Julie Dash - Realidad irreal

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Hablaba demasiado. No paraba. Podía hablar y hablar y responderse a sí misma.

—No estoy interesada en ella. No hay manera ni forma de que pueda gustarme alguien así, pero la verdad preferiría enfocarnos en los niños.

—Bastian es un niño difícil. No te desanimes si no ves el avance. Ksenya puede ser dura, pero... es una gran mamá —Dolores cambió el tema entendiendo mi incomodidad y eso lo valoré.

Un rato después, y con todo preparado, caminé por los pasillos de la segunda mansión y subí por el ascensor hasta la planta en donde estaba la piscina techada. La casa era abierta, rodeada por ventanales que daban hacia el lago y la belleza del paisaje a nuestro alrededor, que ese día estaba eclipsado de tanta lluvia.

Preparé todo durante los próximos minutos. Dolores había cumplido su palabra. Mandó a los trabajadores a llenarme una piscina inflable. La coloqué con más de treinta juguetes y fue Ksenya personalmente quien llegó con los dos niños en brazos treinta minutos después.

Pero... no llegó sola, sino con Andrea. Que intentaba cargar a Sophia y ella negaba con la cabeza y decía: Mamá Key. Mamá Key. Negando con la cabeza.

—Déjame ayudarte, linda. Mamá no puede cargar a ambos.

Ksenya la miró alzando la ceja como diciéndole: ¿qué dices? Yo puedo con todo.

—¿No quieres que te cargue Andrea porque huele a podrido? —le preguntó la rusa a su hija, antes de agregar—: ¡Fo! Huele muy mal.

Andrea la fulminó con la mirada, y Sophi con la voz preciosa agregó: "guacala" tanto que hasta Bastian sonrió con picardía. Eran sus cómplices en las maldades. Ella era graciosa, sí. Desagradable pero graciosa.

—Yo huelo a flores —soltó Andrea intentando entrar en la conversación.

—A la flor de loto, será. La que está en el lodo —Sonrió Key, con suficiencia.

Y solo allí repararon en mi presencia.

Bastian tenía un short de spiderman, mientras Sophia un bañador de dos piezas de color rosado. Apenas me vieron, ambos sonrieron, pero Bastian vio la piscina y entonces: ocultó la cabeza en el cuello de su madre y se aferró a ella con miedo.

—Mira... ¡rosado! Está muy bonito, como yo —sonrió la niña, al verme, tocándose el traje de baño y mostrándomelo.

Enseguida pidió bajarse y caminó hacia mí pidiéndome que la cargara.

—A mí también me gusta el rosado.

—Mamá odia rosado —habló y aunque tenía un gran léxico para una niña de su edad, su vocesita sonaba tierna y le costaba pronunciar algunas palabras.

Me apresuré a quitarme la bata antes de cargarla y quedar en un traje de baño negro, completo que me consiguió Dolores. Jamás se me pasó por la mente que necesitaría un bañador, ni mucho menos que tendría la oportunidad de enseñarles a nadar.

Sentí unos ojos evaluándome hasta el punto en el que me sonrojé. Me estaba mirando de forma descarada y me estaba haciendo sentir incomoda.

—¿Qué se supone que ves?

—¿En serio crees que algo de tu cuerpo me resulta especial? —respondió petulante.

—Entones aparta la mirada. Es incómodo.

—Lo haría si no estuviera tan sorprendida y si acataras tu órdenes. Por cierto, si te veo es porque llevas un traje de baño que cuesta mucho más de lo que vales tú, y es mío. Aunque luego de hoy, no lo volveré a usar. "Guácala" —Sonrió de forma pícara, esperando que Sophia le siguiera el juego.

El capricho de amarteKde žijí příběhy. Začni objevovat