CAPÍTULO VIII

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Lucie tenía padres, pero a veces notaba que los trataba de evitar a toda costa en nuestras conversaciones.

Cuándo yo hablaba de cómo los míos se reían con aquel programa que daban por las noches y me hacían despertarme ; ella fijaba sus ojos en el suelo y no pronunciaba ni una palabra.

Cuando yo hablaba de que todos los veranos nos íbamos a la casa del pueblo con los abuelos, ella cambiaba de tema drásticamente.

Cuándo yo le decía lo mucho que los quería a pesar de que a veces no me comprendiesen ; ella me decía que tenía que irse y se marchaba corriendo.

Si hubiese sido más lista, me hubiese fijado en cómo sus ojos se volvían rojos y llorosos.

Me hubiese fijado en los moratones de sus brazos.

En como nunca quería quitarse la camiseta en la piscina.

En porque nunca me habló de sus padres.

Nunca entré en su casa.

Nunca hablé con su madre.

Nunca vi a su padre.

Lucie guardaba secretos. Quizás demasiados.

Los secretos.

Esos oscuros tesoros que guardabamos en lo más profundo de nuestro ser.
Podían ser un peso insoportable si no se compartían a tiempo.

Eran como una bomba de relojería que amenazaba con estallar en cualquier momento y destruirlo todo a su paso.

Cuando llevábamos en nuestro interior un secreto que nos oprimia el alma, nos carcomia por dentro y nos impedía vivir en paz.

Nos consumía lentamente, nos hacia sentir culpables y nos llevaba a mentir y engañar a quienes nos rodeaban.

Nos sumergian en un mar de dolor y angustia del que parecía no haber salida.

Pero lo peor de todo es que los secretos tenían el poder de destruir relaciones y vínculos que creíamos indestructibles.

Cuando guardabamos silencio por miedo, vergüenza o cobardía, estábamos condenados a vivir en la mentira y la falsedad.

Nos alejabamos de aquellos que amabamos, nos distanciabamis de quienes confíaban en nosotros y nos convertimos en extraños para nosotros mismos.

Los secretos podían convertirse en una carga demasiado pesada de llevar, en un fardo que nos arrastraba hacia lo más oscuro de nuestra existencia.

Nos impedían ser libres, felices y plenos. Nos alejaban de la luz y nos sumian en la más profunda oscuridad.

Lucie no debió dejar que sus secretos se convirtieran en su verdugo, en su propia cárcel.

No me abrió las puertas del todo y dejó que su verdad se volviese más oscura.

Dejó que la consumiese.

Dejó que la asfixiase.

Dejó que la matase lentamente.

Aún así necesité respetar aquella decisión.

Respeté sus secretos.

Como todas las cosas que había logrado aceptar y entender junto a ella.

Había aprendido a quedarme callada cuando la veía de mal humor, porque si no pagaba su enfado conmigo.

Había empezado a acostumbrarme a sus diferentes manias.

Como comerse las uñas cuando estaba nerviosa o rascarse la piel compulsivamente cuando algo le preocupaba.

✅Aquella versión que nunca te contaron  Where stories live. Discover now