20. Helado, carrera, nota, venganza.

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Luke miró fijamente a Silena. Estaba serio (por una vez en su vida). Esta era una cuestión de vida o muerte.

— Una carrera para decidir quién se queda con el postre. — dijo a su hermana.

— ¿Me estás retando a mí? ¿A la reina ganadora de carreras que siempre se queda con el postre? — replicó Silena. — Te voy a patear el trasero.

— Ya quisieras. Por un helado de dos bolas, chocolate con menta y vainilla con fresa, — se le hizo la boca agua— haría cualquier cosa.

— Entonces, hasta el lago. — Silena marcó la meta.

— Desde la entrada al campamento. — Luke lo puso más difícil.

— Pasando por el bosque. — lo complicó aún más su hermana.

— Rodeando las canchas de baloncesto.

— Y sin parar para descansar ni una sola vez. — retó Silena.

— O bueno... Tal vez necesites descansar una vez. — dijo Luke.— No creo que aguantes del tirón.

— ¿Me estás retando?

Luke se llevó una mano a la nuca.

— Ehm, no, solo digo que si quieres parar una vez... — hizo una pausa — No te daré el gusto.

— Entonces vamos a la colina del gran pino. — La chica empezó a caminar.

Su hermano la siguió.

— ¿Por qué llamas así a la colina?— preguntó Luke.

— ¿Y por qué no? — su hermana le respondió con otra pregunta.

Así que continuó caminando a su lado.

Pasaron por las cabañas.

— ¿Qué hacéis, chicos? — preguntó Miranda Stoll cuando pasaron por delante de la cabaña once.

— Competimos por un helado. — contestó Luke, como si fuera lo más normal del mundo.

— Ah. — fue lo único que dijo la chica, antes de continuar preparando... ¿tinta amarilla fosforita?

Los hermanos continuaron.

Al pasar por la cabaña siete, vieron a Fred Pace, hijo de Hécate, esperando en la puerta.

— ¿Qué haces, Pace? — gritó Luke para chincharle. — ¿Esperas a alguien?

Fred suspiró, con más paciencia de la que cualquier persona podría tener con él.

— Sí, Rodríguez. Espero a Hazel. Tengo que preguntarle una cosa.

Luke silbó.

— A tu novia, ¿eh?

El hijo de Hécate se puso rojo. Volvió a suspirar.

— Sí, Luke. Ahora, no sé si te das cuenta de que tu hermana se ha adelantado. Si ibas con ella a algún sitio, vas a perderla de vista.

— ¡Oh! Adiós. — exclamó el bromista, y corrió para alcanzar a su hermana.

— Te has quedado atrás, ¿eh? Si sigues distrayéndote tanto, ganarte en la carrera será pan comido.— se burló Silena.

— No creas. — retó el chico. — No sabes de lo que soy capaz.

Siguieron caminando un rato en silencio.

Cuando ya veían la colina, notaron la presión de una mano en sus hombros. Zoe saltó entre los dos. Parecía más activa de lo normal, pero total, al fin y al cabo tenía TDAH.

Después del final.Where stories live. Discover now