Diario de Paul XXVIII: ¿Se puede cambiar?

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Londres, 25 y 26 de Septiembre

Dios mío, ¿es que nunca va a acabar este mes? ¡Quiero que sea verano y volver a casa! No es que estos dos días hayan sido muy divertidos. Después de que Delia me tocara las narices con arrastrarme hasta un banco para no hablar de nada, ahora resulta que no se fía de mí. Que, a ver, sus razones tendrá, pero como tampoco me las dice, pues nada.

Ayer llegué a la cafetería con la ilusión de encontrarme con Jo, la única persona que sabría qué hacer para animarme. Pero aún no había llegado. Vi a Barry en una mesa y me acerqué hasta él.

—¿Qué pasa, máquina? —le dije. Él levantó la cabeza despacio y sin ganas. Sonrió de medio lado y levantó una ceja. Yo reí, sin más. Me hace gracia esa manera que tiene de moverse tipo «soy el rey del Mundo».

—¿Qué dices, Stonem? Siéntate, ¿o qué?

Fui a por un café y me senté con él. Miré el reloj, no eran aún menos veinte, habíamos llegado muy pronto. No hablamos de nada demasiado trascendental. Cosas normales. Ojeaba un periódico deportivo y comentábamos las noticias. Llegó Joanne y me miró raro desde la puerta, después se acercó hasta saludarnos. Barry no levantó la vista del periódico al saludar y Jo puso los ojos en blanco haciéndome reír. Me levanté y fui con mi amiga hasta la barra y ella me dijo que en realidad no tenía ganas de café, porque había desayunado en casa, así que me encogí de hombros y nos fuimos de la cafetería caminado despacio.

—Bueno, ¿y a qué se debe tu amistad con Barry?

—Supongo que me había anticipado. En fin, puede ser idiota pero no lo sabré de verdad hasta conocerle.

—Es irritable. Esa manera que tiene de creerse el Dios del Mambo, su forma de hablar y de mirar, esa manera tan tonta de andar. Incluso esa manera de levantar una ceja dejando claro que cree que eres imbécil.

—Joanne...

—¡Ufff! Cree que puede ir por el mundo riéndose de todo la gente.

—Jo...

—¡Y cabrea a Dean! ¡A DEAN! Que no se enfada nunca con nadie.

—¡Joanne!

—¿Qué?

—Yo era igual en Escocia, ¡y ahora no lo soy! Todos tenemos derecho a que alguien nos dé una oportunidad para conocernos de verdad.

—Paul —dijo ella clavando los pies en el suelo y mirándome a la cara con cierto desconcierto—. No estoy muy segura de que eso que digas sea verdad. Tú nunca te parecerías a Barry ni aunque lo hicieras aposta.

—Vale... —dije con resignación. Demasiado estoy cambiando si esa es la imagen que doy—. En fin, ¿qué tal todo?

—Pues... —dijo intentando dejar a un lado la otra conversación—. Bien, ya lo ves, ¿y tú? ¿Qué te pasaba ayer?

—Bueno, recibí un mail de mi mejor amiga y eso me hace pensar.

—¿En qué?

—En que preferiría no recibirlos —dije—. ¿Y bien, qué tal besa Aaron?

—No tengo con quien comparar —dijo restando importancia a eso—. ¿Quieres decirme lo que te pasa de verdad? Lo de que echas de menos a tus amigos es más que evidente, Paul. No me extraña, de verdad. Me gustaría tanto conocerlos y ver cómo todos te admiran y se ríen de ti —dijo entre risas—. O descubrir lo raro que eres para tus cosas.

—¡Cuidado! —le dije cuando un chico que corría por el pasillo casi se la lleva por delante—. Sí, algún día. Pero si yo soy raro tú eres más rara que nadie.

Parecemos Tontos...Where stories live. Discover now