Capítulo 13

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Samantha

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Samantha

Me despierto sintiendo una sombra oscura cerniéndose sobre mí y al mismo tiempo, sintiendo una punzada de dolor en mi sien. Me toco y siento unos puntos de sutura...oh, Dios. Debo estar en el hospital. Suspiro de alivio porque estoy viva, y abro mis ojos solo para ver que la sombra oscura era real. Una sombra oscura con ojos verdes enojados. Daniel.

Entonces recuerdo que me desmayé en sus brazos cuando él dice con desdén: —No, no estás soñando, bella durmiente. Levántate, tenemos que hablar.

Abro mi boca para decirle que no sé de qué tenemos que hablar, pero vuelvo a cerrarla porque todavía estoy aturdida. Me levanto con cuidado, y me quedo sentada sobre la cama mirando mi brazo con una intravenosa, pero obviamente esto no es un hospital. Miro alrededor de la habitación, solo iluminada por la lámpara en la mesita a mi lado, y deduzco que ya debe ser de noche. ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?

Lo miro, y con voz ronca le pregunto: —¿Dónde estoy?

—En mi habitación, en el club Los Dragones —responde exasperado, y me quedo pensando en el nombre del club. Nunca he oído hablar de él.

Vuelvo a preguntar: —¿Por qué...

—Mira, cariño, no tengo tiempo para esto. Además, las preguntas las hago yo. Dime, ¿trabajas para Max?

—¿Qué? —le pregunto pasmada.

Él masculla una maldición y se me acerca con su enorme cuerpo en tensión, demasiado cerca.

Mientras corría desesperada por la calle, después de lo que me hizo ese imbécil arrogante de Wilson, nunca imaginé que la persona que me detuvo antes de poder llegar al albergue era Daniel. Pensé que nunca lo volvería a ver. Cuando me volteé y vi la expresión en su rostro, me dio miedo porque no lo conozco en lo absoluto. ¿Y si iba a lastimarme? ¿Y si era igual que Max? Ese fue mi pensamiento, pero segundos antes de desmayarme, vi su rostro cambiar completamente. Él me miraba totalmente impactado, y pensé que debía ser porque parecía una loca desquiciada corriendo por la calle.

Al estar tan cerca, miro sus brazos musculosos con tatuajes de todo tipo, y una sensación extraña se anida en mi pecho al saber que estuve entre ellos. Miro su rostro y pienso que este hombre es peligroso, hermoso, pero peligroso. Aun así, siento dentro de mí, que no me hará ningún daño. Él sigue igual a como lo recuerdo, grande, tatuado y malhumorado. Su cabello negro está un poco más largo y no sé porque siento que mis dedos pican por tocarlo. Sus ojos verdes, aunque siguen enojados, son impresionantes porque nunca había visto unos ojos de ese color. Su chaleco de cuero sigue siendo el mismo, negro, con varios parches cosidos, y me quedo mirando el que tiene la palabra Presidente. ¿Presidente...cómo? ¿Del club? Oh, cielos.

Su aliento de menta le hace cosquillas a mis labios cuando dice con calma engañosa: —No quiero que contestes con otra pregunta. Simplemente, contesta la pregunta que te hago, y nos llevaremos bien. ¿Entiendes?

—Sí —contesto con aprensión y un poco fascinada también.

—Bien —asiente satisfecho—. ¿Trabajas para Max?

—No —replico con firmeza.

—¿Él te dio un sobre con unos documentos?

—Sí.

—¿Lo has visto hoy?

—No. No lo veo desde el día en que me dio ese sobre.

Él se queda como analizándome, y luego suelta: —¿Eres su cómplice?

—¡No! —jadeo indignada.

—¿No? ¡¿Y por qué demonios te dio a ti algo que es mío?!

—¡Él...él me dijo que los guardara! —exclamo desesperada y sorprendida.

Así que son de él...y Max los robó, porque eso fue lo que hizo, todo encaja. No sé qué está pasando aquí, pero él cree que soy culpable porque veo la acusación en sus ojos. A la mierda Max y a la mierda todo lo que tenga que ver con él. Estoy cansada, tengo hambre, y estoy enojada.

Levantándome para quedar frente a él, le espeto: —Vete al infierno. Yo me largo.

—No irás a ninguna parte —me habla con voz dura desde toda su ancha altura—. ¿Dónde están los documentos? ¿Por qué Max te los dio a ti? Si tienes algo que ver, juro por el infierno que...

—¡¿Qué demonios, Daniel?! —Ambos nos giramos hacia la voz enojada que viene desde la puerta de la habitación—. ¿Por qué estás alterándola? Te dije muy claramente que ella tiene que descansar —continúa diciendo el hombre, y luego entra a la habitación.

Me fijo en que tiene un envoltorio en sus manos, comida tal vez, y mi estómago gruñe.

—Lo siento, doc, pero necesito que me diga algo urgente y no puedo esperar —dice tajante Daniel.

—Pues tendrá que esperar —responde de frente el hombre, su voz firme—. Ahora, no me hagas pensar que eres igual que tu padre y deja a la chica en paz. Ella es mi paciente y sabes muy bien como soy con respecto a eso —lo regaña muy seriamente.

Así que es un doctor...

Ante sus palabras, veo a Daniel tensarse inmediatamente. —No-soy-como-él —masculla enojado cada palabra.

El doctor suspira. —Sé que no, pero muestra un poco de condescendencia y déjame solo con mi paciente. Cuando esté lista, ella hablará.

Daniel espera, como debatiéndose en si hacerle caso o no, pero luego asiente, reacio, hacia el hombre mayor. Entonces se voltea lentamente hacia mí. Su mirada verde tiene una clara advertencia, pero la disfraza con una voz engañosamente suave que me eriza la piel.

Sardónico, él susurra sobre mí: —Hablaremos más tarde. Buenas noches, bella durmiente.

Cuidando de ti (Dragon's Family #1) (CORRIGIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora