CAPÍTULO IV

93 38 67
                                    

MASRY

- ¿Qué superpoder elegirías si tuvieses la oportunidad? - comentó Lucie, dándole un mordisco a su helado de pistacho.

Entrecerré los ojos al mirar la puesta de sol que teníamos delante.
Nos encontrabamos sentadas sobre uno de los muretes de la playa con un helado cada una en las manos que ya empezaba a derretirse en nuestros dedos. Me encogí de hombros.

- Yo escogería el poder de la creatividad - dijo con seguridad y asintiendo con la cabeza mientras miraba a unos niños correteando por la arena de la playa y ríendose a carcajadas - Tener la habilidad de imaginar y crear nuevas posibilidades y realidades, de inspirar y sorprender a los demás con mi capacidad de innovar y pensar fuera de lo común.

- Pero tendrías el riesgo de que se aprovechen de ese poder - objeté.

- Y sería muy inteligente como para no permitirlo

Arrugué la nariz y le di una lametada a mi helado de chocolate blanco.
Yo no quería ese superpoder. No podría soportar la presión de estar creando ideas nuevas cada pocos segundos, me sería agotador. Pensé en algo que combinase conmigo de verdad.

- Diseñaría mi propia ropa y haría espectáculos de magia - continuó ella, mientras miraba hacia el sol, con los ojos brillantes - Podríamos hacer cualquier cosa que nos imaginasemos.

Sonreí un poco al escuchar que contaba conmigo para su mundo mágico e irreal que pertenecía al pequeño mundo de su cabeza.
Lucie era una de mis únicas mejores amigas. Para ella, yo era su única mejor amiga.

- Podríamos inventar un nuevo idioma o algún sistema de escritura - opiné.
Lucie resopló. Empujó su hombro con el mio.

- Estamos hablando de cosas interesantes, Masry. Hablo de hasta poder hacer que los dinosaurios o los dragones puedan volver a existir. ¿No sería alucinante?

La miré de reojo. Sus ojos se hacían cristalinos bajo el sol. Sus pecas sobresaltaban sobre su pálido rostro. Quería ser igual que ella. Con esa energía. Esas ganas de convertirse en la salvadora del mundo. Ser valiente. No tener miedos.
Era un niña. Nunca imaginaría lo equivocada que estaba.

- Sería fascinante, sí. - contesté, dirigiendo mi mirada de nuevo hacia las olas que rompían sobre las rocas.

- ¿Cuál sería el tuyo?

Rocé la pequeña herida que tenía en la rodilla por culpa de caerme de la bicicleta en una cuesta hacia abajo.

- El poder de la sanación.

- ¿El qué?

- No sé. Me gustaría tener la capacidad de curar a otras personas de enfermedades. Mentales o físicas.

- ¿Porqué? - preguntó confusa.

- Quizás para ser reconocida como alguien que hace el bien y ayuda a los demás.

Lucie soltó una pequeña risa. Pensé que se reía de mi hasta que me rodeó los hombros con un brazo.

- Eres la amiga más especial que he tenido, Masry . No cambies nunca.

Volví a sonreír. Y ambas nos quedamos mirando la puesta de sol comiendo nuestros helados derretidos.

LUCIE

Mamá gritaba. Alto y muy fuerte. Pero la voz de papá resonaba aún más por las paredes. Estaba sentada en el suelo de mi habitación, apoyada con la cabeza entre las piernas y abrazándome.
No había podido terminar de cenar porque mamá me había dicho que me fuese a mi cuarto en cuanto papá dio un golpe tan fuerte en la mesa que hizo que los vasos de agua se elevasen por un milisegundo.

Me levanté del suelo y coloqué un casete en la radio vieja que había encontrado en el desván cuando nos mudamos a aquella ciudad, hacía un año y medio.
Sonó la única canción relajada que había y subí el volumen hasta que las voces desaparecieron. Me quité los zapatos e hice lo que hacía siempre que mis padres discutían : inventarme una coreografía.

Comencé a a moverme por la habitación con los ojos cerrados. Di piruetas y extendí los brazos, relajándome. No pensé en los gritos. En que mi madre mañana se levantaría con otro moratón en el ojo. En que papá le regalaría flores y ella las aceptaría con una sonrisa. En que mañana por la noche tendría que volver a dejar la cena a medias y volver a crear otra coreografía.

Respiré hondo y dejé la mente en blanco. Esa era mi vida. Esos eran mis padres. No podía rechazarla. No podía no quererles.

✅Aquella versión que nunca te contaron  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora