Camp Goys [1] EDITANDO

28.

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Ahora que todo está dicho, disfruten el capítulo.
Y gracias por su apoyo!

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JESSE

Esto de estar resaca y tener que levantarse temprano para hacer un actividad no es algo agradable, es más creo que debería estar prohibido levantarse a estas horas de la mañana.

Creí que sería divertido pasar una noche, para poder olvidarme un poco de Lavina, todo lo relacionado a ella me está volviendo loco.

Ella puede seguir ignorándome si quiere, no andaré detrás suyo.

Con dificultad y un poco somnoliento logré levantarme de la cama, y tomándome mi tiempo comencé a vestirme.

Dentro de unos minutos tenemos que irnos.

El sonido de un despertador hizo que reaccionara totalmente.

¿Desde cuando tenemos un despertador en nuestra cabaña?

Tampoco es que lo necesitemos, desde que llegó Coltiana, es la única que se encarga de despertarnos con sus picoteos constantes.

Algo no está bien.

Mi mirada recorre lentamente la cabaña, hasta que se posó en alguien.

Lavina está plácidamente durmiendo.

Mierda, estoy en su cabaña.

¿Como es que llegue hasta aquí?

No me importa, no quiero quedarme para averiguarlo.

Sin hacer el menor ruido me dirigió hasta la puerta, pero está no abre.

—Genial— susurré.

Voltee a ver a Lavina, ella sigue durmiendo.

Estoy entre dos opciones, la primera es despertarla y que me ayude a salir, arriesgando a a qué me mate por estar aquí, y luego tratar de explicarle por que estoy aquí, cosa que no sé.

La segunda, la más sensata para mi, es salir por la ventana.

No lo pienso mucho y voy hasta la ventana, pero para mi mala suerte está trabada desde afuera.

¿Que hice para merecer esto?

Estoy dispuesto a romper el vidrio pero un gritó interrumpió mi acción.

Me di vuelta e inmediatamente me encuentre con la cara de espanto de Lavina.

—¿Qué haces aquí?— exigió tirándome todas las almohadas que tiene en su cama.

Rápidamente agarré un colchón de las camas y lo usé como escudo.

—No lo se— dije— Amanecí en esta cabaña, pero no recuerdo haber venido por mi voluntad. ¿Tú tienes algo que ver con esto?

Siguió tirándome de sus municiones.

—¿Que dices, idiota? ¿Por qué querría tenerte aquí?

—Entonces, lo siento. Pero no puedo decirte por que estoy aquí, si ni siquiera yo lo sé.

Ella paró de tirarme cosas y trato de mantenerse en calma.

—¿Pasó algo entre nosotros?—preguntó despacio.