Capítulo LIII

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SIGLO ANTIGUO

PALACIO REAL DE EVIGHEDEN

LIAH'S POV

Me removí sobre el asiento, estaba cansada de esperar y estar en la misma posición.

-Liah, enhorabuena por el nacimiento de tu bebé.

Oxford apareció con un vaso de agua en sus manos, luego me lo entregó.

-Esto es para ti.

Asentí.

-Gracias.

Sonreí y tomé agua.

-Entonces, ¿es un varón o una dama?

Suspiré y recordé el rostro regordete de mi heredero.

-Varón.

Oxford sonrío y dio dos pequeñas palmadas en mi hombro para luego alejarse.

Termine mi vaso de agua y lo deje a un lado.

No estaba en la habitación, ya que me habían pedido algo de privacidad para una revisión a Luna y a nuestro hijo. No dude dos segundos en despedirme rápidamente y salir de allí. Sabía que entre más rápido salía, más rápido entraría nuevamente.

Ahora, solo esperaba que me dejaran entrar y pasar un tiempo juntas antes de ser ambos trasladados a otra habitación designadas.

-Majestad, su madre ha sido informada y está viajando hacia aquí.

Informo Zúrich. Asentí y volví a posar mi mirada en la puerta de aquella habitación.

¿Podría abrirla si seguía mirándola de esta manera?

Sonreí para mis adentros ante aquella idea loca. Sin embargo, a los segundos la puerta se abrió y salió el doctor con sus cosas en un maletín.

Me puse de pies y él se acercó.

-Todo esta en orden, Su Majestad. Dos de mis enfermeras más calificadas quedarán a su disposición y cuidarán de Su Majestad y de Su Alteza Real.

Asentí. Todo había salido bien gracias a los seres sobrenaturales.

-Volveré mañana temprano, así verificare que nada esté fuera de lo normal.

Volví a asentir.

-Muchas gracias, doctor.

Sonrío y negó.

-El honor ha sido todo mío, Majestad. Nos vemos mañana.

Nos despedimos rápidamente y luego entre a la habitación donde se encontraba mi esposa descansado.

Las enfermeras estaban acomodando a mi hijo en otra cama aparte. Él no hacía ningún ruido, pero pude ver sus ojos abiertos mirando a nada en particular.

-¿Liah?

Enfoque mi mirada en mi reina y me acerqué. Ya tendría tiempo para ver con más detenimiento a nuestro pequeño.

-¿Sí?

Luna me miró y sonrío. Se veía cansada con sus ojos apenas abiertos.

-Lo logramos.

Sonreí y negué besando su mejilla.

-Tú lo haz logrado, cariño. Haz traído a nuestras vidas a nuestro heredero.

Su sonrisa se mantuvo y asintió lentamente. Sujete su mano con cuidado y la lleve a mis labios.

-Debes descansar, haz hecho un trabajo asombroso, mi hermosa reina. Déjame cuidar de ti ahora, ¿sí?

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