CAPÍTULO 25

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PDV Scarlett

- ¿Qué me pasa?

Imágenes se mezclaban en mi cabeza. Eran borrosas...Sin sentido. Escuchaba voces...gritos, veía...veía a mi padre.

Salí de la furgoneta lo más rápido que pude sin llamar la atención de los demás. Me tamaleé hasta llegar a los árboles y me apoyé en unos de ellos con la sensación de que mi cabeza iba a estallar.

Mi respiración se iba acelerando, tenía toda la espalda mojada producto del sudor. Busque a mí alrededor, si se veía a Alejandro que extrañamente había desaparecido hace bastante rato.

- ¿Alejandro, donde te has metido?

Levanté mi vista al cielo, la luna comenzaba a divisarse a la lejanía, una muy bella luna llena.

Nuevamente imágenes bombardearon mi cabeza, intentaba retenerlas pero el dolor era inmenso. El collar se sentía arder contra mi garganta. Lo tomé en mis manos y de pronto...ya no me encontraba en el mismo lugar.

Todo era extraño, me encontraba en un lugar desconocido, era un despacho, en ella se encontraba un escritorio de roble y un par de hojas revueltas encima de él, también había un gigantesco cuadro de un hombre joven con una corona en su cabeza y un orbe en su mano, otros tapices cubrían el lugar y muebles de decoración.

Miré por la ventana, se apreciaba un día cálido y agradable, se podía divisar más allá de los muros la ciudad con su gente. Un ruido me apartó de la hermosa vista y ahora miraba a un hombre que entraba por la puerta de unos 26 años, quedé en shock por temor a que me descubriera pero el parecía no verme, toqué mi collar y se sentía más caliente que nunca...No entendía nada, ¿Por qué estaba aquí? ¿Por qué estaba viendo esto?

El hombre caminó hacia escritorio y se sentó con expresión cansada. No era necesario averiguar quién era, estaba más que claro que era mi padre de joven.

Caminé hacía él, todo era tan extraño, por fin lo podía tener tan cerca pero él no me vería. Miré sus ojos, esos ojos que había visto antes en mí, pero que los de él, denotaban, amargura y sufrimiento, pero no veía maldad en ellos.

La puerta se abrió y me volteé para mirar a un hombre pálido y decrépito, ya anciano. Me sorprendió que entrara sin anunciarse o algo, incluso temí por la reacción de mi padre pero este no parecía hacer algo.

- ¿Qué haces aquí? -gruñó mi padre.

El anciano no se inmutó ante la irritación de mi padre.

-Se te acaba el tiempo mi rey, debes buscar una solución pronto, o esa gema que portas se tornará negra como el destino que te aguarda.

Mi padre palideció ante su mención y se pasó las manos por el cabello frustrado.

-Yo no pedí esto -murmuró.

-Pero es lo que te tocó, pero tienes el poder de cambiarlo.

- ¡Pero es que no puedo cambiarlo! - gritó.

-La maldición puede ser revocada por el mismo ser que profetizó para tu nación.

-Si...pero hay condiciones para eso y ni mis más grandes historiadores serán capaces de encontrarla a tiempo.

-Esfuércese más mi rey.

- ¡Eso hago! - Golpeó con su puño su escritorio - Pero no puedo controlarlo...esto - señaló una piedra de color gris tormenta que colgaba de su cuello -Va oscureciéndose por cada paso que doy, esto es parte de mí y no puedo quitármelo...ya lo intenté.

Destino (Corrigiendo)Where stories live. Discover now