Diario de Paul XXIII: Abrazos

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  • Dedicado a Raquel Cespon Santos
                                    

No estaba muy contento con la idea de que ese chico estuviese por allí y menos así, queriendo llamar la atención de todos y llegando como una especie de salvador de fiestas. Ya nos lo estábamos pasando muy bien sin ayuda de su cerveza y sin su presencia. De hecho, a mí ya sólo me bastaba con mi whisky. Cogí la botella y me serví otro vaso. Inspiré aire y me acerqué a Dean, que estaba sentado en un sofá como fuera de contexto, como si no pintará nada allí en mitad de toda la fiesta. Carraspeé y él me sonrió cuando me dejé caer a su lado en el sillón. Me dijo que no volviera a bailar como un vaquero. Me sacó una risa y asentí conforme. Le pregunté por qué parecía que no se estaba divirtiendo. Me dijo que no era cierto, que sí estaba pasándolo bien. Los dos miramos a Joanne que bailaba junto a Pia.

—Yo creo que no le gusta Aaron —me comentó el enano. Le miré y arqueé una ceja.

—Eso mismo dice ella —contesté. La miré de nuevo. Se reía mucho de algo que había dicho Pia. No, definitivamente no se podía asegurar que estuviera haciendo mucho caso a Aaron—. No es mal chaval, ¿no?

—¿Quieres mi opinión de verdad? —me preguntó. Le miré sorprendido y me reí asintiendo—. Creo que es demasiado pijo para ella. Joanne tiene que ir al club de golf, pero tú y yo sabemos que prefiere el club de fútbol. Ya me entiendes.

—¿Quieres decir que le gustan más los chicos de barrio?

—O los paletos de pueblo, sí —sonrió con esa cara de listillo. Luego arqueó las cejas y se colocó las gafas, pero no de forma natural como otras veces, sino de una manera muy sobreactuada. Yo solté una carcajada burlona.

—¡Anda, ya! —le dije. Fue lo único que se me ocurrió decir.

La música cambió de repente. Dejó de ser pop para ser tecno. Yo arrugué la nariz molesto. No me gusta mucho el tecno, la verdad. Miramos al equipo de música. Eran dos de los amigos de Trevor, alentados por éste, los que estaban eligiendo el nuevo hilo musical. Mis ojos buscaron de nuevo a Delia. No parecía estar muy inconforme con el cambio de ambiente y eso me molestó más todavía. Dean me sonrió y me animó a acercarme a ella. No me apetecía dejarle solo, pero insistió tanto que casi me dio la impresión de que me pellizcaría en el culo para que me levantara. Me fui del sofá entre risas y sin poder evitar pedirle perdón por dejarle solo. Rodó los ojos y se levantó siguiéndome. «Me voy con Joanne, así tú puedes tener tu conciencia tranquila», me soltó volviéndome a hacer reír. Me cae demasiado bien.

Estaba a un par de pasos de la anfitriona cuando pronunciaron su nombre. Era Trevor, llamándola para que les explicara cómo funcionaban los altavoces. Ella se negó rotundamente a que subieran el volumen más de lo que sonaba. Él se quejó y la llamó aburrida tirándole una pajita de su vaso haciéndose el gracioso. Me dieron ganas de darle un tortazo, pero habría tenido que dar demasiadas explicaciones así que me contuve y simplemente di un trago a mi vaso.

—¿Por qué ha venido ese idiota? —le preunté a ella en un susurro por detrás.

Se giró para mirarme y puso una sonrisa enigmática. No sabía qué le hacía tener ese gesto. Yo me encogí de hombros. En realidad, seguía esperando una respuesta y ella pareció comprenderlo. Se encogió de hombros.

—Él siempre nos invita a su fiesta a mí y a sus amigos. Habría sido un detalle feo no decirle que se pasara —me contestó. Yo seguía mirándola. Eso no era lo que yo quería escuchar. Ella volvió a sonreírme, pero yo estaba serio. Di otro trago. Ella cambió su expresión. Mi actitud parecía desconcertarle—. ¿Crees que él y yo...?

—Yo no creo nada —mentí descaradamente. Ella se rio. Yo seguía serio. Volvió a recular al mirarme. Negó con la cabeza.

—Trevor es gay —me dijo acercándose a mí, en el oído, a modo de confesión.

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