40. Soledad

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CAPÍTULO 40:

40. Soledad

Dylan notó la mirada de Luke algo extraña, parecía estar algo nervioso pero no entendía el por qué y mucho menos el por qué estaba parado en la puerta de la habitación de su madre mirándola desde unos once metros de distancia. Aun así, Dylan no dijo nada y se pegó la vuelta a ver qué era lo que él quería, no tenía nada para perder. Era tarde para ir al colegio y tampoco tenía ganas de ir. Además, no quería volver a cuestionar la confianza del rubio.

—¿Y ahora qué piensas decirme? —ella preguntó como si se esperaría otras palabras groseras de él.

—Entra. —dice con timidez haciendo espacio en la puerta para que ella entrara.

—¿Lo dices en serio? —a Dylan le parecía que estaba bromeando.

—Entra. —esta vez le hace una seña con la cabeza y Dylan ingresa a la habitación. Se sintió extraña allí dentro, sentía como si estuviera invadiendo territorio privado.

Luke cerró la puerta detrás de él y hubo un silencio incómodo aquellos segundos. Dylan no sabía en qué punto de la habitación mirar, la madre de Luke estaba sentada en la camilla y apenas la vieron sus ojos sonrió con inseguridad, todavía se sentía algo incómoda.

—No voy a hacerte nada, mucho menos en este estado —para la sorpresa de Dylan, fue Liz la que rompió el silencio—. No te pongas nerviosa.

—Lo siento —Dylan sonrió sacándose aquellos nervios de encima—, hola señora Hemmings.

—Dime Liz —ella repone con ternura—, no tienes por qué hablarme con tanta formalidad.

—Está bien —la joven asintió—, ¿cómo se encuentra, Liz?

Dylan trató de ser cordial, aquella mujer parecía ser completamente amable y dulce. Además, se había referido a ella de buena forma.

—Me encuentro muy bien y eso es en parte gracias a ti. —la mujer que estaba sentada sobre su cama sonrió nuevamente— Quería agradecerte formalmente lo que hiciste.

—No es nada —ella sonríe abrazándose con ambos brazos—, me alegro mucho de que se encuentre bien.

—Luke me habló de ti —volvió a mencionar Liz—, sinceramente no puedo creer que seas la hija de Constance. Estás muy distinta a la última vez que te vi.

Dylan sintió como una leve descarga eléctrica al escuchar el nombre de su madre, mucho más asociándola de esa forma.

—Los años nos cambian demasiado. —ella menciona con sus ojos clavados en los de ella— Aun más durante la adolescencia, cambiamos en tantos aspectos que a veces no nos reconocemos ni siquiera a nosotros mismos.

—Veo que tienes ese mismo uso de palabras que ella. —Liz sonrió con dulzura— Todavía recuerdo su manera de adorar a Bob Dylan.

La sonrisa de la joven fue automática. Le parecía increíble que alguien recordara o incluso supiera aquel dato de su madre. Bob Dylan era admirable para aquella mujer en todos los sentidos, pero él tenía algo que lo destacaba del resto de los músicos y poetas: sus palabras. Constance decía que él hacía magia con ellas y su música la hacía sentirse en un mundo completamente distinto. Ella quería ponerle Bob a su primogénito pero su marido se había negado ya que el nombre no le agradaba y desde hacía tiempo quería ponerle a su primer hijo Kyle que había sido el nombre de un señor que lo ayudó de corazón cuando apenas había pisado Estados Unidos. Lo había querido así para agradecerle a aquel hombre, de alguna manera, como gastó su tiempo, su dinero, sus palabras y su cariño hacia un desconocido con poco dinero, desorientado y que apenas podía decir algunas palabras en inglés. De todas formas, Constance no había dejado de lado la idea de llamar a su próximo hijo como el hombre que admiraba. La doctora le había dicho que era otro varón y su marido había coincidido en ponerle Dylan. Cuando su segunda hija nació, les sorprendió que la doctora se haya confundido en el sexo de aquel bebé pero aun así ninguno de la familia le importó y Constance estaba completamente decidida a ponerle Dylan a su niña, también podía ser el nombre para una niña y su madre le dijo a la pequeña apenas llegó a sus brazos la primera vez, que ahora era a ella la persona que más admiraba en el mundo.

Addicted [l.r.h.] #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora