Capítulo 9

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Samantha

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Samantha

Las cuatro de la tarde. Solo uno más y podré irme. Una hora más y salgo de trabajar. Ahora estoy llevando el carrito de limpieza hacia los baños privados de recepción. Sí, otro día limpiando baños. No es que me desagrade hacerlo porque este es un trabajo digno como cualquier otro, pero me gustaría, al igual que las otras chicas que rotan sus tareas, limpiar en las oficinas de la planta superior. Son unas oficinas muy modernas con todo tipo de tecnología sorprendente, pero por el momento esto es lo que hay, y así me lo hizo saber con desdén la señorita Betty de recursos humanos: "Lo siento, señorita Reeves, pero solo llevas tres días trabajando y no estás en posición de solicitar otro puesto. Además, te recuerdo que es temporal".

¡Como si no lo supiera! Le hablé de mi situación con el jefe de mantenimiento, sus miradas lascivas, sus comentarios fuera de lugar, y abuso de su posición, pero ni tan siquiera me dejó explicarle bien. Me dijo que el señor Wilson es todo un caballero, muy respetuoso, y que es imposible tal atrocidad, ya que lo conoce desde hace años. También me dijo que hiciera mi trabajo o me echaba a la calle. Lo defendió hasta lo último y estoy segura de que ella está enamorada de Wilson porque hasta le brillaban los ojos mientras lo alaba todo el tiempo.

Con un suspiro resignado entro a los baños y dejo el carrito en el marco de la puerta para que no se cierre y nadie pueda pasar mientras hago la limpieza. Tomo los productos que voy a necesitar y comienzo con mi tarea. Estos baños son muy amplios y lujosos, y me toma bastante tiempo en tener todo limpio y oloroso. Cuando estoy colocando el papel higiénico en el último cubículo, escucho que la puerta se cierra. Aunque a esta hora ya casi todos los empleados se han marchado, debe ser una de las secretarias apuradas por que le llegó su período. Siempre son amables y me preguntan si pueden pasar cuando estoy limpiando.

Así que salgo del cubículo y con voz alegre, digo: —Ya casi termino, pero puedes... —Y las palabras mueren lentamente en mi boca cuando veo que es el señor Wilson.

Oh, no.

—Vaya, vaya...ya que puedo, entonces lo tomaré —dice jactancioso, y un nudo de aprensión se forma en mi estómago.

Me quedo quieta, mirándolo fijamente, y lo que veo en sus ojos castaños no me gusta nada, y para rematar, su sonrisa de suficiencia hace que se vea terrorífico. Él también está quieto, con sus manos dentro de sus bolsillos delanteros y mirándome. Acechándome.

Wilson es jefe de mantenimiento, pero se cree el dueño de la empresa con su elegante camisa blanca con corbata y su actitud arrogante. Él es alto y fornido, de unos cuarenta y cinco años, su cabello es negro sin canas, y tiene las cejas muy bien arregladas. Su cara está libre de vellos y siempre está oliendo a perfume caro y llevando accesorios caros también. Pienso que todo el dinero que gana lo gasta solo en su apariencia. Algunas de mis compañeras de trabajo dicen que él es muy guapo, pero yo no le veo nada de guapo a este tipo egocéntrico. Lo único que quiero es que me deje trabajar tranquila. ¿Es mucho pedir?

Su voz es engañosamente suave cuando explica: —Tuve una conversación muy interesante con la señorita Betty —se queda en silencio evaluándome y esperando. Como no digo nada, él sigue—: Dime, ¿quieres seguir trabajando en esta empresa permanentemente? —pregunta.

Y sin dudar le contesto: —Sí.

Él asiente, satisfecho: —Bien, eso pensé. Ahora, hermosa, ¿qué podemos hacer para que sigas trabajando con nosotros? Porque déjame decirte, Sammy, que tengo muchas ganas de que te quedes —lo dijo mirándome de arriba abajo descaradamente, y lo odio.

Odio que me digan Sammy. Fueron las últimas palabras que dijo mi madre antes de irse y dejarme en un mar de lágrimas: —"Vendré por ti Sammy, cariño. Te lo prometo". Tenía ocho años. Dolió en ese momento, pero ahora ya no. Ahora lo odio, y escucharlo de este hombre hace que me hierva la sangre.

—Yo solo estoy haciendo mi trabajo y lo hago bien —me defiendo, empeñada en salvar mi puesto, pero él se ríe sarcásticamente.

—Podrías hacerlo mucho mejor —objeta con desdén—. Conozco al dueño de esta empresa y podría hablarle maravillas de ti y de lo buena empleada que eres. Entonces te darían un mejor puesto y un excelente salario, así como el mío —se jacta—. Solo tienes que aceptar salir conmigo. Te llevaré a un bar para que nos tomemos algunas copas, te relajes, y luego...

—Nunca —niego ferozmente—. Prefiero lavar baños toda la vida antes que salir con un hombre como usted.

Sus fosas nasales se ensanchan. —Eres lista, pero yo soy todavía más listo. ¿Crees que no me doy cuenta de lo que haces? ¡Me provocas a propósito con esos bellos ojos azules en tu lindo y suave rostro! Me pregunto si tu piel es así de suave en todas partes de ese glorioso cuerpo que tienes. Ese cabello largo y negro... Oh, lo que haría con él —ronronea moviéndose incómodamente, y sé por qué.

Él está excitado, y yo estoy cerca de vomitar en el retrete a mi lado. Tratando de calmar mi pánico, me digo que tengo que correr y es ahora.

—Ya...ya terminé mi trabajo por hoy. Si me disculpa, debo irme —digo, y me muevo para pasar a su lado.

Cuando creo que ya estoy a salvo y saldré por la puerta, me agarra por el antebrazo y me voltea de manera brusca.

Con voz colérica, escupe: —¿Quién te crees que eres para rechazarme? Mírame bien, soy un buen partido, tengo un cuerpo de dios griego, y una polla grande que te volverá loca de placer. Tengo mucho dinero y soy el jefe. Créeme cuando te digo que también lo soy en la cama y lo pasarás de maravilla. Soy un hombre inolvidable y también lo seré para ti. Las mujeres dicen que soy todo un papacito —sonríe con chulería.

—Usted no es ningún papacito. Usted lo que es, ¡es un patán arrogante! —le espeto tratando de soltarme, pero su agarre se hace más fuerte.

—Entonces, Sammy cariño, te demostraré ahora mismo quién es el patán arrogante —escupe furioso.

Y con su mano libre agarra mi nuca y me tira hacia él para besarme, pero yo volteo rápido mi cabeza y lo estoy empujando con todas mis fuerzas. Lo muerdo donde puedo en el brazo, y él me da un fuerte empujón que me lanza contra la pared y me golpeo en la sien con el secador eléctrico de manos.

—¡Perra! —grita, levantando la manga de su camisa para revisar si le hice algún daño.

Espero que sí. Entonces sé, que esta es mi oportunidad para escapar.

Un poco aturdida, abro la puerta, saco el carrito de limpieza del medio, y salgo corriendo. Llego hasta el cuarto de empleados, me pongo mi abrigo con movimientos bruscos, recojo mi mochila, y salgo como la mierda de aquí. Sigo corriendo hasta que mis piernas y mis pulmones no pueden más. Las personas me miran extraño, pero las veo como en un borrón mientras voy por la acera sin detenerme ni por un segundo. Doblo la esquina y exhalo de alivio al ver el albergue. A salvo... Una mano me toma por el brazo y me voltea. Me quedo mirando, la adrenalina cediendo, mis emociones al descubierto.

«La vida no puede ser tan cruel».
Ese, es mi último pensamiento antes de desplomarme en el suelo.

Cuidando de ti (Dragon's Family #1) (CORRIGIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora