Puse una foto reciente de ella sobre la mesa del bar. Una foto que le saqué con mi teléfono sin que ella se diera cuenta, y luego la imprimí. Jake la miró, la miró, y volvió a mirarla.

Me preguntó con interés: —¿Quién es?

—Mi hermana.

—¿Cómo se llama?

—Samantha.

—Samantha —saboreó su nombre—. La quiero —decidió tajante, y moviéndose incómodo en su asiento porque seguro como la mierda de que estaba excitado. Y entonces supe que ya lo tenía en mis manos.

Le prometí: —La tendrás. Ya sabes lo que te pido a cambio.

—Si me traes las dos cosas, lo tendrás.

—Hecho, prez.

Sellamos el trato con un apretón de manos y un brindis con whiskey.

Ahora con mi nuevo plan, de seguro que lo tendré. Tendré las letras, seré vicepresidente, y quien sabe, tal vez más adelante pueda ser presidente. Me gusta demasiado como suena eso. Me rio solo porque ya puedo saborearlo. La culminación de todos mis planes juntos.

Tomando mi nuevo teléfono robado del bolsillo del pantalón, me pongo serio, y hago la llamada.

La voz gruñona de siempre me pregunta: —¿Quién carajos eres y porqué me llamas a éste número?

—Soy Max.

La voz se queda en silencio, asimilando, y ya puedo imaginarme su cara de sorpresa, y ahora su risa incrédula y su voz enojada cuando me espeta: —¿Qué coño quieres?

—Una oportunidad.

Su boca lanza un furioso bufido y dice: —¿Estás jodidamente bromeando?

—No lo estoy —respondo seriamente.

Y después de unos segundos comenta fríamente: —Sabes muy bien que no doy segundas oportunidades a nadie. Así que dime, ¿por qué demonios debo comenzar a hacerlo contigo?

—Tengo un plan.

—Tú y tus planes de mierda...

—¡Esta vez funcionará! digo vehemente.

—No lo creo, Max habla con desdén.

—Jake, si tan solo me escucharas...

—No, escúchame tú a mí, hijo de puta. ¿Sabías lo de tu hermana? Porque yo todavía no me repongo de la jodida sorpresa.

—Sí, sé que los Dragones la tienen...

—No me refiero a eso, imbécil me corta iracundo.

—¿Entonces de qué estás hablando, Jake?

Él se ríe sin humor y afirma: —Ella es la dama de Danny.

Su aseveración me impacta como un maldito rayo: —¡Qué! No...no puede ser. Estás equivocado. ¡Daniel Baxter no le da su parche a nadie!

—¡Como el infierno que sí se lo dio! ¿Sabes lo que eso significa? Que ella es intocable. Yo mismo la vi con sus jodidas letras en su chaleco, y el cabrón de Danny está loco por ella, y yo estoy furioso. Él está disfrutando de ese cuerpo perfecto, ¡cuando se suponía que malditamente sería yo! Me fallaste. ¿Y de verdad quieres que te dé otra oportunidad? Vete al carajo, Max. Ah, y escóndete bien porque cuando te encuentre, estás muerto sentencia mordaz.

—¡Espera! Los documentos...

—Los documentos Danny los quemó.

—¿Qué? Estoy confundido.

—Así como lo oyes. No lo acepto, pero le creo, ¿y sabes por qué? Porque eran documentos que involucraban a los dos clubes, y él está limpiando todas las evidencias posibles para que no afecten ahora su club. Como sabes muy bien, en esos documentos estaba mi nombre incluido porque eran las transacciones de la última venta de drogas que le hice a Dan. La venta que salió mal y tuve que jodidamente dispararle.

—Mierda. Jake, nunca te pregunté esto, ¿pero por qué lo mataste? Las ventas, las entregas de mercancía, el cobro del dinero, todo marchaba bien.

—Todo marchaba perfectamente, pero la avaricia de Dan lo jodió todo. Me llegó información fidedigna de que estaba comprando mercancía a otro proveedor cuando yo soy el proveedor principal. Lo confronté, y el muy bastardo, lo admitió. Él quería destronarme cuando sabía perfectamente que nadie puede. ¡Soy el jodido rey!

—¿Y lo sabe Daniel? ¿Sabe que mataste a su padre?

—No se lo dije, pero él lo sabe porque lo vi en sus ojos, y me importa una soberana mierda. Sin pruebas no tiene nada, y si no quiere terminar como su padre, más le vale mantener la boca cerrada. Lo mismo va para ti.

—¡Maldita sea! Jake, por favor escúchame, tengo un plan tan perfecto que...

—Ya no me interesa, Max. Una lástima, seguro que ibas a ser un buen vicepresidente, pero como ves, no te queda nada con qué negociar.

—Obviamente con los documentos no, pero todavía puedes tener a Samantha.

Él ríe sin dar crédito a mi propuesta, y me espeta: —Tienes que estar bromeando. ¿Tienes amnesia, algodón en la cabeza, o la jodida droga ya te dañó el maldito cerebro? Sabes muy bien que con las damas de los presidentes no se juega. ¡Hay una maldita regla para eso!

—Jake, las reglas se hicieron para romperlas, y tú has roto bastantes.

—Sí, pero esta regla no. De verdad que la quería para mí porque ella es la mujer más hermosa que he visto en mi puta vida. Solo de imaginarla desnuda en mi cama y lista para mi disfrute, mi polla cobra vida instantáneamente. Mierda masculla enojado—. ¡Maldito Daniel Baxter y maldito tú! Ella ya está reclamada y sabes bien que no puedo hacer nada al respecto.

—Si todavía la quieres, haré eso posible para ti, juro que lo haré. Créeme en esto, prez, y si lo hago, tienes que tener el parche de vicepresidente listo para mí. Jake, esto que tengo planeado funcionará —le explico, y él se queda en silencio por mucho rato, y rezo porque esté considerándolo.

Cuando creo que ha colgado el teléfono, escucho una advertencia muy seria en su voz: —Es peligroso, pero no puedo evitarlo. Mierda. Quiero a Samantha, ¡que me condenen al infierno si no la quiero! No puedo sacar de mi mente ese cuerpo perfecto de muñequita virgen, carajo, lo que haré con ella si llega a ser mía. Nadie debe enterarse, ¿me oyes? me advierte con voz dura—. Si los otros clubes se enteran de esto me lincharán, pero ella lo vale. Te lo repito Max, si lo haces con discreción, y sin que nadie se entere, entonces, te escucho.

Cuidando de ti (Dragon's Family #1) (CORRIGIENDO)Where stories live. Discover now