —inquirió, ignorándola.

La muchacha miró hacia todos lados buscándolo, pero sin lograr encontrarlo por ninguna parte. Le hizo soltar un grito cuando apareció de pronto a su lado.

—¡No me asustes así! —exclamó, dándole un empujón.

—Vamos, sólo tenemos diez minutos —replicó Sinuhé, sin prestar atención a sus reclamos—. Dejé a Derek tumbado por allá.

Entre los dos levantaron a Alex, pasándose cada uno un brazo sobre los hombros.

—¿Qué hiciste? —quiso saber ella.

—No estoy seguro, pero creo que también le rompí el cuello.

Al mirar atrás, Rebecca pudo ver a Derek tendido en el piso, pero bajo las sombras de un toldo.

El último Hawthorne: Sol de MediodíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora