25. EQUIPAJE PESADO

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TATE

- Dulzura, mírame a los ojos. -La pequeña niña de irises grisáceo parpadeó dos veces y fijó sus ojos en los míos. Tenía una fea cortada en su antebrazo que requería algunos puntos, pero antes debía curarla. Busqué en mi mente que podía hacer para tranquilizarla y dije lo que pensé que funcionaría-. ¿Ves a esa doctora que está ahí? -Ella asintió-. Sus manos son poderosas, curarán tu herida, pero necesita que estés tranquila, sí. Te prometo que no va a doler.

- ¡Quiero a mi mami! -dijo llorando de nuevo.

- Tu mami llegará en unos minutos, yo estaré contigo mientras ella viene. Piensa en algo lindo, lo que más te guste hacer en este mundo. -Miró hacia arriba como si buscara ese recuerdo.

- Me encantan los abrazos de mi mami respondió con una sonrisita-. ¿Y en qué piensas tú cuando tienes miedo? -Su pregunta me tomó por sorpresa. Lo primero que me vino a la mente fue Miles. Lo extraño tanto.

- Cuando tengo mucho miedo, cierro mis ojos e imagino que estoy en un prado lleno de flores donde un hermoso príncipe me está esperando. Ahora, cierra tus ojos, piensa que tu mamá es quien te abraza. -La rodeé con mi cuerpo dejando lugar para que la doctora Cristina tomara los puntos. La niña se aferro con su brazo sano a mi mano y suspiro. Los puntos no le causarían dolor, ya estaba sedada, pero tenía mucho miedo de las agujas.

- Mi mami huele a muchas flores, ella me abraza siempre y me dice que soy su tesoro. No tengo miedo cuanto estoy con ella... - Eliana, así se llamaba la pequeña valiente, solo tenía cinco años, habló de lo mucho que su mami la quería hasta que la doctora terminó de tomar todos los puntos. Imaginé esa clase de amor que existe entre madre e hija, pensé en que  después de todo hay un amor que nunca será feo. Después de pasar tantos días de ansiedad y tristeza, abrazar a esa niña y saber que un día tendré mis propios hijos me llenó de mucha emoción. Una lágrima corrió por mi mejilla, la sequé rápidamente y me separé de Eliana.

- Eres una niña muy valiente -expresé sonriendo.

- ¡Mami! - chilló la pequeña, su rostro se iluminó de tal forma que no tuve dudas de cuan sinceras fueron sus palabras. Salí del pequeño cubículo con una enorme sonrisa en mis labios. Sophie me vio desde la recepción de enfermería y me guiñó un ojo.

Ya imagino lo que está pensando.
Caminó fuera del mostrador de mármol y se apresuró a entrelazar su brazo con el mío.

- ¿Lo hiciste al fin? Te dije que sería fantástico, encerrarme en el cuarto de descanso y poseer el escultural cuerpo de Erick también me sacaría más que una sonrisa detalló emocionada.

- Shh ¡calla! No fue nada de eso, y deja de imaginar que este hospital es una réplica de Grey Anatomy. -Es una de sus series favoritas, tiene un enamoramiento con el doctor Sheperd o algo así. Fue todo lágrimas cuando su tan amado doctor murió en la serie.

- Esto ha sido un caos el día de hoy, me duelen hasta los tuétanos, pero estoy feliz, en dos días viajaremos a Londres. -No pudo contener su emoción y lo gritó a voz populi. Después de todo, mamá no pudo acompañarme, mencionó algo de no querer dejar a papá solo por tantos días. La forma en que ellos se aman es tan hermosa. Le pedí a Shopie que me acompañara, Brenda sería mi primera opción pero sus hijos requieren de su cuidado. Shopie no ha dejado de decir lo feliz que está, nunca ha viajado fuera de los Estados Unidos. Erick rechistó un poco, pero lo convencí con solo batir mis pestañas.

- Nos vemos mañana, Sophie. -Ella aplaudió y soltó mi brazo volviéndose a su puesto detrás de la recepción.

***

Rodé mi maleta por el estrecho pasillo con la esperanza de encontrarme con Miles, pero era un caso perdido. Según Corbin, está en Hon Kong, es lo único que logró averiguar en la aerolínea. Quisiera odiarlo por abandonarme de esta manera, por decidir qué era lo mejor para los dos sin tomar en cuenta mi opinión. Sí, le dije que era feliz antes de que él apareciera, pero fui mil veces más feliz cuando mi corazón se aceleró con el simple beso en la mejilla que me dio aquel día, después de llevarme a comer pizza. Fui más que feliz cuando me dijo que me amaba y que siempre lo había hecho. Pero nada podrá superar lo feliz que me hizo esa tarde en la playa, ese pequeño momento es algo que nunca podré olvidar y lo que más me aterra es que nunca vuelva a suceder.

- ¿Vas a un funeral? - bufó Cap. No pude evitar sonreír, en poco tiempo, me he encariñado mucho con él.

- No, viajaré a Londres con Erick respondí mostrándome más animada. Debo fingir por lo menos un poco de alegría y, tal vez, si él lo cree yo también pueda.

-Parece que te hace mucha ilusión - ironizó alzando las cejas.

-Es que ayer fue agotador en el hospital y hoy me levanté muy temprano -me excusé cubriendo un bostezo.

-Niña,  no te conformes con un trozo del pastel cuando puedes tener la torta completa mencionó Cap antes de que el elevador se detuviera y la puertas se abrieran.
-No es mi decisión -respondí frunciendo los labios. Quería estar con Miles, pero él no estaba dispuesto a renunciar a su miedo y elegirme a mí.
Salí del ascensor despidiéndome de Cap y crucé las puertas del edificio. Afuera llovía, Erick ya estaba esperándome en su auto. Se bajó con un paraguas y me abrió la puerta para que me subiera. Se encargó de mi equipaje y luego ocupó su puesto tras el volante.
La calefacción estaba encendida, impidiendo que termináramos muriendo de frío. En esta época llovía mucho en San Francisco.
El trayecto al aeropuerto fue en silencio, noté que mantuvo su ceño fruncido durante el viaje, pero no le pregunté a qué se debía. Él me lo dirá si quería. La leve lluvia se convirtió en un fuerte aguacero a mitad del viaj, por lo que demoramos un poco más en llegar.
Una vez que estuvimos en el aeropuerto, le entregó las llaves de su auto al chofer de la familia. Ya en la sala de espera, seguía en silencio. Estaba comenzando a incomodarme.

- ¿Esta será tu actitud durante todo el viaje? - recriminé.
Él suspiró sopesando su respuesta.

- No traes el anillo, Tate - mencionó sin mirarme. Tenía días sin usarlo, sentirlo en mi dedo solo era un recordatorio del compromiso que estaba dispuesta a romper en cuanto Miles dejara su cobardía y volviera por mí.

- Es una hermosa joya y demasiado costosa para arriesgarme a perderla en este viaje - aseguré sin flaquear. Tomé su mano y la apreté-. Estoy aquí, contigo, destino a Londres a escoger mi vestido ¿no es suficiente?

- Perdóname, morenita. Ayer perdí a un paciente y estoy enojado. No mereces que la pague contigo - admitió al fin. Tomé su mano con más firmeza y susurré un lo siento. Sabía lo difícil que es perder un paciente y lo mal que se pone cuando esas cosas suceden. Él se cree un dios de la cirugía, y no dudo que es el mejor en su área, pero no todas las personas se pueden salvar. Hay que ser consciente de ello. Estoy comenzando a ver que este viaje era lo que necesitaba para convencerme de que lo nuestro puede funcionar, que la felicidad no está en un solo lugar. Debo abrazar la oportunidad que me da la vida de poder compartir con alguien que me ama de forma incondicional y lo ha demostrado en varias oportunidades.

El momento se derrumbó cuando vi acercarse a Verónica y al doctor Albert. Ella exudaba arrogancia, su abrigo de piel cubría gran parte de su silueta, odié al instante la pieza de crueldad que la protegía del frío. Ella se despojó del felpudo marrón y lo colgó en su brazo. ¿Quién lleva una falda pitillo hasta la cintura, tacones punta aguja y un profundo escote para un vuelo comercial? Solo ella. Verónica se acercó primero a Erick y le dio dos besos como si fuera francesa, luego se acercó a mí y repitió la acción. Su perfume dulce me provocó arcadas. Albert estrechó la mano de Erick y luego se volvió a mí tomando mi mano y dándome un corto beso.
Es lamentable que un caballero tan amable se haya involucrado con una víbora como ella.

- Uh, allá afuera esta helando - mencionó Sophie suavizando sus brazos. Con la colosal llegada de Verónica, no la había notado. Agradecí a Dios de que ella estuviera aquí para amortiguar la pesadilla que era viajar junto a aquella mujer. Escuchamos el llamado para abordar y caminé del brazo de Erick con la cabeza en alto. Sophie iba a mi lado y los demás nos seguía. Unos pasos más adelante, contuve la respiración. Los ojos celestes de Miles escanearon cada parte de mí como si estuviera practicándome una resonancia magnética. Erick se apartó por un momento para entregar el equipaje y me quedé congelada. Parecía que en cualquier momento iba a desmayarme. No puedo describir lo que vi en su mirada ¿dolor?, ¿alegría?, ¿sorpresa? Quería correr a sus brazos y besarlo, pero no podía hacerlo, no delante de todos. Aunque si él se acercaba, no me iba a resistir. Jugué con la idea de mandar todo a la mierda, pero esperé. Él debía dar el siguiente paso, yo le había enviado un mensaje días antes y si no estaba dispuesto a dejar atrás lo que sea que lo estaba frenando, yo tampoco debía renunciar a la posibilidad de ser feliz. No completamente feliz, pero sí lo suficiente como para seguir adelante.

UGLY LOVE: FOREVER YOU (editando)Where stories live. Discover now