Diario de Joanne: Código de Honor de Amistad

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31 de Diciembre

Viernes

Carrbridge es... ¡no sé! No sé por dónde empezar. Cuando llegamos, Dean y yo esperábamos que hiciera frío..., pero ¡¡¡UFFF!!! Si se me hubiesen saltado las lágrimas por la emoción no dudo que se me hubieran congelado directamente los ojos. Paul estaba en la estación esperándonos, le había visto desde la ventana del tren cuando llegábamos al andén. Tenía las manos en los bolsillos y miraba al suelo. Una vez abajo, Dean estornudó tan fuerte por una ráfaga de aire frío que se le escurrió la maleta de la mano y todo el mundo le miró por el alboroto que se escuchó. Todos menos él, Stonem, que miraba al suelo mordiéndose las uñas de una mano. Paul es más guapo pensativo que si abre la boca, y eso que tiene una sonrisa perfecta de anuncio de dentífrico. Es ese aire místico que rodea a su persona, porque cuando habla peca de tenérselo un poco creído. Aunque, a decir verdad, es esa actitud segura una de las cosas que más me gustan de él. Miré a Dean que cogió su maleta mientras aun sorbía la nariz y me miró colocándose las gafas con un dedo. Me sonrió y yo cabeceé. El señor Stonem llegó hasta donde estaba él y Paul levantó la cabeza para atender lo que decía. Craig se giró hacia nosotros y al vernos sonrió dándole a Paul en el hombro. Cuando mi amigo nos vio puso media sonrisa y volvió a meter las manos en los bolsillos como si ese gesto le diera más seguridad. Caminaron hacia nosotros y a medida que se acercaban cada vez sonreían más. Son iguales, caminan igual y sonríen de la misma forma. El padre de Paul no es tan guapo como él, pero se le ve apuesto, seguro que tenía el éxito de su hijo en su juventud. Tiene el pelo entrecano, de un castaño cobrizo, parecido al de Paul. Sin embargo, no tiene esas pecas que a Paul se le arremolinan sobre la nariz. Eso sí, comparten la misma expresión de la mirada; esa manera contundente de comunicarse con las cejas y el mismo color azul claro de sus ojos. Nos paramos los cuatro y nos quedamos mirándonos con sendas sonrisas. Las nuestras de emoción e incertidumbre, las de ellos de cordialidad y hospitalidad.

—¿Qué tal el viaje, chicos? —nos preguntó el padre de Paul.

—Bien, bien. Un poco cansado, por el madrugón, pero bien —contestó Dean. El padre de Paul sonrió y le tendió la mano.

—¿Y tú qué tal, Joanne? —me dijo a mí.

—Bien también —dije. Justo después me dio un escalofrío. Craig se rio y me puso su bufanda a pesar de que le dije que no hacía falta.

—Vamos al coche, por ahí —nos indicó dándose la vuelta señalando el camino.

Miramos a Stonem, le brillaban los ojos y sonreía. Le tendió la mano a Dean y se dieron un apretón de manos. Después se acercó a mí y nos dimos un beso en la mejilla. No parábamos de sonreír. Dean echó a andar como el padre de Paul y él me pasó un brazo por los hombros mientras seguía mirándome. Cogió mi maleta y la arrastraba mientas caminábamos así, con su brazo sobre mis hombros, como si fuésemos una pareja. Paul huele tan bien.

—¿Cómo estás? —me preguntó en un susurro.

—Bien —le dije mirando al suelo. Era una estación tan austera, como en medio de la nada, que me estaba resultando cautivadora.

—¿Preparada?

Le miré a los ojos y sonreí asintiendo. Me quitó el brazo de los hombros y señaló un coche que no estaba lejos, donde Dean y Craig guardaban ya su maleta.

^_^

Diez minutos después estábamos en el cálido hogar de los Stonem. Cálido, porque el calor que hacía me reconfortó al instante y porque tiene un calor especial esa casa. Lily, la madre de Paul, me dio una taza de chocolate caliente después de dejar las maletas en el dormitorio de invitados. Yo dormiría allí, y Dean con Paul. Estuvimos hablando durante bastante rato en el salón mientras entrábamos en calor junto a la chimenea. La casa olía a leña y a algo que se estaba guisando en la cocina. Conocimos a Sham. Es un gato precioso. Enorme, peludo y curioso. Camina lento y señorial, es... ¿qué decir de Sham? Si tuviera que ponerle apellido, sería Stonem. Desde luego que sí. Es un gato que sabe que es guapo. Y Paul... ver a Paul jugando con el gato es un espectáculo único. Es como otra persona. Desde luego que este chico cada día que pasa hace algo que termina sorprendiéndome aún más. Recuerdo el día que lo conocí en clase. Según le vi pensé que se iba a caer para atrás en la puerta porque no quería entrar. Pensé que, por como caminaba, era el típico chico guapo que sabe que lo es y que es un idiota. Cuando se presentó como Stonem y dijo: «¿Qué hay?» pensé que habíamos dado con el típico chulo que pasa de la gente. Pero, cuando vi que miraba a Dean preocupado por no poderse sentar a su lado, comprendí en seguida que no era el chico que pensaba. Y cuando, después de la tontería que hice de mandarle una nota me rozó para agradecerme el detalle supe que, desde luego, se trataba de un buen chico. Y me alegré de haber sido tan osada.

Parecemos Tontos...Where stories live. Discover now