34. Todo por la idea de ir al taller.

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Ante ustedes... ¡el gran capítulo estrella de lo que llevamos de libro! ¡La maravilla de las maravillas! ¡Y mi capítulo más largo hasta la fecha que he tardado más de un día en hacer!



— Uau. — exclamó Sammy emocionado. Su hermana y él estaban en el taller de Leo por primera vez. — No sabía que papá guarda un dragón mecánico aquí. ¡Es magnífico! — luego, como para bromear, añadió: — Como yo.

Estaban a lunes de la primera semana de las vacaciones de verano, la cual pasarían en casa de sus padres antes de ir al Campamento Mestizo.

— Sí que lo es. — Esperanza miró a su alrededor con un brillo en los ojos. — No pensé que diría esto, pero la idea que has tenido de venir aquí ha sido muy buena. — dijo ella.

— Lo sé. — dijo Sammy con un tono ahogado de esfuerzo, ya que intentaba subirse a la grupa del dragón. — Además, nunca nos lo han prohibido, solo que nunca hemos querido entrar por cautela.

— Pura lógica. — contestó ella antes de girarse y ver lo que su hermano estaba haciendo. — ¿Qué haces? — por una vez su tono al hacer esa pregunta era de curiosidad, y no para regañar a su hermano. Estaban en uno de esos días en los que sin planearlo habían decidido llevarse bien.

— Noto sus engranajes, aún pueden funcionar, no es muy antiguo, tal vez lleva un año sin usarse o así. Puedo hacerle unos arreglos.

— ¿Mamá y papá han estado usando esa chulada sin decírnoslo? — habló ella, indignada.

Sammy abrió la cabeza del dragón, y empezó a trabajar, pidiéndole a Esperanza lo que necesitaba, mientras ella se lo pasaba.

— Oye, ¿quieres subirte aquí arriba? Todo se ve mejor así. — ofreció Sammy, pasados cinco minutos. Ella asintió. — Pero sube la caja de herramientas que hay ahí, es la más práctica.

Esperanza hizo lo que le había pedido y subió al lomo del dragón.

— Ua, es verdad, desde aquí se ve cada rincón del taller, me encanta. — se asombró ella.

— Oye, ya que estás aquí, ¿me cuentas lo que pasó entre ya sabes quiénes?

— Ah, ¿quieres chisme? — Sammy asintió. — Vaaale. Resulta...

Así se pasaron la tarde, chismeando y Sammy arreglando el dragón, hasta que empezó a esconderse el sol. Así que, aunque no habían terminado los arreglos del dragón metálico.

— ¿Mañana volvemos? — preguntó la mayor.

— Mañana volvemos.

Y no solo volvieron el martes, sino el miércoles, el jueves, y el viernes. Pero el viernes...








— ¡Mira Espe! — exclamó Sammy ilusionado desde el dragón.— ¡Ya está!

— ¡Bien! — dijo ella, que no estaba montada. — A ver, ¿puedes encenderlo?

El chico hizo algo en el cuello del dragón y sus ojos se encendieron, levantó la cabeza y soltó unos chirridos que, aunque al principio pensaron que algo andaba mal, luego identificaron como código morse, que aunque ellos lo podían comprender, ya era muy tarde para descifrarlo.

Después del final.Where stories live. Discover now