Capítulo III

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SIGLO ANTIGUO

ESTACIÓN INVERNAL

PALACIO REAL DE EVIGHEDEN

LIAH'S POV

-Recuerda siempre sonreír, ¿sí?

-Sí, madre. Jamás olvidaría alguna instrucción tuya.

Sonrío un poco avergonzada. Estaba siendo demasiado perfeccionista.

-Solo estoy siendo un poco paranoica.

-¿Un poco?- mi padre se ríe, mi madre lo mira mal -. Bien, es tu momento. Haz que te adoren.

Asiento. Me despido de ambos y sigo a los caballos frente a mí.

Trinidad llevaba una montadura especial para el día. Vestía como un caballo de guerra. Estaba precioso.

Yo tenía mi traje de guerra. Normalmente usaba pantalón y camisa, se me hacía más cómodo que un vestido largo y coposo. Mi madre casi pega el grito al cielo cuando propuse vestirme este día con traje de guerra. Mi padre acepto la idea, notando que me sentiría más cómoda de esta manera que en vestido sobre el caballo.

Tenía algunas insignias que hice cuando fui a la guerra unos años atrás. Solo fui a hacer acto de presencia, pero fui y porte una arma. Eso cuenta, ¿verdad? Además, había estado otros años en la academia entrenando para ser fuerte. Eso decía padre. Yo solo acataba sus órdenes al pies de la letra.

Mi traje era en totalidad negro, excepto las insignias de diferentes colores y una cinta que atravesaba mi torso de manera diagonal que mostraba mi título como Princesa. Portaba todo con gran honor.

Mire hacia atrás notando a mis padres con una sonrisa. Levante la mano en saludo y luego volví a mirar al frente.

Varios caballos me rodeaban, mientras yo iba en el centro de todo. Debían cuidar de mí como si su vida dependiera de eso. Habían muchas amenazas de muerte a toda nuestra familia por ser una de las potencias más importantes del mundo.

-Princesa- el general de la guerra se acerca a mí con pasos lentos en su caballo, inclina su cabeza -. Feliz cumpleaños.

-Gracias.

-Espero que el paseo de hoy sea totalmente de su agrado. A su disposición están los mejores de los hombres del palacio- camina a mi lado -. No le ocurrirá nada ni aún así lo quisiera. El viaje será de una hora. Regresara para arreglarla y estar lista para la celebración de su cumpleaños.

-Lo tengo todo- asiento. El inclina la cabeza alejándose nuevamente.

Entramos al pueblo. Muchas personas están en las orillas de las calles por donde habían puesto algunas vallas para que nadie pudiera pasar. Otros guardias estaban allí puestos de pies, para custodiar todo.

Todos saludan con gran entusiasmo hacia mi persona. Sonreí, saludando de manera cortés hacia ellos. Los niños brincaban para que pudiera verlos y algunos padres lo levantan sobre su cuello.

Por otra parte podía ver a las jóvenes, están preciosas. Todas con un vestido largo hasta sus tobillos. Cabellos perfectamente arreglado haciéndolas lucir perfectas. Salude a algunas, haciendo que se sonrojaran. Sonreí mirando hacia otro lado donde habían niños.

Así fue el viaje de una hora. Viendo niños, caballeros y jóvenes emocionados de verme. Salude sin cansarme y jamás deje de sonreír. No hubo ningún atentado y al final del paseo pude ver una mesa donde había un gran pastel. Dijeron que había sido de todo el pueblo.

Claramente no me lo pude comer. Tendría que ser primero revisado. Aún que apague las velas. Todos aplaudieron y intentaban tocarme cuando me acerque más a ellos. Sonreí subiendo nuevamente al caballo yendo de regreso al palacio.

-Gracias por su generosidad- digo al grupo de personas que se encargaban del control del pueblo.

Pocos minutos después estaba en el Palacio. Trinidad tomaba grandes bocanadas de aire. Estaba agotado. Había sido más de una hora. La montadura especial y mi peso no era algo fácil de soportar. Lo acaricie mientras veía como quitaban todo de encima de él con rapidez.

-Lo hiciste muy bien, Trinidad. Eres el mejor- le hablé.

Escuche pasos acercándose. Pensé que eran más personas para ayudar al caballo, pero era quien se encargaba de vestirme.

-Su Alteza- inclina la cabeza, le sonrió -. Debemos ir a cambiarla. Tenemos poco tiempo, los invitados están llegando.

Asentí. Me despedí de Trinidad y seguí a mi doncella.

Vi a muchas personas del palacio corriendo para acomodar todo en los últimos retoques. Suspire, subiendo las escaleras hasta mi dormitorio. Allí estaban toda la ropa que sería puesta sobre mí.

-Tome una ducha, Su Alteza. Luego, será vestida.

Camine al cuarto de baño y me duche, cepille mis dientes y me puse la ropa interior. Podían vestirme, pero jamás dejaba que me vieran en mi totalidad desnudez. Me parecía una falta de respeto hacia las mujeres que tenían el trabajo de poner toda la demás tela sobre mi cuerpo.

-Bien, soy toda suyas- bromeo, hacia las mujeres que debían vestirme. Se rieron y luego empezaron a acomodar todo a la perfección. Cosa que no habría podido hacer si me hubiera vestido sola.

Unos toques en la puerta, llamo la atención de la doncella principal.

-Margaret, ¿está lista?- la doncella me mira y asiente.

-Saldrá en unos segundos.

Camino hasta mirarme en el espejo de cuerpo completo. ¡Por mi madre!, parecía un chico. El traje se acoplaba a mi cuerpo con gran facilidad. En esta ocasión, el color escogido fue el azul marino. No portaba medallas, pero si otra cinta que mostraba mi título de Princesa. Suspire, alistando las mangas. Me veía bien.

-Gracias- asiento hacia todas las mujeres.

Algunas salen y solo Margaret se queda a solas conmigo. Arregla algo en mi espalda y luego da una vuelta completa a mi alrededor.

-Estaré presente por si tiene alguna incomodidad con el traje- informa, asiento -. Ahora, debe salir, Princesa.

Respiro hondo. Tenía un poco de nervios.

La doncella inclina la cabeza cuando pasó a su lado. Aquella mujer me había vestido desde que era una niña, le había dicho miles de veces que dejara de inclinar la cabeza hacia mi persona, pero lo seguía haciendo y sabía que no había nada que la haría cambiar de opinión.

-Su Alteza- los guardias inclinan la cabeza, cuando abro la puerta.

Camino por el pasillo hasta encontrarme con mis padres al inicio. Donde debíamos bajar y saludar a todas las personas presentes. Reyes, reinas, emperadores, emperatrices, princesas, príncipes, duques, duquesas, de todo un poco había.

-¿Lista, hija?- pregunta, mi padre, sonriendo al verme. Asiento, segura -. Entonces, allá vamos.

Antes de salir, mi madre me mira con una sonrisa de orgullo y sus ojos brillosos.

-Te ves grandiosa- alude, sonrío -. Hoy, tal vez encuentres a la mujer con quien quieras compartir tu corazón y tu vida. Supongo que podría ser la última vez que te vea sin que me hables de quien estés enamorada.

-No te precipites, madre- rió -. Aún no ha pasado nada. Tal vez no pase nada del otro mundo.

Tal vez...







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Nota de la autora:

Por favor, redobles de tambores. Se viene la mejor parte.

¡Lo aseguro!

Su primeras miradas. SU TODO.

No olviden comentar si les está gustando y dejar su votito.

Sin más que decir,

Nos leemos en el próximo capítulo.

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