Diario de Paul XXVI: Soy el puto amo

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Lunes, 22 de Septiembre


Aquella mañana se nos antojó un poco surrealista en casa. Sophia no estaba adormilada, andando por el pasillo como una zombi con sonambulismo, así que cuando me vio entrando al baño, por poco le da un soponcio del susto. Casi me meo encima de la risa. Después, como era de esperar, durante el desayuno no conseguí quitármela de encima ni tirándole el café hirviendo. Y sí, literalmente. Estaba tan cansina que me agarró del brazo justo cuando iba a llevarme la taza a la boca y se la volcó encima. Yo me quedé sin café y a ella tuvieron que cambiarla de camisa y de chaqueta mientras David se descojonaba. A mi tía Franny no le hacía tanta gracia. A Sophia sí que le hizo, por poco la tienen que llevar a urgencias con quemaduras de segundo grado. Cuando la vimos aparecer de nuevo por la cocina con la camisa limpia y una chaqueta nueva por poco nos morimos David y yo. Por supuesto se había manchado también el pelo y, por no ponerse a lavárselo, mi tía le intentó peinar mojando un peine mientras se escuchaba como la niña se revolvía sin estar conforme, con tal mala fortuna que el cepillo, el agua, las idas y venidas de mi prima, el café y el azúcar hicieron alguna reacción química y se le formó un nudo con una mata de pelo del que colgaba el peine. Llorábamos de la risa mientras mi tía se desesperaba porque llegaba tarde. Mi tío Carl proponía la solución de cortarle el mechón de pelo sacando del cajón las tijeras del pescado mientras que la niña con cara de pánico atroz lloraba mirando a su padre.

—Sophia, algo habrá que hacer —decía mi tío sumándose a la desesperación de mi tía.

—¡Qué no, qué no! No me lo cortes. ¡Iré así a clase! —decía la niña gritando por toda la cocina mientras su padre iba detrás con las tijeras azules de plástico. David y yo nos miramos y rompimos a reír aún más fuerte. Quería ir con el peine colgándole de una rasta pegajosa. Yo no podía creerme todo aquello mientras notaba cómo me dolían los carrillos de tantas carcajadas. Además la risa de David es jodidamente contagiosa porque, cuando no podía más, tomaba bocanadas de aire y hacía el mismo ruido que Goofy, el perro de Disney.

—¡Sophia, por favor! Que llego tarde —decía mi tía intentando agarrar a la niña—. Déjame que arregle eso.

—¡Mamá, tú vete! —le dijo David. Ella resopló, hizo un gesto con la mano y decidió que era lo mejor. Mi tío la miró preocupado.

—Carl —dije. Él me miró y cogió aire—. ¡Déjala que vaya así y cuando haya tiempo de lavarle el pelo se lo quitamos!—dije. David lno paraba de llorar de la risa a mi lado.

—Pero, ¿cómo va a ir con eso al colegio? —dijo él. David se reía al mirar a Sophia y encima, para colmo, la señalaba con un dedo y luego aplaudía. Yo le miré lo más serio que pude y me encogí de hombros. Él miró el reloj, luego a la niña, luego a mí, después a las tijeras y al final las dejó en la encimera.

—¡Venga, vámonos!

Sophia nos miró a los tres sin creerse que la fuéramos a dejar así, pero somos hombres y ninguno sabemos de peluquería. David cada vez que miraba a su hermana se partía de risa. En el coche hasta Carl se rio. A ella parecía sudársela todo, estaba con una sonrisa de oreja a oreja y con el peine entre un buruño de pelo que olía a café.

*

Llegamos al colegio de Sophy con mi tío quejándose de que llegaba muy justo al trabajo y allí nos soltó a los tres. David y yo andábamos hacia el pabellón de Sophy juntos y delante de ella. Ella no entendía por qué íbamos tan rápido y decía nuestros nombres a la desesperada. «Pauuuul, Daviiiiidd». Mi primo seguía riéndose de vez en cuando y yo le di un par de codazos para que parara o me pondría a reírme yo también. ¡Mierda! Había una profe en el patio. Nos miramos, hicimos un hueco entre los dos para que pasara Sophia, que entró tan contenta al patio. Miré a la profesora y vi que abría los ojos sorprendida mirando a la niña. David y yo aguantamos la risa. Sophia tiró de nuestros pantalones, le dimos un beso cada uno. Yo volví a mirar a la mujer que estaba poniendo una cara aún más rara, le saludé con la mano y nos fuimos prácticamente corriendo dejándola con todo el marrón. Y nunca mejor dicho.

Parecemos Tontos...Where stories live. Discover now