CAPÍTULO IV

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MASRY

Mis manos temblaban mientras me apartaba las lágrimas de los ojos.

Estaba sentada en el suelo de mi habitación.

La luz del sol entraba por la ventana de mi habitación y solo pude pensar :

"¿Cómo pudiste sostener tanto, Lucie? ¿Cómo pudiste sostener tanto y aún así brillar con la misma fuerza?"

Y solo pude hacer lo que llevaba haciendo durante casi tres meses.

Agarré mi teléfono y busqué su nombre en mi lista de contactos.

Marqué y sonaron cinco tonos hasta que su voz se hizo presente en toda la habitación.

- ¡Hola! Soy Lucie. Si no contesto quizás es porque no tengo datos o porque estoy ocupada con mi mejor amiga Masry. Por favor deja lo que me tengas que decir después del ¡Piii! - Se ríe - Un besoooo.

Tiré el teléfono sobre la alfombra y comencé a tirarme de la ropa con fuerza mientras lloraba.

Había perdido a mi mejor amiga.

A una amiga que a penas conocí todo su dolor.

Le jodieron el corazón, el alma, los días y aún así, no dejó de sonreír.

Lucie era un raro desastre.

Ese desastre que no cualquiera podía controlar y esa rareza que pocos entendían.

Así era ella.

Con sus manos frías y su alma caliente.

Lucie amaba las tormentas eléctricas, porque decía que eso demostraba que hasta el cielo perdía el control.

Era fuego y no buscaba a nadie que la apagase, sino alguien que ardiese con ella.

Nunca me confesó abiertamente su amor, pero sus ojos siempre me hablaban y fui una idiota que no se dio cuenta.

Debería haberle gritado "quédate" cuando se fue de mi habitación.

No debí apartar mis ojos de los suyos.

No debí callarme.

No debí dejarla pensar cosas que no eran.

Debí abrazarla fuerte.

Lucie siempre sería el punto intermedio entre el amor más grande que había tenido y el dolor más intenso que nunca me habían causado.

✅Aquella versión que nunca te contaron  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora